Subiela vs. El Chacal en una guagua yutong cubana

Por Jesús Arencibia  (El Toque)

Foto: progresosemanal.us

HAVANA TIMES – Sucedió en la yutong 1399, de la ruta Habana-Holguín. Luego de la amable explicación sobre el viaje, por parte de los conductores, y de unas primeras horas de videos “musicales”, en su mayoría a golpe de aguaje reguetonero, un joven mulato, delgado, de espejuelos minúsculos y profusos drelos se acercó tímidamente a los choferes. Les propuso —vaya osadía— cambiar la programación y ofrecerles otro menú cultural a los pasajeros.

La tripulación del ómnibus accedió con gentileza. El adelantado colocó en la reproductora su memoria USB y comenzamos a disfrutar —cosa cuasi increíble para cualquier recorrido “yutonero” nacional— Hombre mirando al sudeste (Argentina, 1986), uno de los filmes que encumbró la poética de Eliseo Subiela, su guionista y director.

En la cinta, Rantés (Hugo Soto), ser venido de un tiempo y un planeta futuros, se interna por voluntad propia en un manicomio, para desde allí estudiar la especie humana y preparar el rescate. “Ustedes son robots y todavía no se dieron cuenta”, le afirma el paciente sui géneris al siquiatra Julio Denis (Lorenzo Quinteros), quien, tratando de entenderlo, llega a cuestionarse sus propias existencia y profesión.

El filme avanzó con la guagua. Y las protestas en forma de risitas, murmullos, chiflidos, “qué clavo”, “ño”, “quita esa mierda”, “asere, chofe, ¿no hay más na’?” se mantuvieron en un nivel tolerable, quiero decir, manejable por quienes manejaban, hasta poco más de una hora de largometraje.

Escena de la película. Fotograma tomado del blog Episodios cercanos.

Ya a esas alturas, cuando Rantés había organizado un coro multitudinario de músicos, ciudadanos comunes, enfermos mentales, policías y hasta médicos y enfermeras; a esas alturas, digo, el coro de la guagua era bastante parecido. Dos señoras muy encopetadas que iban en el asiento detrás del mío —y que después supe eran profesionales que asistían a un evento académico—, llevaban la voz cantante en la huelga.

Los valientes choferes, dada la inminencia del motín antifílmico, se veían alarmados, temerosos. El promotor de la tanda cinematográfica, que también debía tener los oídos al rojo vivo, se dirigió con disimulo al frente del ómnibus para pedir, él mismo, cancelaran la proyección y le devolvieran su memoria. “Tal vez debí proponer otra película”, me dijo cuando elogié su iniciativa durante la parada del almuerzo. Quizá tuviera razón.

En cualquier caso, quienes seguíamos la trama no pudimos saber qué sucedió con aquel extraño Mesías y los demás locos que comenzaron a idolatrarlo en el hospital.

Los que ya pensábamos que ese sería un viaje diferente, insólito, en este paisito que alguna vez alardeó —en voz del Máximo Líder— de que se convertiría en el más culto del mundo; los que experimentamos un cordial encabronamiento con la sordidez reguetonera y nos preguntamos qué se hicieron los miles de instructores de arte que —en otro de los arranques idealistas criollos— se supone llevarían la compleja apreciación artístico-literaria a cada rincón de la Isla… nos quedamos en esa.

Chacal y Yakarta se encargaron de recordarnos que “esto sí que es amor del duro”, “pa’ que se venga”; o, dicho con más lirismo, “esto es pa’ que baile/ esto es pa’ que tome/ esto es pa’ que fume/ déjame verte el blúmer”…

El protagonista de Hombre mirando al sudeste tratando de descifrar los misterios del cerebro humano en una de las escenas del filme. Imagen tomada del sitio web Centro de Cine.

“¿Por qué los seres humanos parecen resignarse a tantas cosas que los están destruyendo? (…) ¿Se están suicidando por estúpidos o están pagando culpas?”, pregunta Rantés al galeno que intenta curarlo.

Quise pensar en eso, pero el viaje era de 13 horas y me dio sueño… Guerras, sequías, inflación, pobreza, Donald Trump, Machado Ventura, reguetón, pollo a la fuga, aceite escurridizo, colaaaas, el mundo, Cuba, un planeta futuro… ¡¡¡Déjame verte el blúmer!!!…