Honduras: Se les cayó la careta

Guillermo Fernández Ampié

HAVANA TIMES, 2 Julio – “El entusiasmo occidental por la democracia se detiene cuando los que se oponen a sus políticas son elegidos para gobernar”, dice una acertada frase de Tariq Alí, escritor y periodista de origen paquistaní. Ante lo que lo que acontece en Honduras desde el sábado recién pasado, la frase de Alí podría ser complementada agregando que también se pierde el entusiasmo y el fervor por la defensa de la libertad de expresión, la institucionalidad y los derechos humanos, de hecho desaparecen por completo, si el derrocado es un presidente que ha establecido estrechas relaciones con otros mandatarios críticos del injusto sistema de dominación político-económica internacional, y cuyo mayor delito ha sido querer saber la opinión de su pueblo sobre una idea que él tenía.

La primera medida que tomaron los usurpadores del poder en Honduras fue decretar un toque de queda. Además, suspendieron las señales de diversos medios de comunicación televisivos y radiales, incluso de la cadena estadounidense CNN, que podrá ser acusada de todo menos de simpatizar con los sectores populares y progresistas de Latinoamérica. Retuvieron por varias horas a periodistas de la cadena Telesur y de otros informativos.

Manifestantes que exigen el retorno del depuesto presidente Manuel Zelaya, así como numerosos cibernautas de ese país, afirman que existe un vacío de información sobre lo que acontece en su propia nación. Los medios que no han suspendido sus transmisiones han exhibido continuamente dibujos animados y programas de entretenimiento, omitiendo así una primicia de carácter internacional, que ha llevó a interrumpir la programación cotidiana en las televisoras y radios de otros países.

La censura informativa es mucho mayor sobre lo que ocurre en poblaciones del interior, como Santa Bárbara, o en el Departamento de Yoro, donde alcaldes elegidos democráticamente han sido arrestados sólo por el delito de simpatizar con su presidente.

Organismos y medios otras veces tan sensibles a cualquier violación de las libertades cívicas, ahora resultan más bien tímido, para repudiar los atropellos cometidos por los golpistas hondureños. La Sociedad Interamericana de Prensa, la famosa SIP que está muy atenta de los peligros y riesgos que corre la libertad de expresión en cualquier rincón del continente expresó “su preocupación por las limitaciones a la libertad de información”, una limitación que abarca al 95% de los medios, especialmente radiales, que han sido “visitados” por el ejército para impedir que informen sobre el golpe de Estado. El sitio web de inglesa BBC, en su versión en español, informa de esta situación llamándola jocosamente “el apagón de los medios”. No hay condenas. No ha habido pronunciamientos contundentes.

Lo mismo ocurrió con otros medios al “informar” de la violenta represión de los militares golpistas contra los ciudadanos que reclaman el retorno de Zelaya. Empresas como Antena 3 y El País, del Estado Español, titularon la noticia sobre ese hecho “Policía carga contra simpatizantes de Zelaya”. El diario El Mundo, por su parte, afirma “Policías y manifestantes se enfrentan”.

Para estos medios, el atropello de los militares no es represión, como sí lo es cuando los reprimidos son opositores al presidente venezolano Hugo Chávez, o al nicaragüense Daniel Ortega, o a los manifestantes iraníes que rechazan los resultados de las pasadas elecciones presidenciales (quienes efectivamente, también son reprimidos).

El golpe de Estado en Honduras (porque ha sido un golpe de Estado desde el primer momento, aunque a la secretaria del Departamento de Estado Hillary Clinton le haya costado tanto reconocerlo así) ha puesto en evidencia también que la preocupación por la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos no es más que la máscara que utilizan las élites voraces, como las llamó Zelaya, para defender sus exclusivos intereses… intereses que vieron amenazados por la simple consulta de opinión que pretendía realizar el presidente constitucional de Honduras.