¿Se puede recuperar la ganadería en Cuba?

Sin varilla ni pensarlo

Por Sofía Ríos  (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES — Quesos caros, leche inaccesible, carne prohibida… Los males de la decadencia ganadera los causa, en buena medida, el desuso de una varilla peculiar, la de la inseminación artificial. Sí, porque de emplear más y mejor esta técnica, el ganado, aunque escaso para 11 millones de cubanos, sería más productivo.

Beber leche de vaca es algo regulado por el Estado a través de la libreta de racionamiento, que abastece a los niños menores de siete años. La carne de res se suministra mediante dietas médicas, como ocurre con los diabéticos. El resto del pueblo la ve camuflada en el picadillo de soya o la mortadela. Para degustar filetes existen tres opciones: un restaurante, las tiendas recaudadoras de divisas y sus precios exorbitantes o la arriesgada compra ilegal.

La penuria se extiende por todo el país. Pero vale la pena analizar el fenómeno en Camagüey, que lidera la producción de carne y leche de res en Cuba.

Del campo a la mesa

Casi todos los solicitantes de tierra en usufructo en Camagüey pidieron tierras para la ceba, y no pocos lamentan su elección, porque para vender los toros es un problema. “Nos vendieron el peor ganado, no nos priorizan con herbicidas para limpiar potreros, y nos exige desde el Registro de la Tierra y la Agricultura ¡hasta el Partido!”.

“Yo cogí esto porque pensé que me daría negocio, pero qué va, quiero dejarlo todo apenas venda estos 20 toros que me quedan, para sembrar frijoles, que el Estado te lo compra enseguida y lo paga mejor”, comentó un ganadero de Guáimaro, que prefirió guardar el anonimato, en cuanto supo que sus declaraciones eran para un medio extranjero.

Las prohibiciones del Instituto de Medicina Veterinaria a las losas sanitarias de recibir ganado depauperado limitan a los guajiros a darle el mínimo de provecho a miles de reses que mueren abatidas por los períodos de sequía. Sobre los ganaderos también incide la responsabilidad de trasladar las reses a los embarcaderos ferroviarios de donde parte el ganado camagüeyano para Santiago de Cuba y Guantánamo; si algo les ocurre en el viaje al estilo Oeste americano (a pie durante kilómetros y a veces días de camino) las pérdidas monetarias son para el campesino. Los animales, que en la mayoría de los casos no reúnen las características genéticas propias de una raza fuerte o un híbrido, sufren una considerable merma en su peso corporal antes de subir al tren.

“A nosotros nos va peor que a los cebadores. Las empresas nos vendieron las vacas más malas, y del Estado seguimos dependiendo para comprar las cantinas, las botas, las sogas, el alambre para las cercas, los piensos… Todo, porque para colmo el único comprador legal de la leche es una empresa estatal, que además es la misma que certifica la calidad del alimento. Lo tenemos todo en contra”, expresó un finquero de Vertientes, también acogido al anonimato.

Presente seco = futuro infértil

El aumento en la producción de la carne de res y la leche no lo resuelve la inseminación artificial, pero sin su auge resulta imposible cambiar el destino de la ganadería.

“Los campesinos poseen el 80% de las vacas, y solo inseminan el 13%; si no revertimos esto en una década la calidad genética será inferior a la de 1959”, dijo Evaristo Tejera del Risco, especialista en servicios técnicos y reproductivos de la Unidad Empresarial de Base (UEB) de Camagüey de la Empresa Nacional de Inseminación Artificial.

“Antes había más acceso a la carne y la leche, pero los animales estaban genéticamente por debajo de los que logramos en las décadas del ‘70 y del ‘80 con los programas de desarrollo ganadero. En Camagüey se hicieron los famosos Triángulos, dedicados a la producción lechera, con ordeños mecanizados y brigadas de inseminación en cada base productiva y el Rectángulo, que en su momento fue la mayor empresa estatal especializada en la ceba de América Latina”, argumentó el entendido.

