Margarita Mora: el problema es que no tengo tiempo

Texto y fotos por Néster Núñez (La Joven Cuba)

HAVANA TIMES – Margarita Mora Ortega está embarazada de 7 meses. Con 32 años no lo esperaba: tiene una hija de 14 y un varón de 13. “En aquel momento quisimos interrumpir el embarazo, pero no fue posible”, recuerda.

Su situación es desesperante. En el cuarto de 3 x 3 metros donde vive la familia, no hay espacio para la cuna de la bebé que llegará en agosto. Necesitan al menos unas planchas de cinc o fibrocemento para techar la parte delantera de la vivienda, levantada hasta la altura del arquitrabe.

Desde hace meses Margarita y su esposo Yosmani Lázaro han acudido a todas las instancias de la Dirección Municipal de la Vivienda de Cárdenas, en la provincia de Matanzas, para solicitar esa ayuda.

−No queremos que nos las regalen. Nosotros las pagamos poco a poco, pero no a los precios que están en la calle−, dice ella.

−El otro día pasó un hombre por aquí proponiéndonos tejas venezolanas recicladas, no nuevas −añade su esposo−. Pero a 5 000 pesos cada una. Y necesitamos 10.  Saca tú la cuenta. La verdad es que no puedo.

La familia de Margarita y Yosmani vive en Maquinaria, un barrio del central Humberto Álvarez, perteneciente a Santa Marta. Los separa muy poca distancia del polo turístico de Varadero, aunque los visitantes no tienen por qué conocer estas realidades.

−El varón y la hembra duermen allá atrás, en casa de mi hermana −explica Yosmani−. Ella y mi cuñado sí pudieron hacer su casa de placa y tienen mucho más espacio. Pero tienen cuatro hijos. Ellos y los dos míos duermen en la sala. ¿Tú has visto un albergue de la escuela al campo? Algo así. El refrigerador también lo tenemos en casa de mi hermana, aquí no cabe. Yo quisiera tener a mis hijos aquí, lo demás no me importa.

El delegado de la circunscripción, en cambio, sí está al tanto de todo.

−Es la única persona que realmente se ha preocupado por nosotros, que quiere hacer algo, pero no tiene cómo.

Es proverbial la maquinaria de burocratismo, razonamientos absurdos y desinterés de los funcionarios que deben estar al servicio del pueblo para atender sus problemas. Como si no les doliera o no les importara demasiado. “Hay que hacer lo establecido, paso a paso −dicen−. Poco a poco. Con calma”. Son distintos los tiempos del que tiene un techo sobre la cabeza y del que no lo tiene.

Lo primero, según ellos, debe ser legalizar el terreno y la vivienda. Margarita y Yosmani vivían en Los Pozos, otro barrio del Humberto Álvarez. La casa, de madera, es propiedad de la madre de Yosmani y cohabitaban allí con dos de las hermanas de este, que a su vez lo hacían con sus esposos e hijos. Algo insostenible. Un día se pusieron de acuerdo y limpiaron los terrenos marginales donde había un vertedero. Levantaron sus casitas con lo que encontraron, como pudieron.

−Y todos los días decían: “Mañana van para allá, que te van a demoler aquello, que te van a sacar”. Los niños asustados, llorando… ¡Aquello fue…! Que si el jefe de la Policía venía, que si iba a sacar a todo el mundo… terrible. Y estábamos en plena pandemia −recuerda Margarita.

“Todas las madres fuimos para el gobierno de Cárdenas con nuestros hijos vestidos de uniforme, porque el barrio tiene como 40 niños. Eso sonó bastante. El gobierno dijo que nos quedáramos tranquilos, que nos iban a dar el terreno. La empresa que lo tenía lo traspasó a Vivienda y ya no nos lo van a quitar. A principios de este año vinieron a decirnos que nos iban a legalizar. Pero ahora priorizan el barrio de la torre, porque temen que se caiga y los quieren sacar.

“Dicen también que no se pueden acelerar los procedimientos porque nos van a legalizar y tenemos que esperar. Pero nos toca de últimos. Y cuando saquemos los papeles y legalicemos, el Estado podrá hacer por mí. Una se acoge a la ley de las madres con tres o más hijos y eso es lo que dicen. Pero si podemos ir haciendo algo por nuestra cuenta, que empecemos, que todo va a estar legal. Y yo me pregunto: si al final nos van a legalizar, ¿por qué no aceleran unos cuantos casos como el mío, que tengo esta situación? Las mismas personas de Planificación Física vinieron aquí y yo les pregunté: “¿Yo paro, y dónde pongo la cuna? Yo sí quisiera esperar por ustedes, el problema es que no tengo tiempo”.

Sin embargo, sí les prometieron ayuda inmediata: cinco sacos de cemento y un metro cúbico de arenisca para… el techo no, por supuesto, para el piso. Parece que hay un plan gubernamental para eliminar los pisos de tierra.

