La salvación de la naturaleza está en la superación del capitalismo

Por Pedro Campos, fotos: Caridad

HAVANA TIMES, June 11 — El capitalismo predador petrocéntrico cobra víctimas sobre y bajo las aguas, con sus guerras por el control del petróleo y sus corredores marítimos y terrestres, con sus gases de efecto invernadero, con la destrucción de áreas boscosas que guardan grandes tesoros de biodiversidad y también con derrames de crudos en el mar. De todas las consecuencias de la catástrofe del golfo de México hace falta más información a los ciudadanos de todo el mundo.

Este desastre debe servir para poner de relieve al verdadero causante y realizar una movilización internacional que convoque a todos los pueblos del mundo a luchar contra el  mismo. Hace falta más, muchas más informaciones sobre el fenómeno y la denuncia de todas sus nefastas consecuencias.

Los negocios afectados por el desastre acudirán a sus seguros. Los gobiernos de los estados afectados pedirán cuenta para que la British Petroleum pague los daños causados a sus capitales. Se multará a la compañía, se acrecentarán las medidas de seguridad de las plataformas, se cambiarán legislaciones sobre prospección, extracción, explotación y venta de petróleo. Pero ¿Será eso suficiente para a reponer los daños ecológicos, la desaparición de especies probablemente completas, el desastre invisible que está teniendo lugar en las costas, en los fondos marinos y en los cielos?

Ya no es posible seguir ocultando que el capitalismo explotador que busca ganancias a cualquier costo, es el causante principal de todo lo malo que está ocurriendo al planeta. Ese sistema que se extiende de sur a norte y de este a oeste. Los pueblos avanzan como puedan hacia el socialismo, o el deterioro del clima y el medio ambiente en la Tierra terminarán por hacer difícil o imposible la vida humana y de otras muchas especies.

Cuando revelarán los pueblos?

¿Qué más tiene que pasar, para que los pueblos se revelen contra el abuso de la naturaleza por el capital internacional?

Las relaciones de producción libremente asociadas de tipo cooperativo-autogestionario genéricas del socialismo, son superiores a las asalariadas del capitalismo por sus implicaciones morales: eliminan la explotación, la enajenación, las diferencias de clases y estimulan el colectivismo, la igualdad, la democracia, la justicia social y el tiempo disponible para el desarrollo espiritual, cultural, investigativo y de esparcimiento de los seres humanos.

Pero también y, especialmente, son superiores por sus consecuencias para la vida en la tierra, por razones prácticas muy concretas: al producir para satisfacer la necesidades y no para obtener ganancias acuden a la economía de recursos, procuran una mayor calidad y durabilidad de los artículos, no favorecen el consumismo predador de la naturaleza y consecuentemente estimulan la introducción de técnicas y fuentes limpias y anticontaminantes de energía, sin reparar en costos.

Así, claramente, al producir sin ánimo de lucro crematístico, las relaciones de producción de tipo cooperativo-autogestionario tienden espontáneamente a la preservación del medio ambiente y los ecosistemas, evitan el uso de químicos y tóxicos innecesarios que demanda el productivismo para la ganancia y promueve la imbricación del ser humano con la naturaleza, toda vez que la única manera de satisfacer las demandas de las crecientes poblaciones, solo podrá lograrse a partir de la conservación en la Tierra de las condiciones que posibilitaron el desarrollo de la vida.

Las evidencias prácticas de tales ventajas pueden encontrarse en cualquier cooperativa del patio o del extranjero, en las comunidades indígenas que viven en régimen cooperativo aunque primitivo.

Mientras la prioridad sea ganar dinero,  sacar ventajas lucrativas del mercado internacional,  obtener ganancias, no importa para lo que se enuncie, sea del capitalista privado o de un estado, el mundo estará en peligro de desastres como los del Golfo, en peligro de extinción.

Buscando excusas

Dicen que “no podemos sustraernos al mundo capitalista en que vivimos.  La globalización…El socialismo tiene que darse simultáneo en todos los países. Tiene que empezar por los más desarrollados…”

Tal es la justificación de los que nunca, en ningún lugar, harán el socialismo.  Algunos que antes de llegar al poder pensaban en el socialismo,  luego “decidieron” que !no hay condiciones!

Argumentan: “¿Socialismo en un solo país?”

Por alguno hay que empezar ¿no? ¿Y quien dice que no hay ya algo de socialismo en el seno del capitalismo mundial?

“¡Revisionismo!”, gritan.

Revisionistas son los que viraron al revés las teorías de Marx sobre el carácter cooperativo, libertario, emancipatorio y humanista  del socialismo y siguieron con el alienante trabajo asalariado, la nueva esclavitud, que nunca se propusieron abolir. Los que dogmatizaron algunas de sus ideas y otras que ni le pertenecían.

Los que interpretaron la “dictadura del proletariado” como la instauración de un régimen antidemocrático, violento, represor y sanguinario administrado por un partido y no como la República democrática de los trabajadores libres asociados.

