Los comedores comunitarios cubanos en decadencia

Comedor del Sistema de Atención a la Familia (SAF), La Guantanamera, en la calle Miró entre Agramonte y Morales Lemus en la ciudad de Holguín / 14ymedio

Por Miguel García (14ymedio)

HAVANA TIMES – Tomás, de 81 años, se sintió afortunado. «Hoy sí dieron plato fuerte, un huevo hervido, además había potaje de chícharo que traje para la casa. Con este frío el cuerpo pide algo así», enumera la comida que compró en el comedor del Sistema de Atención a la Familia (SAF) del barrio de Pueblo Nuevo, en la ciudad de Holguín. Una red de comercio subvencionada especialmente golpeada por la crisis económica que atraviesa Cuba.

«Normalmente a finales de mes siempre escasea la proteína y es un milagro que todavía haya huevo», explica Tomás a 14ymedio. Por el precio de 2,60 pesos la unidad, el anciano compró un huevo hervido y además sumó una ración de arroz blanco por 2,65 CUP, una porción de yuca hervida por 14 y una sopa aguada de chícharo por 1,65. Para acompañar el menú, añadió un refresco, hecho a base de sirope, por 5 pesos.

«No me gusta comer allí, prefiero traer la comida para mi casa y decidir a qué hora me como qué cosa», explica. En su humilde cocina, Tomás coloca los pozuelos con los alimentos que ha comprado en el SAF y decide qué se servirá para el almuerzo y qué guardará para la comida. Sabe que no tendrá nada más para llevarse a la boca durante el día, así que trata de organizarse.

Porción de alimentos de un comedor SAF holguinero de este viernes: huevo hervido, potaje de chícharos, yuca hervida y refresco / 14ymedio

«A veces no hay proteína, aunque en el comedor que me toca a mí los trabajadores son bastante luchadores y se fajan con la gente del municipio para que les manden suministros, pero se ve que cada vez les cuesta más trabajo lograrlo». Este mes, Tomás ha comido huevo y un embutido parecido a una morcilla como plato fuerte. Las frutas o las verduras no llegan «hace años», advierte.

«Los trabajadores se esfuerzan, ellos compran las especias, muchas veces de su bolsillo para que tenga algo de sabor», añade Tomás que come en los SAF desde 1996, cuando comenzaron a funcionar. Una discapacidad física, sumada al envejecimiento, lo han hecho dependiente por casi tres décadas de un mecanismo del que se ufana ser «fundador» y conocerle cada detalle: sus mejores momentos y su actual deterioro.

En toda la provincia de Holguín son más de 6.400 las personas que, como Tomás, reciben una ración de alimentos a través de los comedores SAF, según datos publicados por la prensa oficial a finales de 2021, pero el número puede haber crecido significativamente en la misma medida en que aumentan la inflación y el desabastecimiento. En la cabecera holguinera, la cifra supera actualmente los 3.500 inscritos, distribuidos en 13 comedores. 

«Hace unos años nos daban desayuno, almuerzo y comida», recuerda el jubilado, que cuenta con una pensión de 1.543 pesos mensuales (un poco más de cinco dólares al cambio informal) y gasta un promedio de entre 20 y 25 pesos diarios en el SAF. «Incluso en ese lugar nos llegaron a vender también merienda, pero todo eso cambió cuando Raúl Castro tomó el poder [2008]. Se empezaron a recortar lo que decían eran ‘gastos innecesarios’ y perdimos la merienda, el desayuno y nos dejaron una sola comida al día».

Inés, de 79 años, no recuerda aquellos primeros momentos de abundancia en los SAF, porque solo pasó a estar entre los usuarios de esos comedores hace unos cuatro años, con la llegada de la pandemia. «Mi esposo murió y mi pensión no me alcanza para cocinarme. Nada más que en conseguir el arroz, el aceite y las sazones se me iría todo el dinero y no me quedaría nada para la proteína», cuenta.

Un trabajador social holguinero detectó la vulnerabilidad de Inés tras varios reportes de los vecinos. «Vinieron y me rellenaron un formulario que es mi expediente y que llegó hasta el Consejo de la Administración Municipal donde me aprobaron, pero llevó tiempo, se tardó casi tres meses. Me inscribieron en el comedor de Villanueva, que es en el que estoy hasta ahora».

Inés tuvo que demostrar que no contaba con implementos culinarios para cocinarse, solo así logró ser beneficiada con los comedores SAF / 14ymedio

Por ese proceso han debido pasar, con mayor o menor celeridad, las 76.175 personas inscritas en el SAF que asisten a 445 comedores de este tipo en la Isla. Un servicio que, con frecuencia, es blanco de las críticas por la mala calidad en la elaboración de los alimentos, que carecen muchas veces de especias, aceite o grasas. El deterioro de los platos no solo se debe al desabastecimiento oficial sino también al saqueo de productos que llevan a cabo los propios empleados, como ha hecho eco este diario en reportes anteriores.

«Todo el mundo tiene que vivir y entre los suministros que cada vez llegan menos y la necesidad de los empleados de tener algunos ingresos lo que llega al plato es cada vez menos», reconoce Inés. «Me lo como porque no tengo otra cosa, pero la comida no es buena, no dan deseos de comérsela, a veces hasta aguanto la respiración mientras la mastico para no cogerle ni el sabor».

«Un requisito para ser aceptado en los SAF es no contar con utensilios para cocinar: fogón, ollas, sartenes ni nada de eso. Nada de balita de gas o una hornilla eléctrica, hay que demostrar que uno no puede elaborar los propios alimentos que va a consumir», explica la anciana. «Hay que probar que uno es un caso crítico, que no puedes trabajar, ni tienes una familia que se ocupe de ti».

«Desde que empecé a comer ahí he bajado casi 30 libras, porque es poquito lo que venden para cada persona y, claro, solo se puede comprar una ración. No es que yo diga ‘dame dos huevos’ y me los lleve para la casa, me toca uno y eso es lo que hay», apunta. «Todavía sigue siendo barato el precio y el miedo que tengo yo y otros viejitos es que estén a punto de subirlo todo».

Esta semana el temor se ha extendido entre personas como Inés y Tomás, porque la profundización de la crisis económica y la falta de divisas para adquirir alimentos en el extranjero están llevando a los SAF al límite. «Hubo una reunión con un funcionario provincial de la Empresa de Gastronomía provincial para hablar sobre el futuro de los SAF», cuenta la mujer.

El directivo advirtió ante los empleados de los comedores de que la situación de las importaciones es crítica y tampoco se está logrando cumplir con el compromiso de los productores en las entregas de alimentos para el servicio a personas vulnerables. «Estamos estudiando otras formas a través de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) para que recaben alimentos para los ancianos de la zona», dijo.

La alusión a involucrar a los CDR en la recogida de viandas, granos y otros productos para garantizar la comida en los SAF ha generado una honda preocupación. «En estos momentos funcionan mal pero por lo menos están, no puedo imaginarme levantándome sin tener garantizados al menos unos chícharos aguados y un poco de arroz», teme Inés.

«Lo que nos venden ahora no alcanza ni para un gato, imagínate para una persona, pero algo es algo», concluye. 

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