La esclavitud la llevamos dentro

HAVANA TIMES – Llevo cerca de dos horas bajo este puente. Por suerte estoy a la sombra y me siento en el pequeño muro que está al extremo.  La autopista casi desierta, se diría que dos niñas podrían jugar yaquis con tranquilidad. Seguro dos niñas de mi generación, las de hoy optan por juegos más sofisticados y quizás menos saludables.

Espero a alguien que no quedó de recogerme, y como yo hay alrededor de 20 personas. La vida transcurre así, esperando por algo que nunca llega y los días se convierten en semanas, las semanas en meses, los meses en años y el corto tiempo que la divinidad le da a los mortales para hacer algo en la tierra aquí se nos va entre la miseria y la falta de futuro y entonces te tienes que retirar con la sensación de no haber vivido.

Pero yo he aprendido a tomarme las cosas con calma, no hay de otra y así, serenamente, escucho estupideces que ya no hacen nido en mis emociones.

Dos señoras conversan sobre cierto suceso violento en Los Estados Unidos, se muestran sorprendidas por la violencia de ese país. Una exclama que el nuestro es el mejor del mundo para vivir, que el único problema es la comida porque aquí hay mucha tranquilidad. La otra que cada país tiene sus problemas, el nuestro es la comida pero en otros no hay paz y señala cómo masacran a palestinos en Gaza. Bueno, no menciona precisamente esa franja de tierra, ni siquiera sabe dónde queda y mucho menos las raíces de un conflicto demasiado complejo.

En otro tiempo habría intervenido para decirles que no es solo el hambre, es que aquí también hay tremenda violencia. Cada día te enteras de una riña, un asesinato, un asalto o un robo.

También falta todo, no hay medicinas, los hospitales hechos un asco, las viviendas que se derrumban, los apagones frecuentes, la falta de transporte, y, sobre todo, de libertad, lo que sí sobra es miseria y represión.

Pero no vale la pena, ellas no parecen enterarse de nada. Viven en una burbuja de esclavitud como la mayoría de los afrocubanos de la época colonial cuando pensaban que el amo era bueno solo porque les llenaba la barriga y les permitía sus días de baile y toque de tambores y no les daba cepo y látigo si se portaban bien. Si alguno osaba rebelarse era un malagradecido. No por gusto una frase ha trascendido los siglos: “Más malo que Aponte”.

Son como la multitud que por estos días vi, no sé de qué provincia, que vitoreaban a boinas negras en una exhibición pública. Se concentraban más de 100 personas para disfrutar del asqueroso espectáculo mientras esos sicarios ejecutaban sus técnicas de artes marciales, las mismas con que les golpearían si se atreven a protestar. Y allí estaba esa gentuza aplaudiendo como buenos esclavos.

Mis pensamientos se interrumpen cuando veo acercarse la camioneta Ford de mi amigo Osniel, de quien escribí una crónica titulada “Gente Buena en Cuba”, hace ya 3 años. Se detuvo como es frecuente en él para recoger a los presentes.

Sin mucho préambulo me empezó a preguntar qué hacía todavía en Cuba y me relató que ya no aguanta más. Entre inspectores, corrupción y trabas se encuentra agotado. “Estoy de pie todos los días a las cinco de la mañana pero hoy mismo me levanté a las nueve, no tengo deseos de nada, solo lucho por mis hijos, ya lo que quiero es largarme de aquí”.

La conversación continuó sobre la situación del país y antes de llegar me soltó: “Tú tienes razón, parte de la culpa es este mismo pueblo que no quiere ser libre, por eso esto va a durar mil años”

Ya es de noche y pongo el televisor que está en el cuarto y mientras me baño en el Noticiero hablan de la IV conferencia sobre la Nación y La Emigración, encuentro de unos pocos sinvergüenzas que vienen aquí a prestarse para el jueguito de la dictadura que siempre los humilló y no puedo evitar escuchar las declaraciones tan nauseabundas porque se me olvidó bajar el volumen y tengo que oír a uno de esos agradecer al régimen por permitirles participar en la vida económica del país.

Es decir que los herederos de Fidel Castro y actuales dueños del país deciden, como siempre, quién es cubano, quién no, quién puede entrar y salir, cuándo reconocerte la cubanía y cómo y en qué condiciones invertir en tu tierra y estos aprovechados sin principios, a quienes en su mayoría se les trató de escoria, agradecen por las migajas.

Migajas que el régimen otorga según sus intereses y ahora mismo necesitan desesperadamente atraer más turismo y remesas para sus arcas, por eso hablan de unidad y demás sandeces manipuladoras

A modo de ejemplo, al gran maestro de ajedrez Leinier Domínguez, tras decidir emigrar a Estados Unidos, la prensa oficialista lo tachó como un sujeto que no merecía llamarse cubano, pues bien, ahora mismo puede integrar el equipo nacional si lo solicita.

No solo él, sino también otros buenos ajedrecistas que se han escapado en los últimos años. Y no dudo que algunos acepten, porque el daño antropológico ha sido tan profundo en estos 64 años que la esclavitud la llevamos dentro, donde quiera que estemos.

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón aquí.

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