Los que vieron incompatibilidad entre socialismo y derechos humanos. Los que olvidaron todas las enseñanzas de la Comuna de París sistematizadas por Marx y Engels. Los que fortalecieron el aparato burocrático del estado en lugar de hacer algo por extinguirlo.

Los que vieron el protagonismo no en la nueva clase de los trabajadores libre asociados, no en el pueblo,  sino en el “partido obrero de vanguardia.”  Los que jamás entendieron el marxismo como la práctica concreta misma, sino como la teoría que debía ser impuesta a la práctica por un grupo de salvadores, etc.

Todos esos, que con sus deformaciones esquemáticas del marxismo desprestigiaron y destruyeron las esperanzas socialistas surgidas con la Revolución de Octubre, contribuyeron a que el capitalismo se expandiera más aún desde finales del siglo pasado y con ello a la catástrofe que  sufre el medio ambiente.

El sistema capitalista internacional, ya en su fase imperialista, desde finales del siglo XIX con la intervención norteamericana en la guerra por la independencia cubana de España, en busca de expandir sus capitales e influencia, pasó del carbón al actual petrocentrismo mundial y al irracional consumo de materias primas, aguas, tierras y a la producción de alimentos y medicamentos artificiales para plantas, animales y personas (abonos químicos, insecticidas, pesticidas, productos químico-farmacéuticos tóxicos, alimentos sintéticos, etc.) generadores de desequilibrios ecológicos, destructores del medio ambiente que posibilitó el desarrollo del ser humano en el planeta, acabando los limitados recursos naturales de que dispone y generando trastornos y complicaciones a la propia naturaleza de los seres vivos.

La naturaleza tiene sus mecanismos de defensa

La naturaleza, que es un sistema en permanente búsqueda del equilibrio, cobra los daños que se le hacen, crea mecanismos de defensa y combate a quien intenta destruirla. Su peor enemigo no es el hombre que ella engendró como a otras especies, sino el sistema de producción destructor basado en el ánimo de lucro a costa de otros, de la misma especie.

Las empresas lucrativas del capitalismo y los estados por ellas dominados, priorizan sus gastos e inversiones en preservar el poder de los intereses creados, lo que explica la carrera armamentista, las guerras, la represión, el uso de las nuevas tecnologías solo para tales fines o su salida al mercado solo cuando ofrecen posibilidades lucrativas y especialmente la continuación de la petro-dependencia mundial.

Las investigaciones y el desarrollo de tecnologías de avanzada que busquen la economía de recursos y puedan desplazar del mercado a los intereses creados, no solo son limitados, sino que son obstruidos por los estados capitalistas, alegando que son “in costeables.” Y es lógico que así actúen: el desarrollo de las nuevas tecnologías energéticas, limpias y no contaminantes, como la solar, la eólica, la de las mareas, las olas o la geotérmica, por ejemplo, al desplazar –eventualmente- el petrocentrismo convertiría en chatarra inservible todo el capital invertido en la prospección, extracción, procesamiento y consumo de petróleo y sus derivados, el gran negocio capitalista del Siglo XX que tanta sangre ha costado a la humanidad, especialmente a los países productores que los imperialismos tratan de controlar.

Igual, el desarrollo de nuevos sistemas de transporte colectivo rápido, de mínimo consumo energético y máxima seguridad, eliminaría eventualmente de la competencia a las productoras de medios de transporte petro-dependientes y convertiría en artículos museables a la mayoría de los modernos automóviles, ómnibus, barcos y aviones con todo su sistema de terminales y abastecimientos, otros tantos grandes negocios del capitalismo moderno.

Por todas esas razones el gran imperio norteamericano invierte sumas irrepetibles en armamentos y en intentar salvar el sistema financiero especulativo y relativamente poco invierte en investigaciones científicas y en generar técnicas modernas no contaminantes que desplacen el petrocentrismo.

Desastre como alerta

Ojala que este desastre en el Golfo, alerte al pueblo norteamericano y éste por sus vías presione para que el estado acelere políticas anti-petro-céntricas. Pero Obama sabe que ya por negro tiene una bala en el camino que quizás su Servicio Secreto pueda desviar, pero lanzarse contra los intereses creados, generaría tal cortina de proyectiles  en su contra, que lo harían desaparecer a él junto con todo su sistema de escoltas.

Solo una gran movilización popular de todos los pueblos del mundo, contra el capitalismo predador y petrocéntrico, podrá salvar el planeta del desastre a que lo condena el ánimo de lucro.

Por eso de lo que se trata hoy a escala planetaria, no es de culpar a nadie en particular, sino de luchar contra el sistema de explotación asalariada del capitalismo, -el culpable del desastre ambiental como dijo Evo Morales-,  por todas las vías posibles allí donde y como se pueda, dentro o fuera del sistema burgués-ganancial, desarrollar las nueva formas de organización productivas de tipo cooperativo-autogestionaria, que demandan, desarrollan y consumen  las nuevas tecnologías capaces  de desplazar el petrocentrismo y el productivismo consumista predador de la naturaleza y el medio ambiente y de generar una nueva conciencia social eco-ambientalista y auto-sustentable.

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