La pequeña invasión cubana en ecuador
Por Gonzalo Ortiz*
HAVANA TIMES, 21 julio (IPS) — Carlos vendió su casa, Juana se divorció para poder casarse en destino y obtener así la residencia y Pedro compró una carta de invitación con los ahorros de 10 años… Las historias se suceden entre los cubanos en Ecuador y detrás de cada una aparece la ansiedad por aprovechar la oportunidad de vivir en este país.
¿Qué tiene Ecuador para que tantos quieran venir? Que es quizás el único país en el mundo que no exige visado de ingreso a los ciudadanos cubanos y que les ofrece una posibilidad, tras algunos trámites, de radicación.
El gobierno ecuatoriano de Rafael Correa proclamó una política de libre acceso al país en 2006 y abolió el requisito de las visas para cualquier ciudadano del mundo. Los visitantes tienen autorizada una estancia de 90 días sin ninguna exigencia a cambio.
La embajada de Ecuador en La Habana no cuenta con datos de la cantidad de cubanos que viajaron a este país, pues quienes lo hacen por turismo y por menos de 90 días no tienen que comunicarlo, pero las autoridades de migraciones en Quito indican que, restando los ingresos y egresos de ciudadanos de la isla desde 2006, los inmigrantes con o sin documento de residencia suman casi 7.800.
Aunque los viajes comenzaron en 2006, el auge se dio en 2008 y 2009 cuando llegaron 38.000 cubanos a Ecuador, mientras que en el primer semestre de este año ya son más de 13.000.
Para iniciar el trámite que le permita viajar necesita su cédula de identidad actualizada, una carta laboral o estudiantil de no objeción para quienes posean este vínculo y otra de invitación con una serie de formalidades.
Estas misivas deben hacerse a título personal por parte de familiares o amigos residentes en Ecuador, mediante un documento debidamente certificado ante notario público, que cobra entre 100 y 200 dólares, y legalizada ante el consulado cubano, el cual se encarga de remitirla a la isla con un costo de unos 200 dólares.
En Cuba la reciben los titulares mediante entrega oficial de la consultoría jurídica internacional del Ministerio de Justicia y es válida para presentar ante las autoridades de migraciones dentro del año a partir de la fecha en que se otorga. Según se comenta en Cuba, muchos «amigos» cobran por hacer la carta de invitación.
Con estos papeles el viajero puede obtener el permiso de salida de Cuba, un documento conocido como tarjeta blanca, que tiene un costo de 150 pesos convertibles (CUC). A ello hay que sumarle el pasaporte, válido por dos años y que cuesta 55 CUC, mientras que la prórroga cuesta 20 CUC. El total equivale a unos 222 dólares, según el tipo de cambio de una casa autorizada (Cadeca).
Los cerca de 60.000 viajeros cubanos que llegaron a Ecuador desde 2006 demuestran que todas estas dificultades se superan. Quito recibe cinco vuelos directos semanales desde La Habana, además de otros 12 vía Panamá.
Es fácil distinguir a los y las cubanos
En esta capital andina es fácil distinguir a los procedentes de la isla caribeña, portando calzado deportivo blanco recién comprado, pantalones vaqueros oscuros y camisetas llenas de bordados y de brillos, que gustan tanto a hombres como a mujeres.
Hoy los cubanos son parte del paisaje urbano en tres barrios de la ciudad donde se han concentrado. La mayoría vive muy cerca del aeropuerto de Quito, en el barrio llamado La Florida.
«Pura coincidencia, pues no tiene nada que ver con Estados Unidos sino que toma su nombre de una antigua hacienda de la época de la colonia española», dice el historiador quiteño Alfonso Ortiz.
En esa zona hay hoy bares y restaurantes, entre ellos el más conocido es Floridita, peluquerías, panaderías, talleres de costura, todos regentados por cubanos y cubanas.
«Cuando llegué, me alojé donde un colega cubano aquí en el barrio, y luego pude conseguir habitación en esta zona», dice Diocles, de 46 años, quien recibe a IPS de pie en la puerta de uno de los restaurantes.
Explica que está tratando de sacar «los papeles» para quedarse. «Yo tengo que salir adelante como sea, chico», le comenta a otro cubano de unos 50 años que tampoco quiere identificarse.
De pronto aparca una pequeña furgoneta de una empresa de refrigeración llamada «Quba». Descienden sus dos ocupantes y entran al restaurante. Son cubanos que se han establecido con sus documentos en regla y han abierto un taller. No dan sus nombres, pero aseguran que están trabajando «muy contentos».
Sin embargo, hay también quien se ha quedado irregularmente. «Estoy trabajando de guardia de seguridad, con turnos de 48 horas», dice otro comensal, que se había resistido a hablar en un principio. «No tengo papeles, por lo que me estoy arriesgando, pero de algo tengo que vivir», justifica.
En una tienda de víveres en la calle Mañosca, en el centro-norte de Quito, IPS entrevista a tres cubanos. Es otra zona en la que también se han asentado varias familias caribeñas, aunque no han establecido aún ningún negocio, al menos visible.
No quieren identificarse, pero aceptan dar su nombre de pila. «Llevo dos años (en Ecuador) y aún no arreglo los papeles», dice Juan Antonio. En cambio, Pedro ha obtenido la nacionalidad ecuatoriana a través del matrimonio con una ciudadana de este país.
Esta manera de obtener la residencia legal ha conducido a centenares de matrimonios de conveniencia, que terminan en divorcio en cuanto salen los documentos de la nacionalidad.
«Yo pagué 1.000 dólares para el matrimonio, y debo entregar otros 500 para el divorcio», admite Pedro, quien aclara que no ha vuelto a ver a la ecuatoriana con la que se casó. «Todo se hace por medio de un abogado».
*Aportes de Patricia Grogg (La Habana)