La juventud antisandinista de Nicaragua

La popularidad de un nuevo museo en Nicaragua acentúa el descontento de la juventud con Daniel Ortega y su Frente Sandinista de Liberación Nacional

Por Chris Jillson* (NACLA)

Las pertenencias de las víctimas de la violencia gubernamental están arregladas en las paredes y sobre montones de adoquines

HAVANA TIMES – En la sala principal del Instituto de Historia de Nicaragua y Centro América (IHNCA), las fotos cuelgan del techo y se mecen con la brisa. En cada una de ellas, familiares de las víctimas de la represión gubernamental —que tuvo lugar en toda Nicaragua en 2018—, sostienen imágenes de sus seres queridos.

En las paredes hay pertenencias de las víctimas: trofeos, camisas, instrumentos musicales y equipos deportivos.  Los objetos se encuentran sobre adoquines, piedras pesadas para pavimentar las calles, apiladas en versión miniatura de los tranques que surgieron en Managua y en otros lugares. El Museo de la Memoria Contra la Impunidad ofrece testimonios y un sitio para recordar a las víctimas de la violencia gubernamental. 

La popularidad de la exposición trastocó todas las expectativas. Mas de 2,000 visitantes llegaron en los primeros dos días. Emilia Yang, directora del museo, recuerda que el personal esperaba 5,000 visitantes durante todo el mes, e imprimió los materiales correspondientes, pero “eso se terminó en los primeros tres días”.

En testimonios grabados presentados en un cuarto oscuro al lado de la sala principal, familiares describen los sueños perdidos y lloran las desapariciones. Un padre recuerda entre lágrimas que encontró a su hijo de 17 años en el hospital y le preguntó al personal: ¿por qué hicieron esto si él es de la Juventud Sandinista?

Las estadísticas presentadas en la sala de exposición indican que la mayoría de las víctimas eran menores de 25 años, y la juventud se reflejó en los rostros de los grupos que llegaron a la exposición. La presencia de jóvenes nicaragüenses como víctimas de la violencia, participantes en las protestas y los visitantes rindiendo homenaje a sus pares, subrayan una gran división en la política y sociedad nicaragüense.

Más de la mitad de los nicaragüenses pertenecen a una generación criada con historias de la revolución, guerra y privaciones, pero sin recuerdos de la violencia de los años ochenta. Para aquellos criados en familias sandinistas, la represión del 2018 resultó ser un punto de ruptura, forzándoles a dar la espalda a Ortega y su Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Históricamente, el Frente Sandinista contó con el apoyo de los jóvenes nicaragüenses y facilitó una participación a gran escala en el proyecto revolucionario a través de las organizaciones de masas. Los factores que alejan a los jóvenes fuera del partido son multifacéticos y se entrelazan con las tendencias mundiales, tales como las repercusiones de la recesión mundial y la perenne desigualdad.

Pero un elemento subestimado es el cambiante papel de las organizaciones de masas del FSLN. La percepción popular de los grupos de la juventud sandinista y asociaciones de vecinos ha cambiado irrevocablemente y vincula a estas organizaciones con la vigilancia y corrupción del Estado sandinista, así como también con la represión y violencia.

El FSLN y la juventud nicaragüense

Después de derrocar al régimen de Somoza en 1979, el nuevo gobierno sandinista se benefició de una tendencia demográfica, con aproximadamente el 67 por ciento de la población del país menor de 24 años. El gobierno revolucionario canalizó el apoyo de los jóvenes nicaragüenses en las organizaciones de masas, como la Juventud Sandinista 19 de Julio (JS), que rememoró tanto la disciplina militar como el ímpetu utópico del Frente Sandinista.

La JS contribuyó a resaltar los logros de la revolución al organizar a decenas de miles de estudiantes y jóvenes voluntarios para la cosecha agrícola y las brigadas de alfabetización. El grupo tenía la fama de ser los garantes ideológicos y de amenazar a los opositores al sandinismo. Rosalía, miembro de la JS a principios de la década de los ochenta, entrevistada para el “Diplomado en memoria y comunicación”, recordó haber intentado convencer a miembros de su barrio para que se unieran al servicio militar patriótico: “cuando salíamos a las calles como Juventud Sandinista, nadie salía de su casa.”

