Una cubana en el mundo de las rastras

La carretera como segundo hogar

Ilustración: Mary Esther Lemus

Por Rachel Pereda (El Toque)

HAVANA TIMES – Cada mañana, antes de salir a trabajar, Milene se persigna frente al timón. Enciende la rastra, chequea que todo esté listo y antes de ponerla en marcha le pide a Dios que sea un buen día y le permita regresar a casa con sus hijos. A sus 45 años, todos los días realiza la misma rutina mientras se adentra en la carretera, su segundo hogar.

La cubana Milene Cordero llegó a Estados Unidos con 27 años, en abril de 2005. Como todo comienzo, tuvo que enfrentar los desafíos de los inmigrantes, crecerse ante las barreras del idioma y acomodarse en el país que le abría las puertas. Sin embargo, nunca imaginó que se dedicaría a manejar rastras.

“Cuando llegué a Estados Unidos lo que hice fue ponerme a estudiar inglés, pero no lo pude terminar porque era de noche y no tenía quién me cuidara al niño que en aquel momento solamente tenía dos años. Luego estudié técnica de ultrasonido y logré terminarlo, pero nunca fui al hospital a hacer las prácticas para graduarme debido a una depresión terrible que me provocó un divorcio doloroso”.

Como resultado de la depresión, Milene perdió el interés por todo, pero poco a poco logró superarla y levantarse. Aplicó para varios empleos. Comenzó a trabajar en el aeropuerto de Miami y luego en una fábrica donde veía pasar los grandes camiones. Desde entonces, la idea comenzó a dar vueltas en su cabeza. Como no pudo terminar el curso de inglés, se propuso aprender el idioma a través de la radio y la televisión.

Todos los hombres de su familia manejan rastras y ese fue su otro impulso. En aquel entonces estaba divorciada y tenía una carga encima más pesada que los propios camiones, la responsabilidad de criar a su hijo de 12 años y a la vez trabajar para mantenerlo. Esa fue la vía que encontró para salir adelante. Es un trabajo bien remunerado que le permitiría avanzar económicamente. Además del desafío que representaba para ella, era una prueba que quería superar también por orgullo y por satisfacción personal.

Comenzó a estudiar, a prepararse y aprobó los exámenes para conducir rastra. Era 2013. Milene cuenta que en ese entonces había pocas mujeres manejando tráileres. Actualmente, hay más en las carreteras, es un trabajo que cualquiera puede hacer si se lo propone.

“Ahora mismo no hay tan pocas mujeres, lo que todavía somos minoría si se compara con la cifra de hombres. Creo que es por el miedo. Tuve la experiencia con mi hermana. Me puse a entrenarla y a explicarle todo, pero no pudo hacer este trabajo. Las mujeres le tienen miedo a la carretera, a manejar equipos tan grandes, porque no es lo mismo un carro que un tráiler de 53 pies [aproximadamente 16 metros]. Si se quitaran ese miedo quizá serían muchas más las que lograran sumarse a este oficio”.

Foto: Milene Cordero

El inicio: las primeras millas en carretera

En un primer momento su familia no aceptó. Pero luego, al ver que ella se lo tomaba en serio, comenzaron a ceder. Se fue sola para Misuri, donde estaba la escuela.

Milene habla del papel imprescindible que representó su madre al cuidar a su hijo durante los tres primeros meses que estuvo preparándose.

“Al ser un trabajo en el que se viaja mucho y estamos lejos de casa, el apoyo de mi mamá ha sido esencial. Si no hubiese sido por ella, yo no hubiera podido manejar rastras, porque a veces pasábamos meses en la carretera”, asegura.

La primera vez que manejó una rastra fue en la compañía Prime Inc., en Springfield, Misuri. Según comenta, en ese momento nadie quería aceptar a una mujer para el trabajo. Ella tenía 36 años y las ganas suficientes para avanzar y ganarse el respeto de sus compañeros.

Cuenta que en cierta ocasión escuchó un comentario en el comedor de la compañía. Ningún hombre quería trabajar con ella ni entrenarla, quizá por machismo. Sin embargo, agradece a su trainer Warren Atkings, de quien aprendió mucho.

Con el tiempo, aprendió a sobreponerse a las adversidades, a los prejuicios y a ganarse poco a poco su lugar. “Al principio da miedo. Una vez que una se sube tiene una cosquillita del miedo”.

Actualmente, Milene maneja sola, porque estando en la carretera con otro compañero sufrió acoso sexual. “Todos los días una invitación a algo, insinuaciones y cosas detestables. Nunca me tocó, pero constantemente eran palabras y miradas”.

Empezar de cero: maternidad y migración

Cuando migración y maternidad se toman de la mano te sacuden de una manera tremenda. Ambas experiencias tienen mucho en común. Te obligan a salir de la zona de confort y adaptarte a nuevas rutinas en un contexto desconocido.

