El fenómeno piratería y la democratización de la cultura

Naty Gabriela González*

Venta de discos. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Llego a un kiosco de venta de CDS y DVDS y pregunto si tienen alguna película de Alexander Sokurov. El que me atiende pregunta: “¿de quién?”, y respondo: de Alexander Sokurov, el director de Arca Rusa.

“Ah no, películas rusas no tengo”, responde el joven amablemente, “pero tengo muchas películas, por ejemplo estos días he vendido bastante una cubana: “Vestido de novia”, la gente la ha comprado bastante y está buena, actúan los actores de Clandestinos, sabe”.

Hago un gesto de admiración: “me dejas verla por favor”; el muchacho pone el DVD y compruebo que es una copia de muy mala calidad. Me acerco y le pregunto bajito por qué se ve tan mal.

“Bueno… así me la trajeron, pero está buena la película no te fijes en eso, está buena”, alega el vendedor. “Déjame dar una vuelta y vuelvo”, contesto. “Bueno, de todas formas tenemos las últimas películas de vampiros que se han hecho en Estados Unidos, esas sí tienen muy buena calidad…”

Esta es una conversación de las tantas que he tenido no solo aquí, también en Perú mi país natal, al acercarme a kioscos de discos “piratas”. Parece que la “piratería” es una preocupación a nivel mundial en el universo de los creadores, mas no es un tema tan sencillo…

El copyright que protege los derechos de autor de la productora -ya sea musical, cinematográfica, editorial, etc.-, debe garantizar que los productos artísticos no puedan ser copiados ni distribuidos en el mercado negro y el autor perciba las regalías por su creación; es un conjunto de leyes que son aplicadas sobre la obra tanto de identidad, o sea, de pertenencia, como moral del autor, expresión del autor sobre su obra.

Esta ley data de mediados del siglo XVIII. Luego del surgimiento de la imprenta y por ende la reproducción masiva de obras literarias, el autor quedaba sin derechos sobre su creación. Esta ley concede al creador la autoría, difusión, distribución y comercialización, así como reproducción de productos derivados de la obra y lo hace merecedor de un pago por la reproducción de su trabajo. La ley varía de acuerdo a cada país.

Este es un fenómeno que en Cuba tiene características específicas, el acceso a internet y los nuevos medios es restringido y se debe buscar vías alternativas para acceder a toda esa gran montaña de información.

Ahora bien, este es un tema muy polémico, en especial en nuestro país. A partir del embargo impuesto por el gobierno de Estados Unidos, Cuba tuvo un cerco al acceso de la información: libros, música, audiovisuales, software, sistemas operativos, etc. La medida del gobierno fue el llamado craqueo de programas: sistemas operativos y todo tipo de software.

Al transcurrir los años y, con la llegada de los nuevos medios, fundamentalmente el Internet, la información corre a velocidades incalculables; millones de personas se comunican en diferentes latitudes en un mismo minuto, se envía todo tipo de información, se intercambia, se promociona, prácticamente se vive más de forma virtual que en la realidad.

Este es un fenómeno que en Cuba tiene características específicas, el acceso a internet y los nuevos medios es restringido y se debe buscar vías alternativas para acceder a toda esa gran montaña de información.

Solución: “La piratería”. El 99 % de la música, películas e información en general que tiene un cubano en dependencia de su edad, status y preferencia es pasado de memoria en memoria -como se dice en el argot popular- por un amigo, vecino o compañero de estudios, y cuidado que no llegue a un 100 %.

Ahora, cómo evitar que un creador cubano sea pirateado y proteger sus derechos de autor, si casi el 70 % de los programas que transmite la televisión cubana son pirateados; no pagamos el derecho de ninguna de las películas, series, novelas, documentales extranjeros, etc., pues la mayor producción de información la genera Estados Unidos y no podríamos comprarla.

