Producir miel es rentable en Cuba cuando el Estado paga
El Gobierno compra la tonelada al productor por 35.000 pesos y la vende en Europa por más de US $4.000.
Por Yankiel Gutiérrez Faife, Camajuaní
HAVANA TIMES – Aunque la miel de abeja es uno de los grandes «desaparecidos» en la despensa familiar cubana, el Estado sabe venderla en el extranjero, y a precios muy altos. La pureza y calidad del producto han dado reputación internacional a la miel de la Isla y no es raro encontrar en los supermercados de Europa y Latinoamérica envases de todo tipo que anuncian su procedencia como una señal de superioridad.
La apicultura escapa a las reglas habituales del comercio en Cuba. El Estado paga la miel al campesino a mejor precio que el mercado informal. La lealtad del productor, eso sí, tiene que ser absoluta: ni trampas para vender por la izquierda, ni demasiados litros para consumo propio. De lo contrario, los inspectores pueden decomisar los equipos, retener la miel y hacerle pagar una multa exorbitante.
«Este oficio no lleva tanto esfuerzo como dedicarse a la agricultura», comenta a 14ymedio Lele, un campesino de 56 años residente en Rosalía, un poblado rural de Camajuaní, en la provincia de Villa Clara. «Pero no todos tienen valor para enfrentarse a las picaduras de las abejas. Para conseguir un ayudante tengo que recorrer varias casas buscando quién quiera trabajar», lamenta.
Lele comenzó en el oficio de apicultor para colaborar con un amigo suyo. Con el tiempo, ha llegado a poseer nueve colmenas y una producción anual estimada de seis a siete toneladas de miel. Todo debe entregarlo a la estatal Empresa Apícola Cubana (Apicuba), que luego la traslada a la planta procesadora, valora la calidad y determina el precio.
Casi todos los apicultores recurren al Estado en lugar de buscar compradores particulares. «Es más rentable», explica Lele. «El productor gana de 35.000 a 40.000 pesos por cada tonelada y, si en Apicuba consideran que la miel es exportable, le proponen pagarle adicionalmente 600 MLC (en una tarjeta magnética para comprar en las tiendas en dólares)».
El «truco» de este pago añadido consiste en que el productor debe pagar un «contravalor» por cada MLC recibido. Es decir, que para que le entreguen la divisa tiene que descontar de los 35.000 pesos de su pago el equivalente a 600 MLC, eso sí a una tasa de cambio favorable de 24 pesos, lo cual significa entregar 14.400 pesos. En suma, por cada tonelada de miel exportable podrá ganar 20.600 pesos y 600 MLC, que Apicuba transferirá a su tarjeta.
Sin embargo, el pago se retrasa frecuentemente y depende de la distribución de los lotes que el Estado destina a la exportación. El campesino puede entregar una cantidad determinada de miel a Apicuba, pero hasta que no se envíe en su totalidad al extranjero no recibirá el pago completo.
«Hace más de un mes que pagué el contravalor del MLC a Apicuba por la miel que entregué», se queja Yaniel, un productor de Camagüey. «Sé que ya enviaron el cargamento de exportación en septiembre y todavía no me ha ‘caído’ en la tarjeta mi dinero. La respuesta que me dan es que es culpa del banco. Todavía sigo esperando».
Muchos apicultores lamentan, además, la burocracia que deben vencer antes de recibir –a veces con cinco o seis meses de retraso– su dinero. Apicuba exige llevar el carné de identidad fotocopiado por ambas caras, un documento que acredite al productor como parte de una cooperativa y otra copia del contrato firmado con la estatal correspondiente al año en curso.
Protegido por traje, sombrero y malla, Lele extrae con mucho cuidado los cuadros de cada colmena –los depósitos que las abejas llenan de miel–, remueve a las abejas con delicadeza, quita el selle (capa de cera) y extrae la miel con ayuda de la centrífuga.