Más allá de solicitar voluntarios para el servicio militar, los miembros de la JS también estuvieron presentes en el campo, desdibujando la línea entre comunidad y servicio militar. En marzo de 1983, 17 miembros de la JS, incluyendo uno de 16 años, murieron en combate con una unidad de la contra en el norte de Matagalpa. Las consecuencias de este evento y la introducción del servicio militar obligatorio ayudaron a encauzar a la JS a jugar un papel estrictamente civil, pero el inherente militarismo no disminuyó.

Después de la derrota electoral del FSLN en 1990, los críticos de la derecha vieron la mano de Ortega en cada huelga y protesta durante la era del gobierno de Violeta Chamorro. Pero esta lectura de los eventos subraya hasta qué grado las organizaciones de masas desafiaron el mando autoritario del FSLN. En el periódico prosandinista Barricada, los líderes de la JS reconocieron los problemas persistentes de desigualdad de género y autoritarismo, argumentando que el grupo debería tener “independencia orgánica del FSLN y su propia identidad”, sin dejar de ser “más radical que el partido.”

Pero la autonomía experimentada por las organizaciones de masas no fue completa. Un exmiembro de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) describió al grupo como “el brazo derecho de Ortega dentro de las universidades”, y que los grupos usualmente impulsaban la agenda Sandinista, como ayudar a organizar manifestaciones a gran escala contra los recortes presupuestarios a las universidades públicas. A pesar de esta actividad, durante la era neoliberal, las organizaciones de masas languidecieron en membresía e influencia. Durante la prosperidad, los miembros se distanciaron de los grupos, dejando atrás a un grupo núcleo de activistas y verdaderos creyentes sandinistas.

Pintas pro y antigubernamentales en las calles de Managua, incluyendo apoyo a la Juventud Sandinista 19 de Julio. (Foto de Chris Jillson)

Después de ganar las elecciones de 2006, el resurgente FSLN ofreció nuevos papeles para las organizaciones de masas en su programa de crecimiento económico moderado y relaciones plácidas con líderes empresariales y religiosos. Las acusaciones son frecuentes de que la JS y las organizaciones vecinales Consejos del Poder Ciudadano (CPC) desempeñan funciones centrales en las redes de asistencialismo que brindan apoyo al FSLN.

Los críticos afirman que ambos grupos actúan como órganos de control de la población, señalando que los miembros voluntarios brindan inteligencia recopilada y vigilancia para preservar su empleo gubernamental. Un ciudadano de Managua dijo a La Prensa; “Los CPC y la JS hacen trabajos de inteligencia, identificando a las personas que van a las marchas, observando con quienes hablan, a quién visitan, toman fotos y videos”. También denuncian el vínculo de miembros de la JS con actos de violencia, la mayoría especialmente durante los eventos del #ocupaINSS en junio de 2103.

En la noche del 21 de junio del año 2013 una combinación de policías y pandilleros enmascarados agredieron a manifestantes en los terrenos del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, dejando varios heridos. Las víctimas de la agresión denunciaron que miembros de la JS participaron en el ataque y secuestraron a algunos manifestantes.

Una manifestante recordó que la JS “tiene licencia para hacer cualquier cosa. Ellos pueden robar, golpear, destruir, agredir…bajo la protección de oficiales de la policía. Ella indicó que al día siguiente la JS marchó por la no violencia, una manifestación que ella calificó de “cínica…se presentaron al día siguiente en la rotonda con sus canciones, “elige el amor sobre el odio”, después de haber destruido el campamento de los jóvenes manifestantes.

A pesar de muchas similitudes con la manifestación de #ocupaINSS, las protestas del 2018 explotaron mucho más allá de la escala de 2013. Las redes sociales alimentaron el estallido, al compartir videos, testimonios y reportajes periodísticos que atrajeron un número creciente a las protestas. La evidencia demuestra que los ataques y asesinatos fueron perpetrados por oficiales uniformados, grupos paramilitares y jóvenes enmascarados. Proporcionar evidencia sólida sobre la identidad de los pandilleros responsables de la violencia puede ser imposible. Dentro de Nicaragua, los rumores y testimonios anónimos indican que miembros de los CPC y la JS ofrecieron armas y dinero en efectivo a aquellos dispuestos a atacar a los manifestantes que marchaban.

