¿Qué saben las cubanas sobre el Paro Internacional de Mujeres?

Irina Echarry

Foto: Caridad

HAVANA TIMES – Hace algunas décadas que Migdalia dejó de ejercer la enfermería, ahora dedica las mañanas a acompañar a su nieta hasta la escuela; luego pasa por el mercado, la farmacia o algún puesto de viandas para hacer la compra del día.

A las once Migdalia ya está parada frente al fogón, garantizando el almuerzo de la madre que ya cumplió 101 años, y las tardes las emplea en la máquina de coser. Migdalia tiene 73 y no sabe de qué trata el Paro Internacional de Mujeres convocado para el 8 de marzo.

¿Y eso qué es?, pregunta. Le cuento que ya el año pasado hubo un llamado al paro en muchos países y, aunque Cuba quedó fuera, nosotras tenemos razones para incorporarnos a esa iniciativa que se pronuncia contra la violencia machista y a favor de eliminar la discriminación en todas sus formas. Veo que Migdalia escucha con atención y aprovecho para seguir:

El objetivo es visibilizar el importante trabajo que realizamos las mujeres y la mayoría de las veces no es retribuido, ni siquiera nosotras mismas le damos su justo valor. Hay gente trabajando en el mundo entero para que este 8 de marzo no sea de felicitaciones sino de lucha, y en Cuba se ha creado un movimiento en las redes sociales… ahí me interrumpe.

Sonriendo con malicia pregunta: “¿Eso es en internet? Por eso yo no sé nada. Si es algo que ocurre en la vida real, enseguida se corre la bola”.

Luego le cuento que hay un énfasis especial en resaltar los trabajos de cuidados, que por eso en algunos países hay mujeres que dejarán de realizarlos por una hora. Sin cambiar su expresión de descrédito, contesta de forma rápida: “¿Qué significa eso? ¿Tengo que dejar a la familia sin atender? Ni lo sueñes”.

Pero no es un sueño, al contrario. En nuestro país, donde se repite hasta el cansancio que todos/as somos iguales, la realidad es bien distinta.

Este año se prevén acciones en más de 70 lugares del mundo: marchas, manifestaciones, huelgas. “Ten cuidado con esa palabra”, me advierte Nuria -funcionaria de una empresa de perfumería-, “te puede costar caro. Aquí no se hacen huelgas, así que es muy difícil, porque ¿cómo tú justificas el día si “de arriba” no han convocado a nada? Aquí pa parar la producción tiene que ser por falta de materia prima o por alguna actividad orientada. Eso no es legal, si no, ya lo hubieran informado”.

Es que Cuba, gubernamentalmente, no se ha pronunciado, pero habrá distintas formas de protesta, le explico, no necesariamente hay que hacer huelga, aunque la huelga no es una mala palabra. “¿Ah no? En otros países, quizá, pero aquí todo es diferente. Yo estoy muy de acuerdo con el Paro, pero me puedo buscar problemas serios si lo hago, no tanto porque me descuenten el día, sino porque no está bien visto.  Si la FMC lo manda a hacer es distinto”.

Dagmara tiene 20 años y ya lleva dos sin estudiar ni trabajar. Después de dejar el pre universitario en el último año, por carecer de herramientas emocionales y legales para combatir el acoso de dos profesores, trabajó en un kiosco donde le pagaban 50 pesos diarios. Ahí se entretenía, cuenta, pero en realidad lo bueno de eso eran las propinas de los clientes, sólo las recibía ella, no por su buen desempeño en su puesto laboral sino “porque soy bonita”. En la casa se aburre, pasa la mayor parte del día durmiendo. Para alejarla del aburrimiento le propongo su caso para reflexionar, a lo que ella replica: “los hombres siempre van a halagar a las mujeres, eso es normal, lo que algunos se pasan y son tremendos descaraos”.

