Un marasmo de nuestro tiempo
No es secreto el auge alcanzado en Cuba por los llamados cultos o religiones de nuevo tipo, en los que destacan aspectos y semejanzas de patrones psicosociales de las últimas décadas en nuestro país.
No es secreto el auge alcanzado en Cuba por los llamados cultos o religiones de nuevo tipo, en los que destacan aspectos y semejanzas de patrones psicosociales de las últimas décadas en nuestro país.
En la mañana del viernes 18 de marzo – dos días antes de la llegada de Obama a La Habana -, en la parada donde a diario espero la guagua, se produjo el siguiente debate.
Con las prioridades de cada época, lo peculiar de las modas y el sueño individual: casa y automóvil son, desde que tengo memoria, los artículos más deseados por los cubanos. En mi caso, además, un telescopio. (6 fotos)
En el quicio sucio de un solar de La Habana, frente a un agro mercado, después de llover, las moscas Basurina y Babita conversan. Del asfalto sube un tembloroso vapor.
No pasó un año de la muerte de Adolfo, cuando Salvador, su vecino por más de 20 años, inició el reclamo de 10 cm de terreno, que según él, Adolfo le robara cuando levantó la cerca.
Hace unos días, en una esquina de La Habana, Luis me habló sobre un entierro y el ultimo velorio donde estuvo. No lo había vuelto a ver desde que publique, en octubre , mi primera crónica sobre él , en el velorio de mi tía.
El martes 5 de enero en la parada de guaguas de Prado y Trocadero, justo frente a los Leones de bronce que custodian uno de los tramos del paseo habanero; Cinco jóvenes – dos muchachas y tres varones – discutieron, cerca de mí, sobre las razones de irse o quedarse en Cuba. Entre ellos primo la confianza.
Cuando los tomos de las obras completas de V. I. Lenin decoraban las salas de los cubanos, los televisores eran en blanco y negro, todo el mundo iba al cine y los dólares eran como el fantasma de la ópera; Alberto confesó a su mejor amigo que era homosexual. Entonces no se conocía la palabra gay y homosexual era una manera sofisticada y rara, realmente se decía pájaro o maricón.
Volvió al edificio con una venda en la cabeza y sin memoria. Fue durante el verano de 1984, un jueves en la tarde. Dos semanas después andaba por la calle, saludando a todos y respondiendo por su nombre, Miguel.
Hace tres meses en la funeraria de la Lisa, Luis me demostró su fama de no perderse jamás un velorio. Fue de los primeros en llegar. “Esta es una de las funerarias más feas y olvidadas de La Habana”, dijo cuándo me vio. “Las del Vedado son las mejores, sobre todo, la de Calzada y K. No por gusto a ella van a parar los “pinchos” y grandes personajes…”