Santiago de Cuba, ciudad llena de símbolos y propaganda política

Por Osmel Ramírez Álvarez

De visita en Santiago de Cuba

HAVANA TIMES – Por motivos familiares, tuve que hacer una visita relámpago a la ciudad de Santiago de Cuba. Esa urbe luce una especie de renacer luego de la recuperación del desastre provocado por el huracán Sandy en 2012, acentuada por la elección del ya fallecido líder de la Revolución cubana, de que sus cenizas reposasen en el cementerio de Santa Ifigenia.

Santa Efigenia es un sitio histórico de gran envergadura, que aloja los restos mortales de numerosos mártires de nuestra Patria, especialmente Martí y Carlos Manuel de Céspedes; medio abandonado por décadas, con la colocación de la roca portadora de las cenizas de Fidel Castro, el sitio fue remozado, adquiriendo mayor elegancia y un carácter más solemne y oficial. Es frecuentado diariamente por largas filas de visitantes, turistas y nacionales, promovidos por escuelas y centros de trabajo.

Adonde quiera que miras en Santiago de Cuba ves mensajes políticos y edificios que tienen dos, tres y hasta más pancartas gigantes.

Como parte del nuevo rol de “Santiago”, o “la Ciudad Héroe”, como también se le conoce, debido al título que le fue otorgado en la etapa revolucionaria socialista, siguiendo la costumbre soviética estalinista, entre otros méritos, por ser el escenario del ataque al Cuartel Moncada en 1953. Ese hecho, aun siendo un fracaso militar, fue manejado con gran simbolismo por marcar el inicio de la lucha del grupo liderado por Fidel Castro y que triunfó en 1959.

Por todo ello, Santiago es una metrópolis sobrecargada de propaganda política a favor de la Revolución. En toda Cuba la hay, pero no al nivel de ella. El teatro Heredia tiene la imagen gigante de Juan Almeida Bosque, al estilo de las del Che y Camilo en los edificios aledaños a la Plaza de la Revolución, en la capital. Y muy cerca de allí, en la Plaza Antonio Maceo, hay una pantalla gigante que trasmite permanentemente imágenes de Fidel, alternadas con propaganda alegórica.

Aquí descansan las cenizas de Fidel Castro en el cementerio de Santa Ifigenia.

Adonde quiera que miras ves mensajes políticos y edificios que tienen dos, tres y hasta más pancartas gigantes, incluida la profundísima frase de Raúl Castro: “Santiago sigue siendo Santiago”, que es replicada hasta en los ómnibus del transporte urbano. Los numerosos edificios recién construidos son colmados de propaganda y casi afectan el ornato público.

Las personas en la calle no hablan de política ni parecen advertir que son parte de un escenario simbólico en la política nacional; se sienten orgullosos de tener los restos de Fidel Castro, al que creen el súper hombre, pues le enseñaron que era: gestor de todas las ideas y héroe de todas las batallas.

Pero más que otra cosa, ven positivo que haya traído después de su muerte mayor prosperidad y relevancia a la ciudad, que la que pudo ofrecer en vida. Hoy Santiago goza, junto a La Habana, de la condición de “ciudad priorizada”. Tiene un mayor presupuesto para el mantenimiento y embellecimiento público, transporte más abundante y un suministro menos deficiente de alimentos. En fin, una dosis menos aguda del desastre.

 

 

Hoy Santiago goza, junto a La Habana, de la condición de “ciudad priorizada”.

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