Presupuestos económicos básicos del socialismo estalinista
No fue la personalidad malévola de Stalin, ni sus políticas represivas y sectarias, las que crearon el sistema burocrático del “socialismo de estado,” sino al revés
HAVANA TIMES, 20 junio — El “socialismo de estado,” “viejo socialismo del Siglo XX” o “socialismo real” derivado de las desviaciones de la Revolución de Octubre en la Rusia de 1917, acuñadas inapropiadamente por Stalin y sus sucesores como “leninismo,” tuvo como piedras angulares de su proyecto económico la propiedad del estado sobre los medios de producción, la continuación del trabajo asalariado, la concentración de todo el excedente en el estado y su uso centralizado y planificado en función de sus intereses.
La lógica del desarrollo del capitalismo hacia la concentración de los recursos y las finanzas, llevó a los comunistas rusos de entonces, a creer que una mayor concentración de la apropiación de la propiedad y el excedente en el estado tendría que dar ventajas y superioridad al “socialismo” sobre el capitalismo que tenía dispersos sus recursos y medios entre todos los capitalistas.
También, aquel esquema estalinista partía de considerar que la anarquía de la producción era la causa primera de las crisis de superproducción del capitalismo, cuando en verdad la propia anarquía no es más que una consecuencia del ánimo de lucro de la explotación asalariada, verdadera responsable de la anarquía, las crisis económicas y las del medio ambiente también. Por eso creían que la planificación centralizada, “evitaría las crisis del capitalismo.”
Como el presupuesto era errado, también lo era la solución encontrada, pues de lo que se trataba, para solucionar definitivamente las crisis capitalistas, era de cambiar las relaciones de producción asalariadas por otras, las descubiertas por Marx en el trabajo libremente asociado de las cooperativas que los trabajadores con sus propios esfuerzos creaban en el seno del sistema capitalista. (El Capital, T-III, Cap. XXVII). La esencia de esas relaciones son la propiedad o usufructo colectivo, gestión democrática y repartición equitativa de utilidades.
Era un “socialismo” pensado desde el capitalismo, no desde su plena superación como sistema.
Y, efectivamente, era inapropiado llamar a todo aquello “Leninismo” porque Lenin dejó claro testimonio en diversos escritos, de que el estado bolchevique se había ido burocratizando, se opuso al nombramiento de Stalin como Secretario General, concibió el capitalismo monopolista de estado como una etapa necesaria por la situación concreta de Rusia, nunca como el socialismo en sí mismo y un año antes de morir señaló en una de sus más importantes obras de teoría socialista. Sobre la Cooperativización, que el camino del socialismo estaba en la generalización del sistema de trabajo de los cooperativistas cultos.
Es sabido que cuando enferma Lenin, el partido y el estado fueron víctimas de una lucha de fracciones, que poco después de su muerte culmina con el triunfo del grupo de Stalin y sus aliados, a los que fue enfrentando y eliminando, en la medida en que los iba poniendo en minoría. El cuerpo sin vida de Lenin fue momificado, para encubrir el entierro de su legado.
El papel del Partido, híper-centralizado sería, para el estalinismo, dirigir “la dictadura del proletariado” –donde los asalariados, lo seguían siendo, pero ahora del gobierno- y, el rol del “estado obrero,” administrar la economía centralizadamente. Todo cuanto se opusiera a esas desviaciones del marxismo, sería tildado de revisionista, anti-socialista, contrarrevolucionario, enemigo del pueblo y otros estereotipos.
Para Marx el nuevo estado sería la República democrática de los trabajadores, y serían los trabajadores, no ningún partido sectario en particular, los encargados de dirigirlo. La economía sería administrada por las cooperativas, sus uniones y las asociaciones de trabajadores libres y el estado cada vez más se encargaría de menos asuntos, en su tendencia a la extinción.
La obra cumbre de Marx, El Capital, tenía como propósito principal demostrar que la forma de explotación asalariada del trabajo, era lo que caracterizaba al capitalismo, cuya superación pasaba por su abolición, como antes fueron suprimidas la esclavitud y la servidumbre, algo que el estalinismo obvia en todo su programa. Claro, no se trataba de hacerlo por decreto, se alcanzaría a través de una serie de luchas de los trabajadores en distintas etapas, hasta llegar a la revolución socialista, que sería la encargada, en algún momento, de abolirlo legalmente. Una aspiración vigente para el comunismo marxista y de otras tendencias.
Los fieles a los preceptos estalinistas, que poco tenían que ver con el socialismo de Marx, olvidaban que la contradicción fundamental del capitalismo, bien definida por los clásicos, era que su producción era cada vez más social, mientras que su apropiación era cada vez más privada (concentrada), por lo cual su solución no podría ser nunca concentrar más la apropiación, sino socializarla.
Y socializarla implicaba desconcentrar, descentralizar la apropiación de la propiedad y del excedente. Hacer que todos los trabajadores fueran dueños o usufructuarios colectivos de los medios de producción con los que trabajaban, en cada centro de producción o servicios, de manera que todos pudieran participar directamente en la dirección, la gestión y la repartición democrática de los resultados. Para eso tomarían el poder por los trabajadores.