Pero ninguna de esas entidades que llenaron de orgullo y alimentos a los lugareños son lo que eran. Para mejorar la proliferación vacuna se anunció hace dos años la creación de 15 brigadas de reproducción. Hoy siguen sin concretarse la mayoría, y a las funcionales las limitan problemas organizativos, escasez de transporte y de útiles especializados.

“Muchos guajiros quieren hacer este trabajo, pero los inseminadores no alcanzan, y no se capacita sobre los beneficios de inseminar. Me he topado con gente que no solicita el servicio porque les parece caro, y cuando les explico que cobran 64 pesos por cada res nacida, se asombran. No saben”, argumentó Aroldo Hernández Gutiérrez, médico veterinario de Esmeralda.

Según Aroldo, abundan los campesinos “enamorados” de su toro, que deja descendencia hasta con sus nietas, y esa consanguinidad destroza la calidad genética.

El campesinado además carece de toros cualificados para una monta eficiente. Para más 160 000 vacas hay apenas unos 70 toros sementales, pues hay más de 3 000 productores cuyos padrotes no se reconocen genéticamente como aptos.

Germen asegurado

Lo más irónico de la problemática es que la UEB de “Inseminación” produce al año casi un millón de pastillas de semen, y en cada una de ellas 35 millones de espermatozoides disponen del esperma. Lo necesario para asegurar el futuro de la ganadería cubana.

La Cooperativa de Producción Agropecuaria Jesús Suárez Gayol, del municipio de Camagüey, ejemplifica cómo la inseminación lo cambia todo. En los años ’90 rondaba cada año el millón de litros de leche, pero a inicios de siglo decreció hasta que tres años atrás priorizaron la reproducción.

Cruz Alejandro González Rodríguez, técnico en inseminación artificial, labora hace 15 años en la cooperativa. Según él, fecundar a tiempo a las novillas las hace mejores vacas. “Trabajamos en equipo, el celador y el vaquero me avisan si ven alguna en celo, así soy más certero y ellas no se desfasan en su ciclo reproductivo”.

Pero la “Gayol”, ya cercana al millón de litros, es la única en su municipio con la instrumentación y el equipo técnico completos. La desventura es provincial. Donde hay reproductores necesitan inseminadores, y vicerversa, y donde existen ambos, faltan utensilios. El campesinado sigue a merced del Estado carente de una logística que les garantice el servicio a ganaderos alejados como Misael Vega Garcés, de la finca La Felicia, en la Cooperativa de Créditos y Servicios Pepito Tey, en Santa Cruz del Sur.

Los beneficios de la inseminación artificial también podrían llegar a esta finca de Guáimaro. Foto tomada del blog gelenporcuba.

Él, con 80 vacas y a cuatro kilómetros de la carretera más cercana, ordeña apenas el 10% de sus reses, porque su toro “no salió bueno, y aquí nunca ha venido un inseminador. Lo solicité en la cooperativa, pero dicen que en la empresa no hay transporte para traerlo, y uno no sale de aquí a nada faja’o con el marabú, la seca… Tampoco tengo dinero para comprar un toro nuevo, o para pagarle extra al hombre que venga a preñar las vacas”.

En su sapiencia, Evaristo Tejera, insiste en las varillas como una solución a la debacle ganadera. “La proporción de semental por vaca en la monta directa es de uno por 20; harían falta casi 9 000 toros para nuestras reproductoras; con la inseminación bastan 20 machos. Y está el beneficio de escoger el semen con lo cual el ganadero selecciona el tipo de res que tendrá, y sabe de antemano la talla y los rendimientos productivos de la res”.

Mantequilla, cueros, rodeos, el arado de tierras… Alrededor del ganado se levantó la economía de muchos, y en Camagüey toda una cultura. Rescatar la inseminación es redimir la ganadería, y con ella un signo de la gente de estas llanuras, que también pagan caro el queso, la leche, el yogur y apenas ven la carne prohibida.