Un viejo cubano y los incesantes rumores

Por Rachel D. Rojas (Progreso Semanal)

Foto: progresosemanal.us

HAVANA TIMES – Al viejo Patilla le colgaron ese sobrenombre hace años por razones obvias. Todavía hoy, blanco en canas, combina un gastadísimo bolso de cuero repleto de herramientas con ese look de la década de los setenta. Cada día su ventana abre temprano y se le puede ver al fondo de su mini patio haciendo roscas, cambiando zapatillas, armando y desarmando estructuras simples de codos, universales y pedazos de tuberías, como si jugara con legos. Excepto que no son legos y no está jugando.

Patilla tiene 76 años y aún trabaja más de seis horas en pie, cada día, porque su jubilación no le alcanza para vivir. Sobrevive apenas, solo. Uno entre las más de dos millones de personas mayores de 60 años en Cuba, que son responsables de su hogar (65,8 por ciento), viven solas (24 por ciento), con afectaciones en la estructura de sus viviendas (44,1 por ciento) y que, aunque tienen una pensión del sistema de Seguridad Social cubano (68,5 por ciento), deben seguir trabajando (28,2 por ciento) para llegar a fin de mes. Cada mes.

Entre las realidades que arroja la Encuesta Nacional de Envejecimiento de la Población de 2017 está, además del creciente número de personas con más de 60 años, cuya esperanza de vida ha aumentado en la última década, la reducción de los grupos etarios de niños y jóvenes, y el alto por ciento de emigración de jóvenes. Las personas viven más tiempo: maravilloso. Ahora, ¿es la vida longeva una vida digna?

Sin TV ni radio y dependiendo del Granma

El viejo plomero, que no tiene televisión ni radio, solo lee el periódico. Cada día. El diario Granma, para ser exacta. “¿Cuántos casos hubo ayer?”, pregunta religiosamente sobre las nueve y media, cuando ya el Dr. Durán ofreció su parte diario. No sabe detalles de la (dicen) próxima reforma monetaria, pero el rumor lo alcanza en la cola de la bodega, la carnicería o en el puesto estatal de viandas y hortalizas del barrio, donde único puede comprar, siempre que no esté vacío. No tiene dinero en el banco, vive con lo justo.

Pero el rumor lo alcanza de todas formas. Sabe hechos como que el ministro de la Industria Alimentaria habló de “gallinas decrépitas” y de criar peces en las casas que pudieran, así le dijeron, aunque eso no salió en Granma.

El viejo plomero también sabe que, según dicen, “se van a eliminar todos los subsidios, se acabó lo que se daba”; “va a subir la electricidad, el teléfono, el gas, el agua, el transporte… todo”; “hasta los cines, teatros y museos van a costar tres o seis veces más, hasta el ‘el Latino’ compadre”; “dicen que todo lo de ‘la libreta’ se va a montar en 1500 pesos cubanos”; “lo que no se sabe es cuánto vamos a cobrar pa’ eso”; cuando el río suena…”.

Existen documentos circulando en grupos de WhatsApp desde 2019 con los precios que tendrían a partir del “día cero” los 23 productos de la canasta básica normada. Según esas “filtraciones”, todo sube. Algunos de ellos se multiplican 28 (arroz), 30 (aceite, gas licuado), 54 veces (pescado). Asusta siquiera pensarlo.

Tampoco conoce Google ni sabe chatear

Patilla jamás ha buscado nada en Google, ni sabe lo que es un chat. Pero sí sabe que desde el día primero de algún mes próximo, dicen, una libra de pollo podría costarle 20 pesos en lugar de 70 centavos; la bolsa de Lactosa con la que desayuna, 25 pesos en lugar de 1.50; y el kilogramo de sal, siete pesos y no 35 centavos.

Varios representantes del gobierno sí han explicado, en más de una ocasión, que se trata de subsidiar a las personas, no a los productos. En verdad las políticas públicas universales terminan en no pocas ocasiones reproduciendo las desigualdades, porque no todos necesitan lo mismo. Hay, de hecho, quien no necesita el subsidio del estado en lo absoluto. Pero, ¿quiénes son esas personas que sí lo necesitan? ¿Qué se considera un ingreso “suficiente”? ¿Cuáles son los criterios por los que se decide? ¿Desde qué nivel de carencia debe intervenir el estado para garantizar un bienestar “básico”? ¿Qué es lo “básico”?