La plusvalía de la que se apropiaba antes el capitalista, en el “socialismo de estado,” se la apropia el estado. Pero en el sistema estalinista el estado totalitario no se conforma con la plusvalía, se apropia también de parte del pago de la fuerza de trabajo del obrero y de lo que generalmente dedica el capitalista a la reproducción ampliada de la empresa, al decidir centralizada y burocráticamente los salarios y las nuevas inversiones.
De esa forma, el socialismo estatalista puede concentrar grandes sumas de recursos materiales y financieros con determinado propósitos, precisamente porque los quita del salario de los trabajadores y de la reproducción ampliada, y a veces simple, de las empresas “no priorizadas.” Esa política le permite presentar grandes logros en algunos rubros, pero solo a costa de deprimir los salarios reales y nominales y de descapitalizar otras empresas y sectores.
El argumento de sacrificios necesarios
Los estalinistas argumentan que esos sacrificios de los trabajadores son necesarios para desarrollar la economía, como si ésta fuera un ente separado y distinto del desarrollo y bienestar humano. Sacrifican constantemente el presente por un futuro socialista que nunca llega, por la filosofía desarrollista en que se basa, la cual prioriza la inversión en medios de producción y tecnología sobre el bienestar de los trabajadores, igual que el capitalismo que invierte más en capital fijo que en variable, lo cual tiene por objetivo fundamental obtener más plustrabajo, excedente y mantener la competitividad.
En verdad, la sobre-explotación del trabajo y el abandono de la reproducción ampliada de las empresas menos productivas, la necesita el “socialismo de estado” para sostener su insaciable burocracia que se amplía constantemente como única manera de “controlar y hacer producir” a los grandes recursos concentrados y los millones de asalariados, en función de los intereses internos y externos de esa burocracia cuya propaganda los presenta como los de todos los ciudadanos.
Esa nueva clase burocrática “imprevista” para el socialismo marxista, natural consecuencia en el estatalista, apareció con la apropiación de la propiedad y del excedente o plustrabajo se concentró en el estado. La burocracia que decide todo en la economía, se creyó dueña –ella-, de los medios de producción y se vio precisada a crear todos los mecanismos supra-estructurales (ministerios, leyes, policías, seguridad y otros muchos) para establecer su efectivo control sobre los mismos y garantizar que sus asalariados produjeran.
Aparecieron entonces otras formas de lucha entre clases: entre la burocracia y los trabajadores, por el control del excedente, poniéndose de manifiesto ese factor histórico fundamental que siempre ha movido la historia y que llevó a las clases desposeídas y explotadas a luchar por su emancipación, la que siempre se encontraba fuera del sistema existente, con el surgimiento de nuevas relaciones de producción que originaban la aparición de nuevas clases.
El capitalismo monopolista de estado en que se convirtió el socialismo de tipo estalinista, podría haber sido una fase inicial transitoria, como la pensó Lenin, hacia el socialismo; pero su prolongación en el tiempo y su sujeción al trabajo asalariado, mantuvo en esencia la división en clases sociales entre explotadores y explotados, los dueños (ahora los burócratas–dirigentes) y los trabajadores asalariados del estado, respectivamente, lo cual llevó a la reproducción del capitalismo.
No fue la personalidad malévola de Stalin, ni sus políticas represivas y sectarias, las que crearon el sistema burocrático del “socialismo de estado,” fue al revés. Fue ese sistema de concepciones estatalistas, el que engendró al estalinismo con todas sus desviaciones políticas y violaciones de todos los paradigmas libertarios, democráticos, humanos y solidarios tradicionales de la idea socialista desde su surgimiento.
Tenían razón los comunistas que temían tanta concentración de poder económico y político en un aparato burocrático estatal, que debió circunscribirse a algunas labores fundamentales que garantizaran la defensa y continuidad de la revolución y otras metodológicas generales con tendencia a la disminución a favor de los poderes locales.
Todos los partidos y gobiernos “comunistas” que aplicaron los presupuestos económicos básicos del estalinismo, aunque con diferencia de matices y, por distintas razones, no avanzaron en la socialización y democratización del poder económico y político, terminaron en lo mismo.
¿Cuba?…no es ningún secreto que se aplicaron en esencia los mismos presupuestos y que muchos revolucionarios y comunistas cubanos, estamos tratando de que esto no acabe igual. : no olvidar a Bujarin, a Trotski, a otros 4 miembros del Buró Político y a miles de comunistas asesinados, acusados en juicios amañados de traición, sedición, conspiración contra el poder soviético y otras barbaridades. Aquí la represión es más sutil y sin aquellos niveles de agresividad.
La situación internacional ha cambiado y nuestro proceso revolucionario tiene otras particularidades propias de nuestra historia. No hemos conseguido superar el sectarismo del partido comunista hasta ahora y sabemos que el enemigo busca el enfrentamiento en el seno revolucionario.
El sector retranca de la burocracia trata de evitar los cambios necesarios, pero ya el inmovilismo cede terreno ante el empuje de la realidad. Esperamos que nadie subestime las experiencias del desastre al que condujo en Europa el “socialismo de estado” y que entre todos seamos capaces de encontrar el camino, sin grandes fracturas.
La lucha continúa, convencidos de que la única batalla que se pierde, es la que se abandona.
Para escribir a Pedro Campos: [email protected]