Sentirse violada

Yusimí Rodríguez

Omnibus en La Habana. Foto: Caridad

Después de haber estado esperando la guagua por más de media hora, la ves venir y rezas para que pare en la parada.  Normalmente estarías dispuesta a correr para montarte, pero hoy llevas la sombrilla y dos jabas, y pesan, y has caminado más de quince cuadras con ellas.

Dios te oye y la guagua para, pero está tan llena que el chofer les dice que le paguen a un hombre que está en la primera puerta, para que puedan montarse por la segunda y tercera puertas.  Sabes que tienes que montarte en esta guagua porque es casi la hora pico y más tarde será peor.

La gente te empuja y de pronto estás dentro de la guagua, contra un hombre sudado, todo tu cuerpo está contra él.  No tienes espacio para moverte y tienes las manos ocupadas, y no puedes pedirle que se corra porque él tampoco tiene espacio, y realmente eres tú la que está parada contra él.

Y ahí es dónde deberías sentirte violada. Pero no. De hecho estás agradecida porque al menos pudiste montar en la guagua mientras otras personas no pudieron y se quedan paradas en la acera, viendo como la guagua se va sin ellos. Preguntándose cuando vendrá la próxima, si parará y qué tan llena estará.

Entonces oyes a un hombre gritar porque la puerta de la guagua le cogió un pie y se lo está apretando. Parece que le duele de verdad, parece a punto de llorar. Y sí, tienes suerte de que solo te sientes un poquitico violada.

Y la guagua se acerca a la próxima parada, pero no para; no hay espacio para la gente que está esperando. Te sientes casi contenta de que no haya parado; no tienes tiempo para sentir lástima de la gente que está esperando. Y te da tristeza no sentir lástima.

Bueno, ahora quizás te des cuenta de que deberías estar sintiéndote violada; pero de lo que te das cuenta es que te has vuelto insensible o simplemente acostumbrada a ser ultrajada.

Es justamente lo mismo que cuando vas al mercado y tienes que pagar un ojo de la cara por una libra de vegetales o algo de comida.

Y cada vez que compruebas el peso de lo que compraste en otra pesa, descubres que te robaron. Todo lo que puedes hacer es reclamarle al vendedor y él te devolverá tu dinero o la comida que te falta. Pero será lo mismo al día siguiente, con el mismo vendedor o con otro.

Y cuando vas a las tiendas del Estado ves todas las cosas que no puedes costear con tu sueldo. El sueldo que te paga el mismo Estado que es dueño de las tiendas. Oh, sí, el sentimiento de ser ultrajada no es tan nuevo.

Así es que, estar parada contra un hombre sudoroso y grasiento en una guagua, respirando el aliento y el sudor de un hombre que podría incluso estar disfrutando la situación, para colmos, no es, en realidad, algo tan serio.

One thought on “Sentirse violada

  • jajajaj, muy bueno tu artículo, me gustó.

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