Lecciones de 100 días que estremecieron a Nicaragua

cuando se puso en jaque a la dictadura

Ilustración por Confidencial

Jesús Téfel, Yarithza Mairena, y Ernesto Medina: “los liderazgos visibles están presos, pero el liderazgo de base está intacto, organizándose”

Por Iván Olivares (Confidencial)

HAVANA TIMES – “Esta es una mesa de rendición para negociar su salida”. La frase -mil veces celebrada- que pronunciara Lésther Alemán durante la primera sesión del primer Diálogo Nacional, en mayo de 2018, resumía la ilusión en las calles cerradas por las barricadas construidas por los ciudadanos, para evitar que las ‘caravanas de la muerte’ entraran a sus barrios, como finalmente sucedió.

“En ese momento, el pueblo en las calles tenía puesta su esperanza en que mantener la lucha cívica y pacífica, iba a terminar con la dictadura”, señala Yarithza Mairena, estudiante expulsada de la UNAN-.Managua, excarcelada política y representante de la Unión de Presas y Presos Políticos (UPPN), En vez de eso, el régimen se atrincheró, comenzó a usar de manera hipócrita la figura del ‘golpe de Estado’, y siguió dándole largas a un ‘diálogo’ cuyo único fin, como se sabría después, era ganar tiempo para organizar e implementar su ‘Operación Limpieza’.

El académico Ernersto Medina Sandino, ex rector de la UNAM y la UNAN-León recuerda la reacción del canciller de la dictadura, Denis Moncada, cuando leyó la propuesta de mecanismos constitucionales para solucionar la crisis. “Esta es la receta para un golpe de Estado”, les dijo al leer un documento en el que se hablaba de preparar “elecciones libres, devolver al país el orden constitucional, que estaba totalmente atrofiado; darle independencia a la Corte Suprema de Justicia…”.

La Rebelión de Abril “tuvo la capacidad para poner a la dictadura contra las cuerdas. La ciudadanía, de manera autoconvocada, generó todas las condiciones para una transición democrática, cívica y pacífica. Viéndolo ahora en retrospectiva, pudieron haberse hecho cosas distintas en las negociaciones… se pudieron haber planteado cosas diferentes desde ciertos poderes fácticos”, reflexiona el activista Jesús Téfel, integrante de la Unidad Nacional Azul y Blanco.

Una de esas cosas que pudieron haberse hecho de manera distinta, es que se hubiera establecido un diálogo entre la gente en las calles, y la Alianza Cívica sentada a la mesa del diálogo, que en ese momento representaba a la mayoría de los ciudadanos en rebelión.

“Esa falta de diálogo de las perspectivas y de las estrategias que estábamos visibilizando, fue lo que no permitió acciones coordinadas para aumentar la presión en contra del régimen”, recuerda Mairena, pensando en lo que se podría haber logrado, si la movilización en las calles, hubiera operado de forma coordinada con lo que se hablaba en el Diálogo, y lo que pudiera hacer la diplomacia internacional.

En vez de eso, llegó la represión, que tuvo sus dos picos en la ‘Operación Limpieza’, de finales de mayo, más junio y julio de 2018, y luego, en las mismas fechas de 2021, cuando el régimen apresó a líderes cívicos y gremiales, así como a todos los candidatos presidenciales, para asegurar que Daniel Ortega y su esposa la vicepresidenta, Rosario Murillo, serían los ganadores de las votaciones del 7 de noviembre de 2021.

Yarithza Rostrán, Jesús Téfel y Ernesto Medina, fueron entrevistados en el programa Esta Semana sobre las lecciones de la Rebelión de Abril en el esfuerzo de la oposición, cuatro años después, para encauzar al país hacia una transición democrática.

La Clausura total

Recordando 2018, Mairena dice que “una de las cosas que nunca esperábamos, era la cruel represión que se iba a desatar y la persecución política en contra del estudiantado, que provocó más de 100 expulsiones arbitrarias [incluida ella misma], y el encarcelamiento y desplazamiento de miles de estudiantes”.

Medina confirma que “no estábamos preparados para la represión”, en parte, porque pensábamos que si estábamos en un diálogo, es porque había voluntad para buscar una solución a la crisis, “que ya se sabía que era muy grave y muy profunda”, mientras Téfel recuerda que “la gente estaba en la calle, y Ortega tomó la decisión de frenarlo todo a punta de bala, represión y cárcel, y nosotros no estábamos por una vía armada”.

Tres años después, Ortega volvió a reprimir, pero esta vez usando más garrotes y barrotes, que balas, en un escenario que, cuando se cumplen cuatro años de la Rebelión de Abril, significa 170 reos de conciencia en las cárceles, luego de ser sometidos a juicios que resultaron en condenas utilizando su leyes espurias.

“¿Estábamos listos para algo así y poder hacerle frente? Posiblemente no”, reflexiona Téfel, pensando en que no previeron las consecuencias de que todo el liderazgo terminara en la cárcel, en el exilio, o escondido dentro de Nicaragua. “Eso era imprevisible. No creo que hubiéramos tenido la capacidad de recibir ese golpe sin haber sufrido esas consecuencias”, admite.

Cuatro años después

“El país no puede seguir el rumbo que lleva ahora, y si bien es cierto, Ortega ha consolidado su poder con el control total, también la gente ha dado muestras de que no se resigna a seguir viviendo de esa manera. Lo demostró el día de las elecciones de noviembre del año pasado, y con esta protesta silenciosa que vemos todos los días”, señaló Ernesto Medina.