Patilla cena religiosamente con su hermana, también anciana, cada día. A veces camina los más de seis kilómetros de distancia, pues 80 centavos en moneda nacional para la ida y la vuelta en un ómnibus representan 24 pesos al mes, un alrededor de un seis por ciento de su pensión de 385 (por jubilado y por viudo). A veces, prefiere ahorrarlos. A eso sumamos alrededor de 100 pesos que destina a las medicinas para los tratamientos de sus padecimientos crónicos, y alrededor de 60 pesos para la adquisición de la canasta básica distribuida por la libreta de abastecimiento. Así quedarán 200 pesos para completar su alimentación y aseo, lo cual en este momento no llega a siete dólares. Y algo más con sus “arreglos simples” en el barrio.

Quieren impulsar la economía con “responsabilidad social

En la estrategia económico-social para “el impulso de la economía” y el “enfrentamiento” a la crisis generada por la pandemia de Coronavirus la palabra equidad aparece dos veces. Una, refiriéndose al sistema tributario que se diseñará para el sector privado; la segunda, en el acápite “dirección y gestión de la economía”, donde se apunta que un pilar del desarrollo económico del país deberá ser “mantener la justicia social, equidad, oportunidades paras los de menores ingresos y una economía social, diversificada, solidaria, participativa y con responsabilidad social”.

Las palabras “vejez”, o “ancianos”, o “adultos mayores” no aparecen en el documento de 32 páginas. Pero sí dice que “perfeccionar los servicios sociales dirigidos a personas y núcleos vulnerables, ampliando su alcance y cobertura e implementando nuevos servicios” será una de las medidas a implementar en materia de asistencia y trabajo social.

Pero en suma, sobre la mil veces anunciada reforma monetaria que se debe llevar a cabo en el país no hay más que rumores. Pocas cosas hay más feas que un rumor. La palabra rima, si atendemos bien, con incertidumbre. Su cuchicheo está en todas partes, se le escucha acercándose más y más, intoxicando todo a su paso, hasta convertirse en el golpe seco de una bofetada en el rostro común.

Y nos crispa; nos angustia. Porque el bienestar de las personas tiene que ver también con la capacidad para gestionar la incertidumbre. Buena parte de los servicios y derechos que confluyen en nuestro estatus ciudadano debe garantizarlo el estado. Es su razón de existir, no un favor que hace a quienes en verdad sirve. Nadie quiere medio-estar, ni mal-estar. Lidiar con la incertidumbre en grandes dosis, cada día, ¿en qué nos convierte?

Vida de un hongo

Patilla a veces me responde el saludo así: “Aquí, haciendo vida de hongo”.

Dice el filósofo, lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky que, si se quiere corromper un sistema, se le retire el financiamiento, algo que intenta hacer insistentemente el gobierno de Estados Unidos contra Cuba: restringiendo el envío de remesas a la Isla, sancionando el comercio y las exportaciones cubanas… el Bloqueo. Pero si se quiere borrar del mapa a ese sistema, quita también la solidaridad; rompe la empatía.

Sin este vínculo elemental entre seres humanos somos débiles, furiosos pero débiles, temerosos de nosotros mismos. La solidaridad permitió a muchas familias cubanas sobrevivir los duros noventa. Treinta años después su ausencia nos puede conducir a un círculo vicioso de rencillas y divisiones en el que bien pocos se benefician. Mientras, las instituciones podrían ganarse la confianza y el respeto del pueblo, enfocado sus esfuerzos en la trayectoria ya acordada, sin más dilaciones ni parches. Quienes originan rumores en lugar de información clara y oportuna, más que “medir la temperatura” del estado de opinión, atacan la ya precaria estabilidad de la vida, día tras día.

No gana “el soberano”, ocupado en gestionar la incertidumbre. Patilla, dicen, no parece que gane algo. Ni descanso, ni seguridad, ni confort. Ni él, ni la mayoría de nosotros.

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