¿La madera del futuro?

Por Gisselle Morales Rodríguez  (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES — Para los socios de La Esperanza, única cooperativa no agropecuaria (CNA) de Cuba que produce elementos plásticos, la idea de construir un material que luzca como la madera, que llegue a ser incluso más resistente y no se pudra ni se deteriore en cuestión de pocos años; una idea así, que pareciera sacada de un libro de Julio Verne, los mantiene ilusionados desde hace meses aquí en Sancti Spiritus.

Solo ilusionados, acota a seguidas Yoel Torres Hernández, presidente de la CNA, quien enumera los mil y un obstáculos que han debido sortear desde que probaron que sí, que se puede fabricar madera plástica con la misma materia prima con la que elaboran tuberías y mangueras de todas las dimensiones imaginables.

“Además de La Esperanza, tenemos noticias de que este recurso se conforma en la empresa militar Emilio Bárcenas, en La Habana, pero ellos necesitan materia prima virgen y nosotros aprovechamos los desechos. Eso nos coloca en ventaja”, sostiene Torres Hernández, un abogado de carrera que defiende con vehemencia esa suerte de industria a pequeña escala que el pasado 11 de julio cumplió un año.

Lo que él llama una ventaja se diluye, sin embargo, cuando pone en la balanza la falta de prioridad a la que, según afirma, está condenada la asociación por el pecado original de haber surgido como una cooperativa no agropecuaria.

Parlet de madera plástica.

Poniendo a un lado el hacinamiento del local que hoy ocupa La Esperanza —de los males, el menor—, el escollo acaso más insalvable es la maquinaria, insuficiente para asumir un proceso productivo que, al decir de los expertos, resulta largo y complejo: transformar millones de jabas de nylon (bolsas plásiticas) y pomos (botellas) plásticos viejos en tabletas y vigas.

Precisamente por las infinitas posibilidades del material, que apenas se deteriora a la intemperie y soporta con estoicismo militante las condiciones de humedad y asoleamiento del clima en Cuba, los operarios de la entidad espirituana no entienden —ni quieren entender— la negativa ante una propuesta concreta de inversión extranjera.

“Cuando solicitamos una asociación con una empresa mexicana, la respuesta del ministerio de Industrias fue que todavía no está listo el procedimiento para la implementación”, ilustra Torres.

Argumento contradictorio si se tiene en cuenta que esta área figura entre las que Cuba pretende impulsar y que, en consecuencia, ha colocado en esa especie de vitrina para la inversión extranjera que es la llamada cartera de negocios. Como diciendo: “necesito desarrollar este filón; empresarios de fuera, coloquen su dinero aquí”.

Ya en marzo de 2013 el Consejo de Ministros había aprobado la nueva política para envases y embalajes y desde entonces la prensa oficial se ha hecho eco, en programas de debate y largos artículos de prensa, de la necesidad —más bien urgencia— de fomentar una industria eficiente que satisficiera la demanda de las empresas estatales y del cada vez más pujante sector no estatal.

En recorrido por La esperanza Ramiro Valdés comprueba la calidad de las vigas confeccionadas con madera plástica.

La propia Juana Iris Herrera, funcionaria del ministerio de Industrias, daba cuentas en septiembre de 2014 de la inminente creación de un polígono del plástico en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, una intención que revelaba hasta qué punto el país priorizaba esta esfera y de la que, no obstante, apenas se tienen noticias casi un año después.

Si empresas con capital extranjero están invirtiendo o no en las líneas cubanas de producción de envases y embalajes, si estas asociaciones están dando o no resultados es algo que, sinceramente, a los socios de La Esperanza les tiene sin cuidado. Conscientes de las potencialidades de su empresa, no se preocupan demasiado por los rumbos productivos de las entidades homólogas.

“Si ahora mismo contáramos con la maquinaria idónea, no tuviéramos competencia en Cuba”, alega Yoel Torres mientras enumera los posibles usos de la madera plástica: puertas, ventanas, vigas para techo y otros elementos para la construcción de viviendas; mobiliario para interiores y exteriores, pallets, envases de mediano y gran formato… “Y hasta cajas de esas que sirven para almacenar mangos, tomates y naranjas”.

De algo están seguros: comercializado con éxito en Estados Unidos y de manera ascendente en Europa, Asia y América Latina, este recurso no solo permitiría multiplicar exponencialmente las capacidades de la industria nacional de envases y embalajes, sino que lo haría a un ínfimo costo ambiental.

Con tantos puntos a su favor, los espirituanos no tienen dudas: la madera plástica podría terminar siendo el producto estrella de La Esperanza a la vuelta de algunos años. A lo que añade Yoel: “Ojalá que tampoco sean tantos”.

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