«Ya llegaron los rusos» para tomar posesión de uno de los mayores centrales de Cuba
Los ex trabajadores del coloso de Jatibonico, en Sancti Spíritus, no saben si podrán volver a sus puestos
Por Mercedes García (14ymedio)
HAVANA TIMES – El coloso de Jatibonico ya no ruge como antaño. En lugar del traqueteo de su maquinaria, el central azucarero Uruguay guarda silencio y se prepara para la llegada de sus nuevos gestores, una empresa rusa que intenta revitalizar al que en sus días fue uno de los mayores ingenios cubanos. Mientras, los vecinos se cuestionan si el poblado podrá tener una nueva oportunidad económica con el cambio de administración de la industria.
«Esto está más muerto que el cementerio», cuenta a 14ymedio Luis Manuel, uno de los tantos empleados que a mediados del año pasado quedó sin trabajo debido al cierre del central porque «la obsolescencia tecnológica y la falta de inversiones se volvieron, junto a la escasez de caña, peligrosas amenazas para la continuidad de la industria», según dijo entonces la prensa local.
«En ese tiempo lo único que ha pasado aquí es que los jóvenes se han ido a mares, la familia que no tenga un hijo balsero es porque tiene dos», dice. «Ahora se ha sabido que los rusos están preparando todo para reparar el central y para comenzar a producir. Dicen que aunque traen sus propios trabajadores siempre quedará alguna que otra plaza para nosotros».
En octubre de 2022, cuatro meses después de que este diario contara en primicia el cierre del central Uruguay, la noticia fue confirmada por el periódico oficial provincial Escambray. El artículo dejaba entrever que la esperanza, para centenares de trabajadores que se quedaron sin empleo estaba en Moscú porque una comitiva rusa visitó Jatibonico y manifestó su intención de crear una empresa mixta que salvaría al moribundo central.
De los 424 trabajadores que en ese momento tenía la planta, 192 pasaron a acometer labores de reparación para mejorarla y 102 se insertaron en otros «ocho colectivos laborales con sistemas de pago ajustados a actividades que generan ingresos para ellos y la empresa». Esas áreas iban desde la carpintería a la fábrica de pintura, chapistería o hielo, todas ellas dependientes del central.
Entonces, Eddy Gil Pérez, director de la Empresa Agroindustrial Azucarera Uruguay, mostró su entusiasmo con la posible gestión rusa: «Estamos dentro de los nueve ingenios del país escogidos para estos negocios», reveló. Más de medio año después, este mes de febrero, los trabajadores del sector han sido informados de que el acuerdo se ha concretado con Moscú y no debe contarse con el Uruguay para la actual zafra porque está en labores de remodelación.
«Todo se acabó rápido», reconoce Luis Manuel. «Los que fuimos reubicados, por ejemplo, en la agricultura, terminamos volviendo a nuestras casas porque ni hay tantos otros cultivos en esta zona ni el Estado paga lo prometido». Tras varios meses, la familia del antiguo empleado del Uruguay sobrevive gracias a una hija emigrada y a la venta de dulce de guayaba al borde de la carretera.
«Ya los rusos están aquí», remacha una empleada del hotel Zaza, un alojamiento cercano con un estilo arquitectónico de la época soviética y muy parecido a las llamadas escuelas en el campo. El local, que llevaba años deteriorándose, ahora está siendo sometido a una «reparación capital», cuenta la mujer. «La inversión es grande porque esto está hecho leña, pero se ve que los rusos vienen con recursos y con su propia gente para las reparaciones».
«Llegaron, firmaron el contrato y ya están trabajando. Se están hospedando aquí y ya no estamos aceptando clientes nacionales», remarca la trabajadora del alojamiento perteneciente a la cadena Islazul. «Este lugar no es muy bonito pero como está apartado, era barato y está cerca de la presa, había gente que llegaba hasta aquí a pasar algunos días, pero ya se ha corrido la voz de que no estamos aceptando huéspedes cubanos».
La idea es que el hotel Zaza funcione como alojamiento temporal para los técnicos rusos que intentarán revitalizar el ingenio Uruguay, en función desde 1905 y que ha sufrido infinitas transformaciones y reparaciones desde su fundación. En los últimos años, las paradas por averías se multiplicaron y el central pasó más meses detenido por trabajos de reparación y mantenimiento que moliendo caña.
«Esto era el orgullo de nuestro pueblo y ahora mejor ni mencionarlo», considera María Elena, quien fue a inicios de este siglo trabajadora en la parte administrativa del ingenio, una de las mayores fuentes de empleo de la provincia históricamente. «Éramos como una familia pero todo eso se perdió y ahora nadie nos dice si con los rusos vamos a beneficiarnos de que el Uruguay vuelva a moler».