Las paradojas del Estado total

Yenisel Rodriguez

Folclor cubano

La omnipresente estrategia de control que implementa el Estado cubano hace que uno viva las experiencias más inverosímiles.

Y no creo que sea cuestión de ingenuidad política.  Uno puede llegar a comprender la lógica de funcionamiento del sistema, pero nunca predecir con total exactitud la diversidad de formas que pueden asumir la maquinaria de vigilancia civil.

Por ejemplo, uno hace conciencia de que para el gobierno cualquier iniciativa espontanea y autogestionada significa una acción contestataria.  Que el esparcimiento se le antoja antisistémico.

Sin embargo no deja de tomar por sorpresa a más de uno, que se haya instalado una cámara de vigilancia civil en el set donde actúa Lili, un lobo marino del Acuario Nacional.

Imagínense imbuidos en la algarabía ensordecedora que producen decenas de niños expectantes, la graciosita de un lobo marino bailando reggetón, y de pronto… puf, a vuelta de cuello ¡Allí estaba instalada la pupila panorámica de nuestro señor de los anillos!

Semanas antes, había visitado un círculo social obrero al oeste de La Habana. Aunque iba preparado para recibir una inspección minuciosa e irrespetuosa, no pude predecir lo que sucedería al fin.

Primero, la cola para entrar al establecimiento no se hacía frente a la entrada principal que lo identifica como institución recreativa, sino por una puerta de servicio ubicada casi al lado de las canchas de pelota vasca: una estrecha puerta de hierro.  Segundo, llegado el momento de la apertura comenzaron a salir por dicha puerta un batallón de agentes de seguridad, acompañados de un burócrata de voz y mirada ruda.  Todo esto para organizar la entrada de los asociados.

El burócrata se dirigió a nosotros:

-¡En fila!; -todo un jefe de pelotón, pensamos.

Nos pareció un performance, algo que junto con la ofensa que provoca el irrespeto a los derechos ciudadanos, también te puede matar de la risa.

Y para mayor sorpresa, cuando me disponía a responder sagaz y efusivamente al autoritarismo del jefe de pelotón, éste me lanza una mirada campechana, y poniéndome un brazo sobre el hombro me dice:

-¡Usted es bienvenido!; -desconcierto absoluto.

Golpeado cuando esperaba besos, besado cuando sostenía escudos.  Y así desde la dualidad y la ambigüedad que generan los Estados totales o casi totales; (para suerte nuestra); también se pierden y ganan batallas.

Cuando juzgas equivocadamente al individuo que representa al sistema, junto contigo también pierde este, porque muestra sus fisuras.  Cuando te ultraja aquel que parecía estar fuera de la estructura de control, gana el gobierno porque por algunos segundos (minutos, horas, etc.) se hace hegemónico.

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