“Cuando somos niños, casi nunca pensamos en el futuro. Esa inocencia nos deja libres para disfrutar como pocos adultos pueden hacerlo. El día que empezamos a preocuparnos por el futuro es el día que dejamos atrás nuestra infancia” -Patrick Rothfuss, The name of the Wind

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – De pequeños nos enfrentamos a la pregunta, ¿y tú qué quieres ser de mayor? Al no tener definido una vocación surgen combinaciones: artista e ingeniero, futbolista y médico, banquero y policía.

Todo eso cambia con el paso del tiempo. El entorno, las vivencias e interacciones con otras personas hacen que se establezcan prioridades. Es así como un niño de seis años quien deseaba ser carpintero igual a su abuelo a los dieciocho termina en una universidad estudiando Historia del Arte.

Algunos niños a muy temprana edad tienen claro a qué quieren dedicarse en la edad adulta, van hacia ahí a pesar de todo. Este es mi caso.

Crecí en el campo, mi padre veterinario, mi madre ama de casa, sin amigos o conocidos que influenciaran mi gusto por el arte. Surgió como si el color y las líneas formaran parte de mis genes.

Mi infancia transcurrió en los noventa, pleno Periodo Especial, desarrollar esta vocación en esos tiempos era complejo. Recuerdo que mi mama compró una caja de lápices de colores. Para poder aprovecharlos al máximo le colocó casquillos de lapiceros hasta que se consumió la madera. Luego mi padre ideó un portaminas y pude explotar el material hasta el final.

¿Hojas? Me servía cualquier cosa, desde el papel de un cartucho, libretas viejas o un paquete de servilletas que me regaló un vecino. En estas, con tres lapiceros: verde, rojo y azul, realicé mis primeras obras de importancia.

Llegó el momento de elegir una profesión, sin maestros con los que prepararme, sin recursos o acceso a talleres, el sueño se iba desmoronando. Comencé a pensar en otras carreras, Historia del Arte, Diseño Gráfico o Arquitectura.

Por suerte conocí a un escultor. Me recomendó asistir a los exámenes de ingreso en la Academia de Arte de mi provincia. Entonces comencé una pugna contra el tiempo. Noches sin dormir, lágrimas y por momentos ganas de rendirme.

Todo ese esfuerzo dio frutos cuando pude entrar. En esos tres años de estudio consolidé mi técnica, creé metas para el futuro. No contaba con que al salir todo sería distinto. Ya no tenía los materiales ni los espacios u oportunidades que la escuela me ofrecía.

Es muy difícil vivir por amor al arte cuando eres mujer y madre soltera. Entonces comencé a prostituirme, suena duro pero es cierto. Dejé de lado la obra deseada para pintar paisajes de Viñales, viejos tabaqueros, esos temas que atraen a los turistas, únicos compradores disponibles.

Con la ayuda de familiares y amigos de otros países reuní materiales, comencé a crear de nuevo. Me niego a perder esa parte de mí, compañera inseparable hasta el día que ya no pueda respirar.

Me llevó dos años hacer dieciséis piezas. Ahora se encuentran expuestas bajo el nombre de EmPoderArte. Collage íntimo, en la Galería Arturo Regueiro, uno de los locales más prestigiados de la provincia de Pinar del Rio.

No me voy quedar ahí, esto es solo el inicio. Ni el aumento de los precios, ni la desesperante situación económica en la que vivimos va a desviarme. Sí, voy a pintar por amor al arte aunque sea difícil. Ya encontré de nuevo mi camino, nada ni nadie me va a sacar de él.

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