Los cubanos homenajean a su Patrona entre crisis y éxodo

La profunda crisis económica ha recortado las ofrendas que se dejan en el altar a la entrada de la iglesia de la Virgen de la Caridad del Cobre / 14ymedio

Por Natalia López Moya (14ymedio)

HAVANA TIMES – El calor y la falta de suministro de agua en amplias barriadas de la capital cubana no impidieron que este domingo la iglesia de la Virgen de la Caridad del Cobre en la esquina de Manrique y Salud, en Centro Habana, se llenara de devotos que celebran este 8 de septiembre el día de la Patrona de Cuba. Los efectos de la inflación y del éxodo masivo, sin embargo, sí se han hecho notar.

El ramo de girasoles, con sus pétalos de color amarillo en homenaje a Cachita, ya ha llegado a los 1.000 pesos cubanos, el doble del precio de los puntos de venta alrededor del templo hace dos años. En esta ocasión, la profunda crisis económica ha recortado también las ofrendas que se dejan en el altar a la entrada de la iglesia, entre las que se incluyen velas, estampitas y algunos presentes a la Virgen.

«Venir aquí ya fue un sacrificio», cuenta Celeste, de 68 años, que llegó junto a su hija y un nieto. «Esta es la única familia que me queda en Cuba y hemos venido a pedirle a Oshún [equivalente de la Virgen de la Caridad del Cobre en la religión yoruba] para que se puedan ir rápido y sin peligros en el camino». La familia accedió a la iglesia poco después de las cuatro de la tarde para la misa oficiada por el cardenal Juan de la Caridad García, arzobispo de San Cristóbal de La Habana.

En el amplio recinto, el promedio de edad de los presentes superaba los 50 años, muestra del éxodo que sufre la Isla / 14ymedio

En el amplio recinto, el promedio de edad de los presentes superaba los 50 años, muestra del éxodo que sufre la Isla. Algunos niños, acompañados por sus abuelos, destacaban entre tantas canas y daban la nota divertida en medio de la sobria ceremonia. Al fondo del local, sobre un arco apoyado en regias columnas, una frase en latin no podía ser más contradictoria con la realidad de falta de jóvenes: beatam me dicent omnes generationes [me tendrán por bienaventurada todas las generaciones].

En contraste con la poca cantidad de jóvenes y niños, los que no han faltado a la cita son los policías y agentes de la Seguridad del estado que vigilan de cerca, cada año, la conmemoración del 8 de septiembre y, en especial, la procesión que recorre varias calles de uno de los municipios más poblados de La Habana. El rectángulo que forman Manrique, Zanja, Galiano y Reina son la ruta por la que pasea la estampa de Cachita, acompañada de curas, monjas, feligreses, santeros y segurosos

Desde la avenida Galiano, unas vallas metálicas y varios policías controlaban este domingo el paso hacia el templo habanero donde se rinde tributo a «la madre de todos los cubanos». En las cercanías de la iglesia, el cordón de vigilancia era más estricto y, significativamente, las amplias montañas de basura que ya son parte del paisaje de la zona, habían desaparecido de las proximidades.

Sin las inmundicias tan cerca, los vendedores pudieron desplegar sus mesas con collares, tallas en madera remedando la imagen de la Virgen mambisa, ramos de flores y muñecas vestidas con trajes amarillos. Pero, a diferencia de otros años, los comerciantes no gestionaban este domingo una avalancha de clientes porque los altos precios disuadían a algunos y otros, simplemente, ni siquiera han llegado hasta el lugar.

Engalanada de globos con los colores de la bandera cubana, la imagen de la Caridad del Cobre que salió en procesión iba protegida dentro de una urna de cristal. Pasadas las cinco de la tarde el cortejo con Cachita asomó por la puerta de la iglesia y fue recibida con aplausos, lágrimas y cientos de brazos alzados que intentaban captar el momento con sus teléfonos móviles. 

«Hay mucha gente pero hay menos gente que otros años», sentenciaba un joven que intentaba transmitir en vivo por sus redes sociales el momento de la salida de la Virgen. «Casi no tengo 4G así que no sé si están saliendo las imágenes», lamentaba. «Le estoy tratando de mandar el video a mis hermanas, que se fueron hace unos meses y venían mucho a esta parroquia. Una está en Madrid y la otra en Valencia, pero siguen siendo muy devotas de Cachita».

Escaseaban también las sonrisas. La procesión que hace unos años tenía cierto toque de fiesta y jolgorio, iba esta vez más introvertida y circunspecta. Los rostros más delgados, menos pétalos cayendo desde los balcones debido a los altos precios de las flores, también más recogimiento y menos gritos espontáneos, como los que hace unos años llegaron incluso a propalar la necesidad de un entendimiento nacional y de «aceptarnos todos, bajo el manto de Cachita». 

La jornada ha estado influida desde el comienzo por los rezos y reclamos por la dura situación que atraviesan las familias cubanas / 14ymedio

Durante el periplo se escucharon los aplausos, vivas a la Virgen y tonadas como «Y si vas al Cobre, quiero que me traigas una Virgencita de la Caridad». Megáfono en mano, el Cardenal, pidió a la Patrona de Cuba que ayudara a los residentes en la Isla a “resolver los graves problemas económicos, políticos y sociales” que sufren en una debacle de la que no se ve solución a corto ni mediano plazo.  

En otras parroquias del país se realizaron procesiones y misas similares, especialmente la que tuvo lugar en el Santuario del Cobre en Santiago de Cuba, donde participaron decenas de personas para celebrar el aniversario 412 del hallazgo de la imagen de la Virgen.  

Por lo demás, la jornada ha estado influida desde el comienzo por los rezos y reclamos por la dura situación que atraviesan las familias cubanas. Para la ocasión la superiora de las Hijas de la Caridad en Cuba, Nadieska Almeida, publicó un texto en Facebook describiendo la profunda crisis que atraviesa la Isla. «También yo como cubana sufro cuando hay que levantarse sin fuerzas, cuando la esperanza parece apagarse». La religiosa lamenta «tantas muertes innecesarias por hambre, por falta de recursos, y lo que es más grave, por negligencia, porque nuestro daño es tan severo que el otro deja de importarnos».

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