Después de colar la mezcla, llena el tanque y devuelve el panal a la caja. Ese procedimiento se repite con cada una de las colmenas. La pureza del resultado final es notable.
A partir de esa recolección, Apicuba se encarga del resto. El Estado cubano, que pagó 600 MLC la tonelada de miel al productor, la vende en promedio a más de 4.000 euros por tonelada a los compradores más ávidos: alemanes, holandeses y españoles. El precio varía según se trate de miel a granel, envasada, monofloral, multifloral o polen. Algunas publicaciones han señalado que la miel cubana llegaba a venderse por 20.000 euros la tonelada.
Sin embargo, los datos del Ministerio de Agricultura de España para la campaña 2021-2022 indican que la miel a granel alcanzó los 4.620 euros por tonelada, mientras que la variante multifloral se vendió por un máximo de 3.620 euros. El polen envasado llegó a comercializarse por 12.000 euros. En cualquiera de los casos, la desproporción entre la ganancia del Estado cubano y la remuneración del campesino es descomunal.
En el mercado informal la venta no alcanza el mismo nivel. Hay pocas cantidades disponibles en MLC y la que se encuentra en la calle tiene una presentación que deja mucho que desear, por no hablar de que la miel en sí es de procedencia poco confiable.
Hay otras ventajas para el productor, asegura Lele. Los cuadros rotos y viejos de las colmenas pueden ser aprovechados: se colocan en una caldera al fuego y se derrite la cera que, una vez limpia, les compra también Apicuba para renovar las cajas.
Las abejas de Lele buscan el polen de flores silvestres, sus colmenas no son rociadas con ningún químico y, cuando se introduce en las cajas algún cuerpo extraño –como cucarachas y otros insectos intrusos–, él mismo lo extrae.
Aceptar las condiciones de Apicuba es el único modo de beneficiarse de las ventas de miel en el exterior, un negocio cuyas cifras van en aumento, a medida que crece el prestigio de la producción cubana, afirma Lele. «Solo podemos quedarnos con la destinada al consumo propio», dice, «de lo contrario nos pueden quitar los medios y las colmenas».
Pero Apicuba, expone Lele, no ofrece al campesino los recursos necesarios. Él lleva usando los suyos desde hace cinco años, y no hay dónde encontrar los equipos de protección, los tanques y ni siquiera una simple malla para confeccionar el velo, indispensable para proteger la cara de las picaduras.
A Leonardo, otro apicultor de Rosalía, le preocupa la incidencia de las enfermedades tropicales en sus abejas. Sus colmenas han sido diezmadas por el ácaro varroa destructor, una especie que vive parasitariamente de las abejas y las va exterminando.
La pureza, el primer criterio de calidad para las exportaciones, no se puede ver comprometida por los fármacos. «Al Estado no le conviene», denuncia Leonardo, «pues esto afectaría el precio de la miel cubana en el mercado mundial, que valora mucho todo lo que es procesado sin que intervengan sustancias químicas».
El ácaro varroa chupa la hemolinfa de las larvas tanto como de las abejas adultas. Les drenan la fuerza y las hacen depositarias de un virus. Luego el cuerpo del animal comienza a afectarse, las alas se atrofian y no pueden trabajar. «Entonces vienen las obreras y acaban por expulsar a la abeja enferma», explica Leonardo. «Ellas piensan que la que no trabaja no come, y tampoco tiene derecho a vivir».
«Cuando esta enfermedad entra a la colmena», afirma, «lo único que se puede hacer es observar cómo se van muriendo poco a poco. El Estado no nos va a vender los medicamentos para curarlas. Lo último que quieren es que alteremos el estado orgánico de la miel».
La apicultura es hermosa, pero hacerla como un cubano la hace es una historia completamente diferente, me indigna leer el artículo. El gobierno debería de preocuparse más por sus trabajadores, por las condiciones en las que trabajan y también dejarles tener más opciones. Cada vez parece más ser un niño egoista quien gobierna, cuando en realidad son un grupo de personas de élite que dicen pensar lo mejor para el país.