Foto: Caridad

¿Qué es lo que hay que hacer? pregunta Gloria, trabajadora de un centro de elaboración de alimentos. Entusiasmada la llevo a mi casa y le enseño lo que he bajado de internet para que lea. “Mija, aquí la protesta tiene que ser por mejorar el salario que no sirve pa ná”. Cuando le digo que en muchos países solo por ser mujer ya ganas menos, hace una mueca e insiste: “ah bueno, aquí estamos parejos en la miseria. Mira, lo otro es que mejoren las íntimas, que tampoco sirven pa ná”. Gloria se refiere a las almohadillas sanitarias y tiene toda la razón, la calidad es pésima.

Ofelia es católica, todos los domingos va a misa, trabaja en una empresa de transporte y tiene 46 años. Me escucha hablar y reconoce que ella nunca se uniría a nada que promueva el aborto. Sus frases largas son interrumpidas por otra más corta: gracias a dios. Ofelia parece salida de un documental sobre el fanatismo religioso en algún remoto lugar del planeta, pero vive en Cuba, en Alamar.

Es un asesinato, comenta, su nariz se ensancha y revira los ojos como si estuviera molesta. Si ella fuera a unirse a “ese Paro”, sería por algo diferente: la prohibición del aborto. No estamos de acuerdo en que prohibir sea el remedio para el abuso que hay en Cuba con el aborto, lo mejor es un debate sin pasiones, sin hipocresía y sin moralismos baratos, le digo, pero ella no quiere hablar más del asunto.

Y en cuanto al machismo, añade Ofelia, «lo que hay que hacer es leer la biblia, ahí está escrito clarito, Pablo dijo “porque el varón no es de la mujer, sino la mujer del varón”, anuncia con rapidez, con un tono que asemeja el desgano de las muchachas que atienden los teléfonos de Etecsa.

Hace algunos años Margarita luchó a brazo partido para que su hijo no entrara al Servicio Militar Obligatorio, y lo logró. ¿Cómo? Engañando. Ella no suele decir mentiras, pero por su hijo hace “cualquier cosa”. Inventó enfermedades que el muchacho no tiene, hizo buenos regalos a la gente que debía hacerlo y salió “victoriosa”. “Creí que iba a enloquecer”, dice, “le pedí fuerzas a San Lázaro; luego fui a pagar mi promesa. Si yo veo a mi hijo con un fusil tan jovencito… él se ha criado en casa, con su abuela y conmigo, no sabe nada de guerra. Eso es una locura, el servicio no debiera ser obligatorio, hay a quien le gusta, pero a otros no”.

Margarita no quiere involucrarse en “eso de la protesta”. Cuando le propongo reunir a otras madres, que tampoco desean ver a sus hijos en el servicio militar, me mira sorprendida: “No, no te confundas, lo que hice fue por mi hijo, que cada cual luche a su manera. Conmigo no cuenten pa eso”.

Y así sucesivamente…

Dejo aquí mi experiencia proselitista a favor del Paro Internacional de Mujeres que tendrá lugar este 8 de marzo. Podría llenar muchas páginas contando las reacciones de las mujeres de a pie, esas que conforman el pueblo, esas que viven al margen de los estudios de género y la Academia. Las que solo escuchan, cuando lo hacen, las frívolas felicitaciones por la fecha. ¿Quién las convence de que esa jornada es para otra cosa?

Nada de teque, me dijo Gloria, ese día es de fiesta y pachanga donde quiera. Gloria no conoce el origen de la fecha. Se asombra cuando lee que casi 150 mujeres jóvenes murieron quemadas, asfixiadas en EE.UU hace muchos años un mes de marzo, porque el dueño de la fábrica textil cerraba las puertas con llave y ellas quedaron expuestas a un incendio. También ignora que en otros sitios ya se hacían marchas y protestas por los derechos femeninos. Desconoce que en Cuba se lograron las leyes del divorcio y el derecho al voto antes de la revolución. No sabe qué piden las Damas de Blanco cuando salen a la calle, pero dice sentir “roña cuando las veo así caminando, me dan ganas de irles pa arriba”.

