Un mercado en Las Tunas que siempre está abastecido

Por Glenda Boza Ibarra  (El Toque)

Un mercado en Las Tunas que siempre está abastecido. Foto: Kyn Torres.

 

HAVANA TIMES – Desde el otro extremo de la ciudad de Las Tunas llegan los clientes. Nunca es un viaje en vano. Mientras algunos mercados estatales apenas pueden llegar a 10 productos, en el punto de venta MERCASA —gestionado por un usufructuario— las ofertas se multiplican.

Los clientes llegan atraídos no solo por la calidad y presentación de las frutas, las hortalizas y otros alimentos, sino también por lo atractivo de comprar la mayoría de los productos limpios y empaquetados. En MERCASA algunos precios suelen ser más asequibles, comparados con los de carretilleros y otros mercados estatales o privados.

SEMBRAR EN EL HOMBRE Y EN LA TIERRA

Hace seis años este era un espacio yermo, repleto de malas yerbas. Un pedazo de tierra ociosa justo a un costado de la avenida 30 de Noviembre, en Las Tunas. A escasos metros, el organopónico estatal Los Vegetales mostraba en la tablilla escasísimas ofertas.

“Pedí el área en usufructo en 2013”, cuenta Argel Frank Fundora Acosta. “Como productor pertenezco a la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Calixto Sarduy, del poblado de Becerra —distante a unos 8 km— y acá vendo las producciones de ellos”.

Otros 60 usufructuarios pertenecientes a la CPA prefieren el punto de venta dirigido por Argel para la comercialización de sus producciones.

“Además de los alimentos, también vendemos aquí toda la gama de productos de la industria, como vinagre, encurtidos, condimentos”, refiere una de las dependientas.

El otrora Complejo Productivo Raíz del Caguairán, hoy MERCASA, abastece no solo su punto de venta, sino que además cumple con su encargo estatal al abastecer instituciones de Salud, Educación, las FAR y el Minint.

Así lo confirma la prensa local que asegura que desde allí se surten hogares de niños sin amparo filial, vecinos en situaciones críticas y personas de bajos ingresos.

“Hay que quitarle carga al Estado —considera Argel. Los negocios pequeños podemos asumir en conjunto muchas responsabilidades y las grandes industrias deben ser las administradas de manera estatal. Pero también hay que perder el miedo a los emprendedores”, concluye.

Desde hace tiempo Argel sueña con una juguera para el MERCASA. Tiene los equipos, pero la burocracia atenta contra la puesta en marcha de ese proyecto. Foto: Kyn Torres.

 

LOS EMPRENDEDORES SOMOS CUCARACHAS

En su computadora personal Argel guarda casi 50 videos sobre emprendimiento. Sus preferidos son aquellos de Carlos Muñoz, un youtuber mexicano que da consejos sobre cómo sacar a flote los negocios.

“Entre mis preferidos está el que dice que los emprendedores somos cucarachas, porque a pesar de los obstáculos seguimos vivos e intentándolo”, comenta Argel, quien ha tenido que sortear varios obstáculos para llevar adelante su trabajo.

“Yo no quise ser usufructuario. Fui el directivo principal de la agricultura urbana en Las Tunas y terminé con un pedazo de tierra que luego me quitaron. Iba a colgar los guantes e irme a Sudáfrica con mi familia, pero eché la pelea y recuperé esas tierras en los tribunales”.

Argel enumera de memoria cada tropiezo en su camino. Los denuncia siempre que puede.

Equipos retenidos en su entrada al país, multas, lentitud en trámites para otorgar permisos de expansión del punto de venta y hasta mensajes difamatorios -anónimos por supuesto- de tráfico internacional de drogas y lavado de dinero, figuran en el “historial” de quien fuera reconocido recientemente como el mejor productor del Programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar (PAUSF) en 2018 en Las Tunas.

“Yo sé que caigo mal por decir la verdad, pero con mi verdad ni ofendo ni temo”, indica.

Varios años trabajó Argel vinculado a mercados en Venezuela y Sudáfrica. Allí aprendió cómo hacer para que, de acuerdo con las condiciones locales, aumenten los rendimientos y las ventas.

La afluencia de clientes es notable. Cada año contabilizan unas 80 mil visitas, incluso de personas de otras provincias.

