Los jubilados cubanos, los grandes perdedores

con la reformas económicas

Fernando Ravsberg*

Alcides Pérez se levanta de madrugada para comprar periódicos. “Uno se cansa pero hay que trabajar”.
Alcides Pérez se levanta de madrugada para comprar periódicos. “Uno se cansa pero hay que trabajar”.

HAVANA TIMES — La crisis económica de los años ’90 llevó a gran parte de la población cubana a la pobreza, pero las reformas posteriores han permitido que diferentes sectores de la población mejoren su nivel de vida, por las más variadas vías y mecanismos.

Sin embargo, uno de los grupos que no ha logrado recuperarse de la crisis es el de los jubilados, cuyas pensiones de US$15 mensuales no les permiten llegar a fin de mes. Por eso las calles de Cuba se han poblado de ancianos tratando de ganarse la vida.

Muy temprano en la mañana, los kioscos se llenan de abuelos comprando periódicos para revender, mientras a la misma hora otros empiezan a asar el maní que ofrecerán en los semáforos y algunos se preparan para pasar el día cuidando automóviles.

La reducción de las subvenciones y el constante aumento de precios les obliga a seguir buscando el pan después de haberse jubilado. Cualquier cosa sirve, desde vender encendedores en la calle hasta recolectar latas vacías de cerveza y cartones.

Al que madruga…

A Alcides Pérez, de 76 años, se le encuentra cada día, entre las 4 y 5 de la mañana, en el poligráfico (la imprenta nacional) recogiendo periódicos y revistas para revender en la ciudad. “Yo soy jubilado y vendo periódicos porque la pensión es muy bajita”, nos dice sonriente.

Luisa Bolaños completa su pensión vendiendo encendedores en la calle.
Luisa Bolaños completa su pensión vendiendo encendedores en la calle.

Antes de jubilarse trabajaba como Jefe de Vigilancia del Ministerio de la Construcción. Nos explica que “el gobierno me da una cuota de periódicos y eso me sirve para ganar algo, pero es poco” y agrega que está en la calle hasta que los vende todos. “Uno se cansa pero hay que trabajar”, dice.

Apenas dejamos a Alcides en la puerta del Hotel Inglaterra, nos topamos con una señora que va revisando las papeleras del Boulevard San Rafael. “Yo recojo materia prima para Comunales”, nos explica Dagmaris González, de 70 años.

Busca latas de refresco y de cerveza para vendérselas al Estado. “Con un saco lleno de latas aplastadas se ganan 60 o 80 pesos (unos US$3) y se puede recoger en un día. No me siento muy bien pero gano 242 pesos (US$10) de jubilación y eso no alcanza”.

La ayuda que no llega

A pocos metros de Dagmaris, en un escalón de la puerta lateral del Gran Teatro de La Habana se sienta Luisa Bolaños vendiendo encendedores. “Yo gano de retiro 200 pesos pero me queda en 141 pesos (menos de US$6) porque me descuentan por el refrigerador”.

“Tengo 68 años y debo mantener a mi madre de 98 años”, nos explica Luisa y agrega: “Estoy pidiendo a Bienestar Social ayuda, pero hace ya un año que la solicité y aún no he tenido respuesta. Dicen que hay que esperar a que investiguen”.

Dagmaris González trabaja todo el día para llenar un saco de latas por el que recibirá US$3.
Dagmaris González trabaja todo el día para llenar un saco de latas por el que recibirá US$3.

Paro el automóvil a pocas cuadras, en el semáforo de Paseo del Prado y Malecón y otro anciano, José Romero, se acerca a mi ventanilla para ofrecerme maní. “Yo vendo maní por necesidad, si no, no lo hiciera; es que la jubilación no alcanza”, me dice.

Antiguamente era administrador de una bodega (tienda de alimentos) y ahora empieza su jornada “a las 5 de la mañana, cuando comienzo a tostar el maní y sobre las 8 vengo para aquí”

“Sólo trabajo 3 o 4 horas para ganar lo diario, unos 50 pesos (US$2)”, explica.

El descanso

De regreso a casa paso por el supermercado y me quedo conversando con Félix Batista, un señor de 76 años que cuida los automóviles, una actividad a la que se dedican bastantes jubilados. Durante su vida laboral fue jefe de inversiones de la industria deportiva de Cuba.

“Yo empecé aquí porque estoy retirado y la moneda no me daba. La gente da lo que quiera, 0.50 o $1 peso. Al mes saco unos 400 pesos (US$17), con eso tengo un estándar de vida normal”, nos dice y asegura estar “agradecido de la revolución porque tengo otro trabajo más”.

En medio de esta situación, entre los ancianos la revolución sigue teniendo gran apoyo a pesar de que muchos viven en la pobreza. La mayoría de ellos conocieron el sistema anterior a 1959 y lo sufrieron porque pertenecían a los sectores más desfavorecidos.

Eran los más pobres, los que se beneficiaron de la reforma agraria, recibieron la propiedad de la casa que alquilaban y mandaron sus hijos a la universidad, pero seguramente nunca se imaginaron que al final del camino no tendrían derecho al descanso.

(*) Publicado con la autorización de BBC Mundo.