Amigas que viven en otros países me preguntan qué va a pasar en Cuba este 8 de marzo: nada, les respondo, o peor, lo mismo de siempre. No puede suceder otra cosa. A no ser los mensajes en las redes sociales y oportunas reflexiones en torno al tema en algunas páginas digitales, todo muy válido y necesario, pero en un país con poco acceso a internet es difícil lograr que la mayoría lo lea.

Esa mayoría de mujeres está muy lejos del cambio, sobre todo porque no sabemos pensar en el asunto, no nos interesa, o nos sentimos cómodas con lo ya aprendido. Y si lo aprendido es lo que repite la FMC y el discurso oficial: todo está ok con las mujeres desde 1959…, pues no hay mucho que cuestionar. Solo ensalzar la labor de la revolución y ver en el noticiero nacional alguna candidata a diputada que es teniente coronel del MININT. Sin embargo, a pesar de que en Cuba los medios de difusión masiva están en manos del gobierno, no debemos dejar que el 8 de marzo sea un día de celebración, sino de lucha y de recordación.

Para mí, una buena forma de lucha sería informar a las mujeres y hombres de nuestro alrededor de qué va el Paro, por qué es importante, qué tenemos en Cuba que otros sitios no han logrado, qué debemos/queremos cambiar. Debatir, informar y aprender, pues muchas veces no se trata de que la gente quiera o prefiera algo, sino que desconoce que existen otras formas de hacer.

Foto: Caridad

Migdalia, por ejemplo, es el eje de su familia, sin embargo, desde hace dos años una de sus hijas llevó a vivir a su esposo con ellas y, como por acto de magia, por el solo hecho de ser varón es él quien “representa” a la casa. Eso no lo digo yo, por supuesto, sino la propia Migdalia y su hija.

¿Cómo hacer comprender a Dagmara que no debe ser “normal” el acoso, y que la belleza es un concepto que va más allá de lo externo, que es mejor que nos valoren en cuanto a lo que somos y no por cómo nos vemos? O que Margarita entienda que el Servicio Militar no solo afecta a su familia, sino que muchos jóvenes son apartados de sus estudios para aprender o reafirmar actitudes machistas y autoritarias que más adelante practicarán en sus relaciones interpersonales.

Dentro de unos días Cuba será el segundo país con más presencia femenina en el parlamento, de 605 candidatos a diputados, el 52% son mujeres. La lucha debe ser entonces, para que esas mujeres nos representen realmente, que su palabra se escuche, que no sean solo una cifra que se diluya en la unanimidad de criterios a la hora de tomar decisiones.  

Una de las primeras cosas a tener en cuenta es eliminar el maltrato como política de Estado. Se sigue solapando el problema de la violencia machista bajo la frase “crimen pasional”, ocultando las cifras de asesinato por cuestiones de género o el castigo a los perpetradores; las víctimas de violencia no tienen un lugar seguro donde permanecer lejos de su agresor, y este muchas veces solo debe pagar multas irrisorias.  Mientras, seguimos permitiendo los golpes y la represión a mujeres (o a cualquier ser humano) por reclamar sus derechos, por pensar diferente. Esa es una vergüenza que nos acompaña no solo este 8 de marzo, aunque algunas no seamos conscientes y otras evitemos el tema.

2 thoughts on “¿Qué saben las cubanas sobre el Paro Internacional de Mujeres?

  • Este país cada vez ma da mas asco

  • Las mujeres en Cuba en su mayoría saben obedecer y conformarse con lo que tienen, porque así han sido educadas sutilmente desde 1959, los tiempos han cambiado y espero que esa realidad cambie con la nueva conformación del parlamento, pero el patriarcado sigue con la voz de mando. Veremos.

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