− Yo no sé qué midieron o qué anotaron, porque los papeles allá dicen que tenemos 15 m2 cuando en realidad el espacio que tenemos es de 28. Y eso, para un prepiso de tres centímetros de grosor.

“Ponen a una empresa para apadrinarte, para que te ayuden con lo que necesites y ellos puedan. A nosotros nos tocó la empresa de Servicios Comunales de Cárdenas. El director todos los días me llamaba y me decía: “Mañana sí voy, mañana voy, ya yo tengo todos tus materiales. Te aprobaron tantos y te voy a dar más”. Nos dijeron que teníamos que pagar los materiales en el rastro, a precio de Estado, no a los 5 000 pesos que cuesta el saco de cemento por la calle. Poco a poco hicimos ese dinerito y lo guardamos. Él nos dijo que no teníamos que pagar nada, que la empresa nos lo iba a donar, que mil y pico de pesos no eran nada…

“Conclusión, me dijo que ya tenía los materiales en sus manos, que los había pagado e iba a mandarlos con el jefe de su brigada, y además nos haría el piso… Y hace unos días me enteré con el delegado de que ese director explotó y nunca tuvo ningún material en la mano. Todo fue mentira. Había dicho incluso que vería si conseguía unas tejas de fibrocemento recuperadas para dárnoslas. Todo ha sido una mentira detrás de la otra, y solución no ha habido ninguna.

“También pregunté por puertas y ventanas, y tampoco. “No sé a quién hay que ver para eso… Ya eso es otra cosa”, es lo que te dicen. No hay y no hay y no hay. Te dicen que están priorizando a los afectados por el ciclón en Pinar del Río.

Yosmani deja ver su molestia:

−Compadre, la solución pudiera ser fácil, fácil. Tú vas ahora mismo a la construcción de una obra cualquiera en Varadero y hay una cantidad tremenda de tejas de cinc moderno, que las cogen para delimitar el área. Terminaron de trabajar ahí y se desaparecen. Después ves a la gente vendiéndolas por la calle. Compadre, dáselas a tus trabajadores. Véndeselas a un precio no muy alto para que resuelvan su problema de vivienda. Yo estuve trabajando en la construcción del hotel Oasis, y me fui de ahí porque no se ganaba.

Ahora trabaja como ayudante en una dulcería, porque es lo que les está dando de comer. El dueño le paga por producción. Si es grande, 600 pesos. Si se hace menos, 300. Y así. A veces no hay harina o  huevos y pasan días sin trabajar.

−Los de la Seguridad Social vinieron aquí y una de las muchachas me dijo: “Coge todo lo que te den. Sí, cómo no, coge tu chequera” −dice Margarita.

−Entonces sacaron la cuenta −interviene Yosmani− y le dijeron que, según lo que ganaba yo en la dulcería, le tocaban 300 pesos. ¿Es o no una burla? Dime.

Los niños estudian en la secundaria en Guásima, a unos cuantos kilómetros de distancia. Cada lunes tienen que pagar 400 pesos para ir y venir de la escuela en un coche tirado por caballos. Al mes son 1 600, más los mandados, la merienda…

−Y hay que ir guardando para la canastilla. Pero en la cuenta que sacó Murillo, con el nuevo salario alcanzaba para todo −apunta Margarita−. Si a mí me cierran esta parte con un techo, yo aquí hago una división. Yo no quiero tanto espacio. Yo no quiero más. Que me lo vendan a plazos. 

Un enfermero intensivista del hospital de Cárdenas, un chofer de Transgaviota y una muchacha que es lonchera en un hotel levantaron sus casas en Maquinaria. Todos trabajadores honrados. Se llevan bien, se ayudan entre ellos. No hay robos, no hay borrachos.

Uno de los vecinos llega y se interesa por la conversación. Quiere que vayamos también a su casa. Con  la osadía de quien no tiene nada que esconder, cuenta que todos los materiales los sacó del vertedero. No tiene ni que decirlo. Su esposa está embarazada y su otra bebé duerme. Un fan de computadora sopla un poco de aire caliente sobre ella. El otro niño juega afuera.

Ellos sí obtuvieron el cemento para el piso. Tampoco les alcanza para toda la casa, pero algo es algo. Lo peor es que su techo se filtra cuando llueve. Y si es con viento, la cama del varón se moja. Tienen que moverla y poner un nailon en donde debe ir la ventana.

Familias como estas se cuentan por miles a lo largo de la Isla. Gente honrada que solo quiere trabajar y que los salarios les alcancen para llevar una vida digna. Pero como no es posible en la Cuba actual, esperan recibir la ayuda justa por parte del Estado.

En dos meses Margarita dará a luz. Ojalá que antes la maquinaria burocrática, ahora oxidada, se engrase para que su criatura tenga al menos un techo donde vivir junto a sus padres y hermanos.

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