Por la periferia de la ciudad con Bruno

Por Erasmo Calzadilla, Fotos: Irina Echarry

HAVANA TIMES, 18 enero — Bruno es un viejo doberman que encontré hace unos años hecho un guiñapo de perro.  Cuando lo alimenté y curé con amor se puso de hermoso, que todos tenían que ver con él, especialmente los perros y perras del vecindario, pero ahora tiene de nuevo una enfermedad en la piel.  (foto 1)

Hoy Irina y yo lo llevamos a la clínica veterinaria de Los Pinos, alejada unos kilómetros de la casa.  Hicimos el trayecto a pie por las autopistas del sur de la ciudad, y aquí compartiremos lo vivido.  (foto 2)

Para gente irresponsable las cunetas de la autopista conocida como “Ocho Vías” son el basurero donde se arroja todo lo inservible.  Al comenzar el largo camino la bienvenida fue una alfombra de naranjas podridas.  Las naranjas por suerte son biodegradables y estas las voy a recoger para el compost, pero a menos de un kilómetro otra sorpresa más interesante esperaba.   (foto 3)

Tiradas al parecer desde hace años yacen 30 latas y un tanque llenos de un sólido industrial tóxico compuesto de xileno y derivados del cancerígeno benceno.  El olor a solvente enrarecía la atmósfera hasta para mí que tengo un pésimo olfato.  (foto 4)

¿Qué hacer con aquello? Iri y yo andamos buscando la institución de la república de Cuba donde se pueda informar de la existencia de residuos contaminantes u otros agravios al ecosistema pero no hemos dado con ella aún.  Si alguien quisiera orientarnos se lo agradeceremos.

(foto 5)

Gracias a dios no todo es feo a la orilla de Las Ocho Vías.  Frondosos algarrobos y mantos de florecillas amarillas y blancas pueden disfrutarse a ratos.  (foto 6)  Irina me cuenta que campos así alucina sin quererlo cuando está muy estresada, y yo le narro algunas de mis andanzas con el enteógeno que guarda la semilla de la Campanilla Blanca, una de las especies que adorna los flancos de la autopista.  (foto 7)

En el entronque con Calle Cien la fealdad vuelve puntual.   (foto 8) Un vertedero de basura casera e industrial crece a los pies del barrio La Güinera.  Y el río más sucio que he visto en mi vida lo rodea.  (foto 9)

A la orilla de la carretera y parados bajo el sol dos hombres intentan vender antenas de televisión.  El más joven resiste, pero el viejo se ha sentado sobre el asfalto caliente.  Una ola de nuevos “negociantes” ha brotado a raíz de los despidos y al amparo de las nuevas leyes, pero no creo que se otorgue licencia para vender antenas.  A estos los cargan en cualquier momento.   (foto 10)

Otros luchadores encontramos a los que casi podríamos llamar mineros del recebo.  Han abierto un hueco al lado mismo de la carretera que si sigue con ese ímpetu pronto atravesará la calle por debajo.

Unas millas más allá el péndulo gira de nuevo hacia la belleza.  (foto 11) En la década pasada comenzó la construcción de un bonito reparto que hoy ya está casi terminado.  Es tan nuevo que nadie supo decirnos cómo se llama ni quienes serán sus privilegiados inquilinos.  Además, bonitos y variados en su arquitectura, no bloques igualitos como los del Eléctrico y Alamar.

Algunos apartamentos ya están habitados y desde uno de ellos un perrito curioso no nos pierde pie ni pisada.   (foto 12)

Grande fue nuestro contento al topar con un cristalino arroyuelo del que casi nos animamos a beber, pero a poco comprendimos que sus aguas brotaban de una tubería rota. (foto 13)  He leído en el conservador diario Granma que más del 60 percent del agua bombeada en la ciudad se evade por los salideros.  Este es uno de ellos, y tan viejo, que un montecillo ha crecido a sus expensas.  La sequía azota a la Habana, pero ni aun así estos problemas logran resolverse.   (foto 14)

Y hablando de salideros, en medio de la “revolución energética” las luminarias de la calle permanecen encendidas aun bajo el sol del mediodía.   (foto 15)

Ya cerca de la meta nos cruzamos con la famosa estación de policía “Cien y aldabó.” conocida jocosamente como Cien y se Acabó.  Tras las tapias de la Unidad un gran letrero reza “REVOLUCION ES FIDEL.” No lo retratamos porque pretendíamos seriamente llegar a la clínica.

Los Pinos es un barrio normal con casitas modernas de una a dos plantas, pero tiene una zona donde se percibe su antigüedad.  (foto 16) Una estación de trenes en ruina y unas bonitas casonas de madera con techo a dos aguas sobreviven de un pasado que se va desdibujando.   (foto 17)

Cuando encontramos la clínica nos dió mala pinta por lo destartalada, pero ya dentro la doctora, amable y atenta, nos devolvió la calma.  (foto 18) Un estafilococo y un hongo andan gozando sobre la piel de Bruno; ahora el asunto es convencerlos de que se vayan a joder a otra parte.