La oposición tiene ante sí el reto de organizar al liderazgo nacional, ampliar sus miradas para sumar a sectores que ahora están en silencio, aprovechar el apoyo expresado por más de una veintena de cancillerías del continente, y recuperar la confianza de la ciudadanía nicaragüense por medio de un liderazgo confiable que permita mostrar que sigue vigente la lucha que estalló en abril de 2018, coinciden los tres líderes opositores.

“Lo principal es impulsar los diversos liderazgos que hay todavía en la oposición, que son indispensables para continuar esta lucha cívica y pacífica”, señaló. Téfel por su parte, detalló que “la oposición está ahí. Es cierto que los liderazgos visibles están presos, pero los liderazgos territoriales, los liderazgos de base siguen intactos, aunque estén escondidos. No están manifestándose en las calles, pero están ahí, organizándose”.

En referencia a la necesidad de renovar, ampliar y relanzar la unidad entre ciudadanos y organizaciones forjada al fragor de la Rebelión de Abril, Medina Sandino consideró “preocupante” que dos sectores tan importantes como la empresa privada y la Iglesia, se mantengan en silencio.

En un ejercicio de autocrítica, Medina dijo que “hemos tenido un discurso confrontativo, amenazante, contra el sector privado, y quizás con razón, pero una oposición responsable tiene que entender que el sector privado es un actor clave en el futuro de Nicaragua, y que en lugar de empujarlo a los brazos de la dictadura, hay que acercarnos para construir una alianza amplia, que es lo único que dará al traste con la dictadura”.

Tefel por su parte, señaló no solo la “abstención total”, con la que la ciudadanía respondió a la farsa electoral del 7 de noviembre pasado, sino también “el hartazgo de algunos funcionarios del Gobierno”, para asegurar que “está creciendo el descontento a lo interno del Frente Sandinista, fenómeno en gran medida ocasionado por la actuación de Rosario Murillo y de Daniel Ortega”.

La demanda de justicia

“Un dictamen de crímenes de lesa humanidad, no sólo pondría a Ortega en un dilema a nivel internacional, sino que provocaría un cuestionamiento interno en el Frente Sandinista. Rosario Murillo ha estado utilizando o ha mencionado los crímenes de lesa humanidad en sus últimos discursos, precisamente porque le preocupa el hecho de que la justicia sea de lo que nunca va a escapar, y lo que nunca van a poder solucionar”, expresó la expresa política.

Mientras ve cómo se erosiona poco a poco el antiguo control en apariencia monolítico del Frente Sandinista sobre sus bases, el profesor Medina asegura que “la gran responsabilidad está en manos de la oposición”, pero que “el futuro es complicado… si la oposición no tiene el coraje, la honestidad, de asumir la responsabilidad de deponer las posiciones que nos siguen dividiendo”.

“Si logramos estructurar una posición con una estrategia clara, que logre entusiasmar a la gente, y que la gente sienta que tiene un liderazgo responsable, con ideas claras, creo que se puede comenzar un nuevo movimiento que terminará dando al traste con Ortega”, añadió.

Esos esfuerzos deben estar acompañados por un discurso “menos polarizante, más ciudadano, más nacional”, que busque una solución al conflicto “entre nicaragüenses”, lo que implica entender que el obstáculo para que Nicaragua tenga un mejor futuro es “este sistema dictatorial que nos ha traído en una deriva de pobreza, de miseria, que no vamos a solucionar mientras sigamos teniendo la misma gente a cargo”, explicó Téfel.

Vencer la fragmentación

En el campo internacional, Téfel reconoce que uno de los problemas de la lucha que estalló en abril de 2018, es la falta de sincronización en las distintas formas de presión que se puede hacer en contra de la dictadura: desde la movilización social en su momento, hasta la presión internacional.

Recordó que la presión de la comunidad internacional ocurre “a través del convencimiento de los tomadores de decisión de otros Gobiernos, a través de los canales diplomáticos, que, queramos o no, son lentos, pero es lo que tenemos, y es lo que hay que buscar”.

De cara al futuro, y a la situación dentro del país, piensa que “la organización ciudadana, la organización política, social, tiene que estar lista para el contexto que nos venga”. Eso implica no volver a una situación en donde la ciudadanía no tenía representantes, había colapsado el sistema de partidos políticos, y no había credibilidad en las organizaciones civiles y gremiales.

“Lo que había era una total fragmentación, tenemos que vencer esa fragmentación, en parte ocasionada por el régimen, pero en parte también porque la acarreamos nosotros como sociedad”, argumentó.

Esa ‘fragmentación’ se manifestó, por ejemplo, durante la conformación de la Coalición Nacional, cuyos integrantes se enzarzaron en una gran discusión para decidir si debían permitir la participación -o no- de los partidos políticos, refirió Medina, sin obviar que los partidos políticos son el vehículo para participar en cualquier contienda electoral.

“Luego de eso, con una oposición así de fragmentada y descentralizada en los liderazgos más visibles, no se supo cómo dar la transición hacia una estrategia que conllevara a elecciones, y esto provocó, además de la separación entre todos los grupos que no estaban de acuerdo con las elecciones, una ruptura que hasta hoy seguimos sanando como oposición”, concluyó Mairena.

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