Las imágenes de jóvenes enmascarados amenazantes—una popular camiseta roja y negra en las manifestaciones simplemente decía ‘PLOMO’—recuerda inevitablemente una ascendencia de las pandillas politizadas en Nicaragua, como las turbas divinas de los años ochenta o las turbas nicolasianas de la era somocista. Pedro, un miembro de la JS durante los años ochenta, califica a los grupos actuales de “jóvenes fascistas” en un artículo en Confidencial que contrasta con su propia participación con la violencia de los años ochenta: “Nosotros fuimos parte de una causa social que incluía la alfabetización, los cortes de café, caña y algodón…no fue la fuerza bruta protegida por bastones o vandalismo a gran escala”.

Los recuerdos de Pedro sugieren la complejidad de la herencia revolucionaria y el lugar incierto del militarismo en el legado sandinista. Él enfatiza los logros sociales y la paz colectiva. Pero un tipo de romanticismo sobre la lucha armada continúa influyendo en el sandinismo actual.

Para aquellos que crecieron en hogares sandinistas, la cultura revolucionaria causó una impresión poderosa. Una participante en las protestas del 2108 recordó que sus padres “siempre me llevaron a la Plaza de la Revolución. Me gustaba ver al gran grupo de personas coreando consignas, cantando. Para ella, las protestas fueron como “un balde de agua fría que cayó sobre nosotros hasta que nuestras creencias se desvanecieron.”

Rosalía recuerda que cuando ella “comenzó a diferenciar entre el orteguismo y el sandinismo” y dijo, “el sandinismo también está enterrado para mí”. Las alternativas al sandinismo que ofrecía el FSLN en la política formal han tenido dificultades para poder captar el apoyo popular, como el Movimiento Renovador Sandinista, así como el desafío rebelde por Herty Lewites antes de las elecciones del 2006.

Las críticas de antiguos sandinistas y las amplias conexiones entre la JS, UNEN y los CPC con la violencia represiva y las redes de corrupción indican que la imagen de estos grupos ha quedado irrevocablemente manchada.

El gobierno Ortega-Murillo utiliza tácticas de “noticias falsas” para enmarcar las protestas como un intento de golpe de estado y para cuestionar la magnitud de la violencia y la existencia de prisioneros políticos. Las tácticas son efectivas en parte porque también existe apoyo para un cambio de régimen tanto dentro como fuera de Nicaragua.

Preparar una defensa contra la narrativa del FSLN requiere informes cuidadosos y una comprensión matizada del clima político. Para establecer los hechos relacionados con la violencia gubernamental, el Museo de la Memoria y otras investigaciones como la del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) recopilan evidencia visual y testimonios audiovisuales.

Las fotografías cuelgan de las paredes del salón principal del Instituto de Historia de Nicaragua y Centro América. En cada una, los familiares sostienen imágenes o fotos de sus seres queridos fallecidos. (Foto cortesía del Museo de la Memoria contra la impunidad)

La exposición del museo es un fruto de la Asociación de Madres de Abril (AMA), un grupo de madres y parientes de las víctimas caídas. AMA surgió como un grupo orgánico y ad-hoc que llamó la atención a las víctimas a través de manifestaciones en puntos importantes de Managua antes de hacerse oficial. Aunque no es una organización juvenil, AMA representa una visión para los movimientos sociales que difiere de la que ofrece el FSLN.

Sin la participación activa de jóvenes nicaragüenses en los movimientos sociales, el FSLN responde con apelaciones al Sandinismo y al clientelismo, pilares que se han erosionado aún más a raíz de las protestas del 2108.

Mientras tanto, los miembros de AMA continúan contactando a los familiares de las víctimas para guardar sus recuerdos digitalmente, en un museo vivo. Originalmente programado para un mes, el Museo de la Memoria extendió su estadía en el IHNCA hasta noviembre y diciembre.  Ahora se encuentra disponible virtualmente.

Durante su estadía en el IHNCA, la exposición sirvió como espacio de resistencia no violenta al gobierno actual, presentando música, danza, oradores y una visita de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. En todo el recinto de la Universidad Centroamericana, estudiantes de licenciatura usan broches de AMA en sus camisetas y mochilas, un desafío sutil pero abierto a la narrativa del gobierno.
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*Chris Jillson es un candidato a doctorado en Historia Latinoamericana en la Universidad de Indiana. Su tesis examina las organizaciones de masas del FSLN, el neoliberalismo y el cambio político en Nicaragua.