“Siempre que vengo de Camagüey a visitar a mi familia paso por aquí y me llevo paquetes de ajíes, zanahorias u otro alimento en venta”, comenta Maritza Torres.

Sin embargo, varios proyectos soñados por Argel aún están detenidos por la demora de quienes deben autorizarlos.

Desde hace tiempo sueña con una juguera. Tiene los equipos, pero la burocracia atenta contra la puesta en marcha de ese proyecto.

Otras frustraciones aparecen en sus recorridos por otras provincias, como estímulo del Ministerio de la Agricultura. Compara las facilidades que reciben productores como él en otros territorios y se desencanta.

“Siempre he querido tener un punto de venta en el centro de la ciudad, pero aparecen trabas continuamente. ¿Cómo es posible que otras personas puedan vender incluso en placitas de otras provincias y a nosotros nos cueste tanto hacerlo aquí mismo?”, cuestiona.

A partir de su apertura a las 8 de la mañana, en MERCASA se ve un constante ir y venir de personas. Precisamente en ese horario matutino se concentran las mayores ventas. Asiduos clientes cruzan la ciudad para comprar aquí vegetales y frutas.

René Ortuño llega cada semana en su moto eléctrica. Asegura que no le pesa hacer el viaje desde el reparto La Victoria, al otro extremo de la metrópolis, porque sabe que en este mercado siempre encontrará algo para llevar.

 

El convenio firmado con el organopónico Los Vegetales garantiza otra vía de acceso a los productos. Foto: Kyn Torres.

 

SAN TOMA Y SAN DAME

Además de la satisfacción que reciben los beneficiarios, el punto gestionado por Argel genera empleo, apoya actividades en la comunidad, asume la reparación de instituciones de Salud y Educación, sostiene el desarrollo de otros organopónicos.

Así sucede con el semiprotegido Los Vegetales, el cual ha cambiado considerablemente desde que firmaron un contrato con su vecino MERCASA.

“El salario casi se ha triplicado y ahora ronda casi los mil pesos. Las ventas han aumentado considerablemente. Almorzamos en el comedor de MERCASA y hasta podemos llevarnos alimentos fiados hasta el día del cobro”, asegura Manuel Ortiz, quien ha trabajado en el organopónico por más de seis años.

Bajo un sistema de coeficiente de participación, en Los Vegetales se venden algunos productos del MERCASA y reciben el ocho por ciento de ese ingreso. El 50 por ciento de las ganancias totales va a la empresa estatal a la que pertenecen y la mitad restante se la reparten entre ellos, en dependencia del trabajo que realizó cada cual.

“Mientras más trabajen, produzcan y vendan, mayor será la ganancia individual”, explica Argel.

MERCASA es, frecuentemente, motivo de referencia en la prensa tunera. A pesar de las altas temperaturas y los problemas de sequía que afectan sus rendimientos, es muy difícil encontrar el punto de venta desabastecido.

No solo de Las Tunas proceden los productos que se venden. Desde Holguín y Santiago de Cuba también llegan frutas y otros alimentos que surten el punto de venta.

“La gestión de Argel es encomiable. Es una lección a los organismos estatales incapaces de mantener un abastecimiento sostenido en las placitas de la ciudad”, dice un teniente coronel del Minint, ya retirado.

El Tunero y El Mambí son los principales mercados agropecuarios de la cabecera provincial. El último, a menos de un año apertura —y con 400 metros cuadrados de superficie—, ya es motivo de críticas por su frecuente desabastecimiento.

Un comprador lo confirma: “Los anaqueles muchas veces están vacíos. Ahora solo hay latas de mermelada y plátanos. Los días de mayor esplendor fueron los primeros y durante alguna fecha específica, como la visita de Díaz Canel, en marzo”.

Un reporte del periódico 26 alertaba meses atrás que “en las dimensiones de este [El Mambí] quizás radica el desafío para las entidades encargadas, no solo de abastecerlo, sino de organizar su funcionamiento interno”.

“Que me lo den a mí y verán como siempre va a estar lleno”, dice Argel, medio en broma, medio en serio.

Aunque no tiene contrato con Acopio —empresa estatal encargada de proveer los puntos de venta de la agricultura—, Argel asegura que tiene las condiciones y contactos para surtir MERCASA y cualquier otro mercado que le quieran dar.

