Isla de Pinos: La Persistencia

¡Persistencia!—oración sucinta, “símbolo de la cultura contra la mediocridad”.

Isla de Pinos. (Del documental Pinero, Pinero)

 

Por Vicente Morín Aguado

HAVANA TIMESLa exclamación fue estampada en lo alto de la innecesaria chimenea casera, tratándose del trópico, erigida al gusto de una inmigrante anglosajona que legó a los pineros su morada, madeja de pinos curados por hábiles madereros, convertida en La Casa del Joven Creador en Nueva Gerona, capital de la oficialmente llamada Isla de la Juventud.

Santa Bárbara-La Demajagua (Pinero, Pinero)

Colón la bautizó Evangelista el 13 de junio de 1494, en tanto el rey Fernando aprobó el nombre de Santiago, propuesto por el primer gobernador de Cuba, Diego Velázquez. Lo curioso es que desde 1519 no deja de repetirse Isla de Pinos a través de la historia.

La fecha viene de la pluma del cronista Bernal Díaz del Castillo, quien escribió en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, refiriéndose a su jefe, quien desafiaba en secreto a Velázquez, buscando la gloria en México: “Y Cortés no vino, ni sabían dar razón de él. Y temíamos no se hubiese perdido en los jardines que es cerca de la Isla de Pinos, donde hay muchos bajos que son diez o doce leguas de La Habana.”

De entonces a la fecha la lista de nombres es larga, el último, Isla de la Juventud, promovió el intenso debate que forma el reportaje de Yaima Pardo La Red bajo el título Pinero Pinero, desde las páginas de Havana Times.

A veces hablo en primera persona porque llegué a la Isla de Pinos con ocho años, a bordo de El Pinero, motonave construida en Filadelfia hacia 1901, cuyas ruinas esperan la suerte de convertirse en Museo.

Fotos: Arriba Hotel Pearcy, desaparecido, abajo de izquierda a derecha: Calle Martí, Antiguo Cuartel de Caballería de la época española, desaparecido y Glorieta del Parque Lacret, el principal entre la Iglesia y el Ayuntamiento.

Con 14 años escuché al Comandante que inauguraba mi flamante escuela, la primera de 63 que vinieron después, clasificada ESBEC, es decir, Escuela Secundaria Básica en el Campo, donde vivimos a tiempo completo lejos de la familia, combinando el estudio con las tareas agrícolas en los campos de toronjas que nosotros mismos ayudamos a plantar.

Dijo Fidel: “Cuando tengamos unos treinta mil jóvenes aquí en las escuelas de este tipo, entonces sí que será verdaderamente, con todo derecho, la Isla de la Juventud.” (29 de junio de 1971)

Desde entonces no paramos de aplaudir hasta que siete años después Isla de Pinos desapareció de la misma manera que se acabaron las navidades, el santoral católico y hasta los carnavales de La Habana.

Acabo de enterarme por el filme de Yaima que las fiestas populares pineras pasan por alto la patriótica celebración del 13 de marzo, día en que el senado de Estados Unidos ratificó la soberanía cubana sobre…la ¡Isla de Pinos!

El Poeta Catalino Fuentes. (Pinero, Pinero)

La nostalgia invade a los opinantes, recordando aquellos años 80 del pasado siglo, marcados por un nivel de vida sustancialmente alto para los contradictoriamente llamados «pineros». Si Cuba en general disfrutaba estándares de consumo aún no recuperados, en La Isla, eran valores duplicados.

El liderazgo revolucionario había proclamado que aquellos 2200 kilómetros cuadrados de insularidad serían un adelanto del futuro, debían convertirse en la primera región comunista de Cuba.

La población pasó de unos cinco mil hasta más de 90 mil pobladores de 1959 a 1988.

Se construyeron 64 escuelas en el campo, a los pocos estudiantes locales siguieron otros venidos de La Habana y posteriormente de las provincias orientales. Finalmente llegó la invasión foránea: casi 20 mil jóvenes de 37 países, de ellos 21 naciones africanas.

Como periodista de la emisora local Radio Caribe, estuve no menos de diez veces junto al Comandante, casi siempre acompañado de otros jefes de estado. La Isla era su vitrina personal. No era casual el envío prioritario de recursos al territorio, mientras los asombrados guantanameros comparaban aquella «abundancia» con las magras opciones del terruño natal.

La casa ahora solo queda la chimenea.  (Pinero, Pinero)

Aquel sueño tenía un mal de fondo, no se apoyaba en recursos internos, ni siquiera en los nacionales, desapareció cuando se desintegró la URSS y su sistema solar socialista. Precisamente, al ser los más privilegiados del país, la tragedia que desde entonces abarca a toda la nación, caló mucho más profundo entre los pineros.

“Somos a veces nosotros mismos casi unas islas —recita mi antigua compañera de guiones de radio Teresita Freyre—, es que aún al lado unos de los otros, a veces tememos decir algo de lo que llevamos dentro.”

Sin embargo, los realizadores de Pinero Pinero encontraron la excepción que confirma la regla: La Tumbita, patria chica de Mongo Rives, legendario cultivador del sucu suco, variante antigua del son cubano. El escenario es una de esas  ESBEC que conformaron el sueño del Comandante. Ahora muchas semejan el Pripiat ucraniano, felizmente sin contaminación radioactiva, porque la desintegración de la URSS no permitió construir la proyectada central nuclear de Juraguá, en Cienfuegos.

Le preguntan a un viejo qué desearía cambiar de su entorno— no sabría decir, porque son tantas cosas, quisiera hacer tantas cosas que serían difíciles de hacer. — Alguien grita ¡Por ejemplo, todo!— ante la inquisitoria periodística el viejo dice— Bueno, ¡más vale callarme!

Hay consenso, a veces dicho, otras sentido, de que se trata de un proyecto fracasado, tan malogrado como la Zafra de los Diez Millones, las súper vacas F-4 que darían decenas de litros de leche o, larga lista, la mayor marina mercante de América Latina vendida como chatarra.

Tales asertos inspiran la sabiduría del «guantapinero» Catalino Fuentes: “Están los gobiernos de turno y está el gobierno de turno permanente, ese que trabaja medio siglo a turno completo. Gracias a su gestión hay luna nueva, amanece, llueve, la tierra gira siete días por semana. El Gobierno de turno permanente no tiene día franco, nunca se va de vacaciones, siempre está «laborando», «trabajando—dicen—para el pueblo».”

Continuará…

Persistencia: casa del Joven creador AHS (Pinero, PInero)

Vicente Morín Aguado: muchasemes@outlook.com

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