Un amigo que no lo fue

Foto: David Martínez

HAVANA TIMES – No hay que ser joven para sufrir violencia sexual, pero es innegable que las mujeres jóvenes resultan más atractivas para los hombres de cualquier edad. Familiares, desconocidos o, incluso, amigos en quienes confían, llegan a creer que pueden manejarlas; que si una mujer acepta una invitación debe estar dispuesta a hacer lo que a ellos se les ocurra, que si una mujer se pasa de tragos no hay que respetarla. Muchas veces va más allá del placer sexual, centrándose en ejercer el poder sobre el cuerpo femenino.

Testimonio

Durante un tiempo pensé que no debí haber ido, pero cómo iba a imaginar que mi amigo se prestaría para algo tan feo. Yo tenía 18 años y andaba mucho con Imara: trabajábamos juntas, salíamos juntas.

Un amigo mío estaba interesado en Imara, cuando coincidían en mi casa él siempre trataba de acercarse, la piropeaba, pero nunca fue irrespetuoso. En ese tiempo mi casa era como un centro de reunión, sobre todo de jóvenes interesados en la literatura, jóvenes sin prejuicios, que disfrutábamos de cierta libertad (en el sentido amplio de la palabra).

Mi amigo, que no era tan joven, se había sumado muy bien al grupo. Pasábamos momentos agradables dentro de la asfixia del período especial y, además de conocer qué leía o escribía cada uno, estrechábamos lazos de amistad que nos unieron hasta hoy. 

Mi amigo era un tipo genial, inteligente, buena persona, solidario. Era fácil sentirse a gusto a su lado. Imara no tenía tendencia a formar parejas estables, y él aceptó tener solo una aventura. Hasta ahí todo iba perfecto. Cuando acordaron alquilar una casa para tener sexo, Imara se sintió insegura y le propuso que lo mejor era invitar a varias personas para compartir y al final de la velada verían si le daba deseos de más intimidad.

Mi amigo invitó a un primo que estaba de visita en Cuba después de años sin venir, mi ingenuidad me impidió avizorar que en el fondo había una trampa. Pasaron varias horas para que me diera cuenta de que más nadie iría a ese encuentro, solo nosotros cuatro; aún así, yo no vi nada de malo.

El primo compró cervezas, ron y comida, conversamos mucho. En algún momento mi amigo e Imara se apartaron y yo seguí bebiendo. Cuando se me acababa un trago el primo me servía otro, hasta que ya no pude beber más, la cabeza me daba vueltas y de pronto estaba acostada en un cuarto, con el primo encima, sobándome. No tenía fuerzas para nada, mi única reacción fue llorar. Aproveché que el primo se separó medio confundido y fui a la habitación donde estaban mis amigos. Imara tenía la misma borrachera que yo, y mi amigo no me hizo caso, solo dijo que su primo era buena persona, él no te va a hacer daño, y cerró la puerta.

Me sentí sola, impotente, el mareo no me dejaba avanzar mucho, me caí y de pronto estaba otra vez acostada y el primo encima, sobándome, solo una frase salía de su boca: no voy a hacer nada que tú no quieras. Yo no entendía, ya lo estaba haciendo. No lo quería encima de mí, no quería sus besos, no quería que me quitara la ropa ni me penetrara, tampoco quería sus caricias, y empecé a gritar.

Él sacó su pene de dentro de mí y se enojó mucho, me dijo que era una chiquilla, que no llorara más, y se fue. Quedé en la cama por un rato, luego mi amigo entró muy serio y me regañó, en su opinión lo había hecho quedar mal, no debí haber bebido tanto; terminó diciendo que lo mejor hubiera sido que me quedara en casa. Yo seguía sin entender. Imara demoró en salir, se había quedado dormida. El primo ya no estaba cuando decidimos irnos, pero mi amigo nos entregó 10 cuc que él nos había dejado. Eran los primeros cuc que veía de cerca, vivíamos una crisis profunda, pero yo no quise ese dinero, se lo dejé a Imara.

Seguí la comunicación con mi amigo, nunca le comenté lo amargo que me resulta el recuerdo de aquel día. Hace poco lo hice, pasaron muchos años hasta que pude comprender bien que mi amigo no solo fue cómplice de violencia sexual hacia mi persona, sino que traicionó la confianza que le tenía, y lo peor es que él aún no lo reconoce.
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Y tú? ¿Has sufrido alguna vez violencia sexual? ¿Crees que con tu historia podrías alertar a otras personas, educarlas en la no naturalización de la violencia? Escríbemos a: [email protected] o [email protected]