Asegura que para garantizar el abastecimiento hay que trabajar más de ocho horas al día, toda la semana. Luego el sacrificio se revierte en las ganancias y en la satisfacción personal.

“Siempre digo que mis santos son San Toma y San Dame. Sin sentido de pertenencia, sin la voluntad de hacer las cosas bien y mantenerlas, no puede echarse para adelante”.

En el Mercasa algunos productos se comercializan limpios y empaquetados. Foto: Kyn Torres

LA COMODIDAD DE LOS CLIENTES COMO OBJETIVO EN EL MERCASA

Las personas prefieren los productos de MERCASA por su relación calidad-precio, la limpieza y presentación de las producciones, ya que muchas vienen empacadas en bolsas de plástico transparente. De esa forma, este mercado le da valor agregado a las ventas.

Además, el sistema de autoservicio permite a los clientes escoger los alimentos que quieren llevar y cargarlos en una cesta hasta que realizan el pago.

Para evitar que la manipulación de los clientes dañe los productos, Argel optó por comprar pocos alimentos maduros. “Las personas pueden llevar nuestras producciones y esperar la maduración en su casa. Lo ideal es que pudiéramos empaquetar y congelar algunos… tenemos las neveras y los equipos para hacerlo, pero se han demorado los permisos”, cuenta.

Entre sus productos líderes figuran el pepino y el vinagre producido por minindustrias de asociados a la CPA Calixto Sarduy. Este último escasea en las tiendas de Cuba y aquí siempre se encuentran en varios tipos y presentaciones. Otros productos se venden en formatos que facilitan su consumo en los hogares.

Los paquetes de ajo pelado a 20 CUP se agotan en las primeras horas de la mañana. Muchos los prefieren porque ahorran tiempo en la cocina y se evitan la molestia de pelarlos.

Como alternativa a la falta de harina de trigo, algunos clientes optan por comprar casabe para sustituir el pan del desayuno o las meriendas.

Según los registros de ventas, el casabe solía ser una oferta frecuente solo durante los últimos meses del año, porque, en Oriente, las personas lo consumen con la carne de cerdo asada.

“Sin embargo, su auge actual coincidió con los problemas de la harina y la falta de pan, y la gente no ha dejado de comprarlo”, asegura Argel.

Para mantener el surtido, el emprendedor extendió el contrato a sus proveedores y ahora también comercializan casabe en varios tamaños. También tienen paquetes con los restos de los casabes que se quiebran.

Argel sueña con hacer agroturismo nacional e internacional; etiquetar cada paquete con los valores nutritivos del producto; implementar el servicio a domicilio, primero con dueños de bares y restaurantes —quienes hacen los mayores volúmenes de compras— y, paulatinamente, con el resto de la población.

DESATAR NUDOS

Más de 10 mil trabajadores atienden en Las Tunas las 300 hectáreas en explotación en los 19 programas de la agricultura urbana y suburbana. Cada año, decenas de miles de toneladas de hortalizas se comercializan en estos puntos.

Las principales críticas del programa nacional se refieren a la necesidad de concentrar los mayores esfuerzos en las hortalizas, la producción de semillas y el abono orgánico.

Argel conoce las deficiencias y trabaja para superarlas. De esa forma, a partir de residuos de cosecha, aserrín y otros componentes producen el abono orgánico que necesitan. Incluso comercializan fertilizante para las plantas ornamentales.

Con el deseo de expandir su negocio, localizó otros dos organopónicos con tierras abandonadas. En apenas unos meses, su hijo Franklin Fundora Padrón recuperó los 60 canteros inutilizados del organopónico Las Brígidas, a la salida de la urbe.

“Al concluir el servicio militar pedí tierras a través de la Resolución 449/2013. La gestión de mi padre al frente de MERCASA y el éxito del punto de venta me inspiran a hacer lo mismo en estas tierras. Tengo el apoyo incondicional de él, aunque sé que ha tenido malos momentos para sacar adelante su negocio”, explica.

Fue quizás durante sus días como cuidador de leones en Sudáfrica cuando Argel aprendió a lidiar con las agresiones, los obstáculos… cuando aprendió a no rendirse.

“Nada me desanima. Todavía hay muchos obstáculos para los cuentapropistas, pero yo soy un emprendedor en todo el sentido de la palabra”.