Un hotel de lujo sin clientes ilumina La Habana en apagón

El Gran Aston, ubicado en la calle 1 y D, muy cerca de la avenida del Malecón. (Cortesía)

La austeridad energética no es un tema que interese a los directivos del Gran Aston: “el más nuevo y elegante” de la ciudad

Por Juan Izquierdo (14ymedio)

HAVANA TIMES – En medio de un apagón casi absoluto en El Vedado habanero, el hotel Grand Aston La Habana parecía haber caído de otro mundo, menos precario y subdesarrollado. Todas sus lámparas, ventanales, focos, reflectores y hasta humildes bombillos estaban al máximo de su capacidad, sin prestar atención a los ominosos partes informativos de la Unión Eléctrica.

La austeridad energética no es un tema que interese a los directivos del Gran Aston, ubicado en la calle 1 y D, muy cerca de la avenida del Malecón. “El más nuevo y elegante” hotel de la ciudad, según lo presenta su página web, tampoco parece incomodar demasiado al Gobierno cubano, que hace malabares para atraer la inversión de empresas extranjeras en el sector turístico.

No es la primera vez que los hoteles y establecimientos estatales parecen disfrutar un “aislamiento” especial en las ciudades de la Isla, a salvo de los cortes de electricidad, la miseria del pueblo, la represión policial, el hambre y las protestas provocadas por el conjunto de esos factores.

El mismo día en que el Grand Aston lanzaba su aura luminosa sobre la oscurecida capital, los habaneros contemplaban el resplandor siniestro del incendio en la Base de Supertanqueros de La Habana.

También durante esa jornada, la central termoeléctrica Antonio Guiteras anunciaba su enésima salida del Sistema Eléctrico Nacional, bajo el pretexto de no tener “suficiente suministro de agua” y tampoco combustible, mientras un aguacero ácido y prieto bañaba las azoteas de la ciudad.

No acaba ahí la “salación” que, de acuerdo al Gobierno, atormenta al pueblo cubano. Unos días antes de la explosión en Matanzas, el ministro de Economía declaraba formalmente la guerra al cambio informal de divisas y provocaba en el pueblo la pregunta de siempre: “¿Si no tenemos electricidad, comida, bienestar ni futuro, qué están haciendo con nuestros dólares?”

Los vecinos que miraban la torre incandescente del Grand Aston tuvieron que pensar que, quizás, el hotel era el único lugar de La Habana donde esas preguntas se referían a una realidad lejana.

No en vano los directivos advierten de que quien pueda pagar una habitación en el Grand Aston accederá a “un refugio donde puede relajarse y recargar energías, mientras experimenta su glamour”.

El precio del único edén lumínico de La Habana oscila entre los 179 y 244 dólares la noche, tropical y verdaderamente lujosa, no como la del resto de los habaneros.

El Grand Aston, tal y como se ve en la fotografía, escandalosamente feliz sobre una Cuba apagada por la muerte, el exilio y el malvivir de sus ciudadanos, es el símbolo más elocuente de cómo la oscuridad del país alimenta los negocios del Gobierno.

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