Se pasa alrededor de once horas manejando y cada día es un reto. “He tenido muchas experiencias difíciles. Este trabajo es peligroso y tienes que estar pendiente de todo. Hay que mirar por los espejos cada cinco segundos. No puedes manejar cansado, con sueño o mirando el teléfono. Cuando se maneja toda la madrugada, con la salida del sol los ojos se cierran solos. Hay que luchar contra eso, porque un accidente en una rastra es una muerte segura”.

Para Milene, uno de los mayores desafíos lo imponen las condiciones del tiempo. “He estado en medio de un tornado, en una tormenta de polvo, en una tormenta de nieve, y en casi todas las situaciones en que se pueden estar manejando una rastra. Todas son peligrosas. Puedes atravesar un estado con tremendo sol y, cuando pasas para el otro, cae tremendo aguacero o de repente comienza a nevar. Las condiciones del tiempo cambian mucho de un lugar a otro y hay que aprender a lidiar con todo tipo de situaciones meteorológicas. El estrés siempre está presente”.

Entre las tantas anécdotas que guarda, una de las ocasiones en las que más se asustó fue cuando manejaba una madrugada por el estado de Luisiana y apareció una alerta de tornado. Milene recuerda que la intensa lluvia no dejaba ver ni lo que había delante. Ella manejaba por la senda derecha, que es por donde se deben manejar las rastras. De repente, vino un viento tan fuerte que arrastró el pesado camión hasta la senda izquierda, con tráiler y todo. “Lo primero que pasó por mi mente fue que me había muerto, pero me di cuenta de que podía ver lo que tenía al frente y me incorporé de nuevo a la senda derecha. En el primer parking que encontré me detuve hasta que pasara todo. Además de esa historia, se me han quemado los frenos bajando una loma, el hielo me ha hecho resbalar el camión. Son muchas las experiencias que he vivido en estos más de diez años en carretera”.

Por su trabajo, ha viajado a todos los estados del país, menos a Alaska. Tampoco ha manejado fuera de Estados Unidos. Su viaje más largo ha sido del extremo de la costa este a la costa oeste, el cual realizaba con bastante frecuencia años atrás.

Trabajo y maternidad: la carretera que conduce a casa

Su vida personal se ha visto afectada y es muy difícil conseguir estabilidad con una pareja, confiesa Milene. “Son muchos días fuera de casa y ese es un tiempo en el que no se le da amor a la familia. Eso deteriora la relación. Manejar una rastra a la par de ser madre es duro porque tienes que estar cuidando a tus hijos desde la distancia”.

En este sentido, asegura que es muy difícil asumir los roles de ser madre y manejar una rastra sin una red de apoyo que le ayude a llevar ambas tareas.

Después de su primogénito Raudys, que tiene 20 años, Milene tuvo dos hijos más, Henry, de cinco años, y Broly, un año menor. “Con el embarazo de Henry estuve en la carretera casi hasta parir. Con el segundo manejé tráiler local hasta el último día. Mi hijo mayor siempre me ha apoyado con el cuidado de sus hermanos”.

Actualmente está haciendo tráiler local, por lo que regresa a la casa todos los días para estar con sus hijos. “En mi tiempo libre me gusta atender la casa. A pesar de mi trabajo, soy bastante casera. Disfruto pasar tiempo con mis hijos, verlos jugar, contentos, y que ellos se diviertan”.

Milene se siente satisfecha de todo lo que ha logrado desde que llegó a Estados Unidos. “Siento que he logrado bastante por mí misma. A los dos años de llegar tuve que enfrentar un divorcio doloroso y luchar sola. Este trabajo fue una oportunidad para mejorar mi vida y logré asumirlo. Sin embargo, me gustaría que mis hijos estudiaran, que salieran adelante y que no hicieran este trabajo, para que no tengan que dedicar la mitad de su vida a la carretera”.

Mientras maneja la rastra, siente la libertad de la carretera y la fuerza de la máquina bajo sus manos. Cada día se entrega a la aventura de recorrer kilómetros y kilómetros de asfalto. Con cada curva, con cada subida y bajada, su confianza crece y el miedo se mantiene a raya. Los nervios siempre bajo control. Sabe que no es común ver a una mujer manejando una máquina tan grande y poderosa, pero ella lo hace con pasión y entrega. Con la mirada puesta en el horizonte, sigue adelante y las millas recorridas van escribiendo su peculiar historia.

Cada mañana, para salir a trabajar, Milene se persigna frente al volante de su rastra. Verifica que todo está en orden y, antes de poner en marcha el vehículo, eleva una plegaria al cielo pidiendo que el día sea bueno y que le permita regresar a casa con sus hijos. A sus 45 años, realiza esta misma rutina diariamente mientras se adentra en la carretera, que es como su segundo hogar.

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