Un cubano sueña con volar

Photo by Angela Compagnone.

Por Ernesto Pérez Castillo  (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES – Sueña Liborio con subirse alguna vez a un aeroplano, sueña la pulga con comprarse un perro y, aunque usted y todo el mundo lo crean imposible, puede que la pulga logre más primero y más barato la realización del sueño. Porque el fantasioso capricho de la pulga puede que no sea factible, pero el sueño de Liborio es, cuando menos, incosteable.

Para empezar por los finales, que no por el principio, va a necesitar el don nadie de Liborio de una buena Visa que le permita atravesar el reino de los cielos, y esa Visa a cualquier parte, y sobre todo desde que nos libramos los cubanos del tristemente recordado Permiso de Salida, es cada vez más complicada de obtener, más enredada y más esquiva.

Pero esa, la Visa necesaria, es el último eslabón de una cadena larga que habrá comenzado mucho antes, pues ella no podrá ser estampada en el aire. Que no, que para ello, desde el primer paso, como el primer eslabón de esa cadena tan pesada, deberá conseguirse Don Liborio un librito azul, imprescindible, pequeño, de tres y media por cinco pulgadas, de treintidos páginas, legal, con su foto y su corbata y sus datos generales, llamado Pasaporte, donde le pondrán la visa.

Entre esa Visa y aquel Pasaporte, Liborio se habrá hecho una y no sé cuántas fotos de este y de aquel tamaño, y también habrá rellenado formularios y planillas de todos los colores, pero eso es solo puro y duro trámite, aburrido y cansón pero a fin de cuentas indoloro y olvidable. El verdadero trago amargo, la cruz de todo eso, es que para comenzar el cuento Liborio tiene que pagar ni más ni menos que ¡¡¡cien pesos cubanos convertibles!!!, eso, cien CUC, que es lo que ahora mismo cuesta en Cuba hacerse un Pasaporte.

Supongamos que Liborio trabaja hace rato para el estado. Pues ya: está jodido. Si tiene suerte y le han subido el año pasado su salario, puede que gane por ahí unos mil pesos cubanos. Eso, por más que parezca, no es ni la mitad de los dos mil quinientos pesos necesarios para comprar los cien CUC que cuesta el Pasaporte. Liborio, para hacerse con el pequeño librito azul, deberá pagar de una sentada y hasta el último centavo, tanto como dos meses y medio de su sueldo.

Vaya y dígale usted a Salustiano, ciudadano español que vive también de lo que por su trabajo le pagan, que si quiere hacerse el Pasaporte de la madre patria deberá tirar por delante dos meses y medio de salario. Salustiano, que no gana mucho y que también es un Don Nadie como lo es nuestro Liborio, cobra la misma cifra que el cubano, pero en euros. Eso, el gallego Salustiano gana todos los meses unos mil euracos. ¿De qué altura será el subidón arterial, que tan fuerte será el asalto cardiaco, o qué tan sonora será la carcajada de Salustiano cuando saque cuentas y resulte que el pasaporte peninsular le va a costar, así de una, dos mil quinientos euros?

Lo que es absurdo allende los mares, es proporcionalmente igual de absurdo y abusivo de este lado, en esta Isla. Y hay más, porque el Pasaporte de Salustiano, que no cuesta dos mil quinientos euros, le vale por diez años, mientras Liborio deberá aflojar dos meses y medio de sueldo por un pasaporte que se vence a los seis años. Y cuidado, porque ese pasaporte Liborio lo tendrá que renovar con otro poco de plata cada dos años. Eso, ¿a quién se le ocurrió? ¿Cómo y por qué es que dura tan poco, algo que cuesta tan pero tan caro?

Como para casi todo en este mundo, también hay una explicación para ese costo tan exagerado del Pasaporte cubano. Simple y sencillo: Liborio no va a pagarse el pasaporte, sino que en la mente del funcionario que concibió el asunto, detrás de Liborio hay alguien con mucho, mucho billete, dinero a chorros, que va a pagar el pasaporte y todos los gastos que se le pongan por delante a Liborio. Y a ese alguien, siempre en otra parte, en otras latitudes, esté donde esté, quieren ordeñarle. Ese alguien es apenas un tornillo en aquella industria sin humo que pretende hacer billetes de la nada, que insiste en la alquimia abusiva de convertir en oro los papeles, los sellos de timbre, la tinta de los cuños oficiales.

Pasa entonces que Liborio, que es quien trabaja y quien produce la riqueza de verdad, queda en medio del tablero, impotente y desarmado. Sabe lo difícil y lo complicado que será conseguir la visa, y sabe lo imposible y lo grande que le quedan los cien pesos convertibles del Pasaporte de cubano. Y donde el poderoso caballero manda, todo el mundo da un pasito atrás y no manda más nadie. Liborio sabe todo eso, pero soñar también es un derecho, y soñar no cuesta nada. Por eso Liborio sueña con subirse alguna vez a un aeroplano.

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