La importancia del #metoo ¿Y Cuba?

Tarana Burke. Foto: guideposts.org

HAVANA TIMES – Cuando Tarana Burke invitó a las mujeres de su red de apoyo a hacer públicos los acosos que habían sufrido, sabía que sacarlo a la luz era el primer paso para pensar el problema.

Burke ayudaba a mujeres afroestadounidenses, obreras, en situación de desventaja, víctimas de acoso sexual, violaciones, etc. Ellas necesitaban expulsar esa carga, ser escuchadas, vistas, validadas.

Era una manera de liberarse de ese secreto para poder procesarlo, entenderlo, analizarlo, y a la vez serviría para que otras mujeres se sintieran acompañadas y/o alertadas. Como no hubo tanta mediatización de ese hecho, su eco no trascendió demasiado. En Cuba, por ejemplo, se conoce poco de ese evento sucedido en la primera década del 2000.

Diez años después se destapó gran indignación con el caso de Harvey Weinstein, el famoso productor de Hollywood, acusado por acoso sexual. La actriz Alyssa Milano provocó un contagio en las redes sociales, con un tuit animando a las mujeres víctimas de agresiones sexuales a confesarlo en sus redes, porque pensaba que así se podría medir la magnitud del problema.

Muchas reaccionaron al nuevo llamado a la visibilización del asunto y la etiqueta #metoo (yo también) se popularizó de manera sorprendente. En pocas horas sumaron miles las mujeres que escribían “yo también” en sus redes y, cual una bola de nieve, ha ido creciendo.

Como consecuencia, muchos han tenido que enfrentar procesos judiciales, el escarnio público y desmoronamiento de su imagen, instituciones poderosas han asumido el deber de tomar acciones contra los acusados, etc. 

En Cuba seguimos un poco ignorantes de la situación, de manera oficial solo algunas noticias internacionales aisladas y, casi siempre, sobre actores y actrices muy reconocidas o algún político relevante llegan a nuestros oídos.

Sin embargo, el movimiento #metoo es más que una guerrita entre famosos; ya lo advirtió hace poco la propia Burke, quien ve con recelo todo ese escándalo mediático alrededor de un tema que sabe tan importante. Llegar hasta aquí ha costado años de sufrimiento y revictimización, aunque también de estudios, autoreconocimiento y enfrentamiento al poder.

Está claro que lo que hay detrás de las agresiones sexuales y la violencia de género es la injusticia. De manera individual, varias feministas cubanas tocan el tema en sus redes sociales y en trabajos investigativos o periodísticos; pero la cubana de a pie no se ha enterado del asunto.

El #metoo ha colonizado Europa, Asia y América Latina y ha servido para levantar el velo que cubre la “normalidad” de acciones molestas, perturbadoras y humillantes, sufridas por las mujeres en el mundo entero a causa del patriarcado.

El acoso sexual ocurre a diario, pero la mayoría de las veces es silenciada. Las víctimas se sienten desprotegidas, con temor a represalias y, a veces, hasta culpables.

Es ahí donde radica la importancia de este movimiento, más allá de algunos excesos o de la polarización de algunas personas, el #metoo es un grito, un llamado a tratar el acoso y el abuso sexual en los espacios públicos, sacarlo del closet. Reconocer ese fantasma que deambula por instituciones culturales, escolares, organizaciones políticas, en plena calle, en centros de trabajo o en la propia familia.

 

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