Foto: Juan Suárez

Con los acontecimientos del 17 de diciembre de 2014 se espera un cambio, pero la cultura del pirateo es ya parte del cubano, es además institucionalizada. En ninguna cláusula de la ley del cuentapropista que da licencia de vender CDS y DVDS a los ciudadanos, se pide que las obras sean originales.

Entonces, cómo podemos reclamar a ese vendedor que brinda una copia de mala calidad de una producción cubana si él es simplemente un mediador entre otro intermediario de un proveedor mayor, y con el salario que gana por vender los discos se sustenta.

Esa persona no es la culpable del problema, la pregunta es: ¿cómo llegó la copia a sus manos, qué medidas tomó la productora para que la copia no se filtrara?

Obviamente la creadora no se la dio; no se trata de multar al vendedor por piratería, pues estaríamos multando al Estado por la ley, y tendríamos que multar al ICRT e ICAIC al transmitir materiales sin pago de derecho de autor.

Es interesante también destacar los fenómenos que los cercos informativos en Cuba hacen posible: el paquete semanal es todo un suceso que ha revolucionado el acceso a la información en Cuba.

Sus creadores, que vienen trabajando este proyecto desde hace 8 años, obtienen información de diferentes vías y de todas las latitudes; realizan un proceso intelectual de selección de la información, edición de los materiales día a día, para que al final de la semana el volumen de información esté contenido en un terabyte y pueda ser distribuido por toda la Isla a la semana siguiente.

Sé que el paquete trasciende la capital y llega a provincias donde lo aumentan con productos locales y, lo más sorprendente, ha trascendido la frontera nacional: lo consumen en Europa y en universidades de Estados Unidos, por la calidad de la selección de los materiales.

Una manera audaz de masificar la información de forma creativa, austera y, claro, sacrificada dada las condiciones del país, que demuestra la capacidad y potencial humano que se desarrolla en Cuba a pesar de todas las dificultades.

Pero entonces cómo negarle al creador la remuneración por su trabajo después de tanto esfuerzo, tanto recurso económico y humano utilizado en su producción, pero a su vez, cómo negarle la información al pueblo…

Actualmente, la ley de derecho de autor en el mundo es casi obsoleta, pues todo se encuentra en la nube, internet, claro para los que tienen acceso. Por otra parte es una ley restrictiva y excluyente, pues una persona que percibe un salario de 250 pesos cubanos no va a comprar un DVD original en ese precio: o lo gasta en el agro o ve la película; este fenómeno es de escala mundial.

Los más pobres no pueden destinar su dinero a comprar una copia original y por tanto quedan al margen de la información y permanecen en la ignorancia y la inopia absoluta creándose así el eterno circulo vicioso de las clases sociales que pueden acceder a esa información, prepararse y superarse.

No hablemos de términos económicos, hablemos de realización espiritual y de su enriquecimiento con el acceso a la cultura. Se trata, por tanto, viendo al derecho de autor desde otra arista, de una privatización de las expresiones humanas, un monopolio cultural al que solo unos cuantos tienen acceso.

Pero entonces cómo negarle al creador la remuneración por su trabajo después de tanto esfuerzo, tanto recurso económico y humano utilizado en su producción, pero a su vez, cómo negarle la información al pueblo…

En muchas partes del mundo se está estableciendo el copyleft, o sello de izquierda, Argentina lo aplica desde hace algunos años, y su principal propósito es la masificación de la cultura. Hacer llegar la cultura a todos consiste en respetar la autoría del creador y que éste perciba un porciento por su trabajo, no el total que lo haría con el copyright; el precio de los productos es menor y de mayor acceso.

Parece una medida sumamente revolucionaria y humanista. ¿Hasta qué punto los creadores están dispuestos a sacrificar sus ganancias en bien de la democratización de la cultura? Aquí ya depende de la visión que se tenga del arte: si se vive de él o para él.
—–

(*) Naty Gabriela González Calderón nacío en El Cusco, Perú en el año de 1984, es ciudadana Cubana por parte de padre, vive en La Habana. 

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