Historias sobre inmigración española a Cuba

Por Ivet González

Hotel Saratoga en La Habana.

HAVANA TIMES, 20 enero (IPS) — Tienen piel morena surcada por los años y sus voces conservan los acentos de diversas regiones de España. Son inmigrantes españoles de la tercera edad, beneficiados por políticas sociales de su país de origen y de Cuba, que los acogió, y sus testimonios figuran en un documental estrenado este mes.

“Todo el que emigra es porque no está bien”, dice a IPS Constantino Díaz Lucas, un asturiano que llegó en la adolescencia a esta isla caribeña y cuenta nada menos que 100 años de vida. Imágenes de la fiesta por su centenario aparecen en la cinta “Memoria de viajes” (2010), de los jóvenes realizadores Carlos Rafael Betancourt y Oscar Ernesto Ortega.

Este documental socializa los resultados del estudio “Políticas sociales y tercera edad: perfil, recursos y diagnóstico de los españoles en Cuba”, liderado por profesores de las universidades de La Habana y de La Laguna, ubicada en la española Islas Canarias.

Los académicos contaron con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).

“Los investigadores parece que estamos en las nubes y elaboramos un producto que luego no llega a la gente”, explica Carmen Ascanio, coordinadora por La Laguna, quien antes investigó la emigración canaria a Venezuela. Para romper con esa práctica, las directoras del estudio optaron por un audiovisual y así “comunicar la ciencia”.

A través de las vivencias de Isabel Cruz, María Santa Fernández, Fernando Barral, Alfonso Pazos, José Iglesias y la profesora Áurea Matilde Fernández, “Memoria de viajes” resume las similitudes entre las historias de vida de 75 españoles de la tercera edad y residentes en Cuba, registradas por estudiantes cubanos de psicología.

Ese total incluye igual número de nacidos en Asturias, Islas Canarias y Galicia, regiones ibéricas de donde partieron más personas a tierras cubanas, detalla Consuelo Martín, coordinadora por La Habana. Además, muestran las causas de comienzos del siglo XX para dejar su país:

económicas, familiares, evadir el servicio militar obligatorio y  la guerra civil (1936-1939).

Ese conflicto bélico dio paso a la dictadura del general Francisco Franco, que se prolongó hasta 1975. De manera forzosa, muchas personas, sobre todo niños, niñas y adolescentes, debieron abandonar esa nación europea. Son los llamados “niños de la guerra” y muchos radican en Cuba, México, Argentina y otros países latinoamericanos.

Ahora, los protagonistas de la última ola migratoria de España a esta isla superan las seis décadas y se insertan en un Estado que tiene “políticas sociales específicas desde la salud y educación, que apoyan un envejecimiento satisfactorio”, comenta Martín.

A la vez, el gobierno español garantiza ayudas para sus emigrantes sobre todo adultos mayores.

Pensiones no contributivas a mayores de 65 años y programas de viajes como Añoranza y Raíces constituyen los principales apoyos de la política exterior española. Estas visitas hacen realidad el sueño del retorno.

“Para el inmigrante regresar al lugar de origen es una meta desde el justo momento en que salen de él”, explica Fernández, historiadora y también niña de la guerra.

Isabel Cruz, Cachita para sus allegados, recorrió en 2004 aquella calle donde nació en 1932, cerca del emblemático puerto de Santa Cruz de Tenerife. A los cinco años de edad vino a La Habana con su madre y hermanos, de origen cubano, y dejó en Islas Canarias a su padre español, obligado a permanecer allá por la guerra. Nunca volvió a verlo, cuenta a IPS.

Aunque asegura que vivió “más a lo cubano que a lo español”, Constantino Díaz menciona con exactitud sorprendente para sus 100 años las múltiples ocasiones en las que regresó a su país entre 1951 y 2007. “No puedo quejarme de Cuba”, dice con una sonrisa. Este sentimiento de gratitud hacia esta isla se reitera en las 75 entrevistas, según Martín.

Todas las personas del grupo analizado tenían parientes que emigraron a la isla en etapas anteriores, revela la profesora, estudiosa de familia y migraciones entre ambos países. “La familia es el eje de las contradicciones migratorias, con sus inevitables rupturas y reintegraciones dinámicas”, asegura.

Para uno de los directores del documental, Carlos Rafael Betancourt, acercarse a las experiencias de sus protagonistas constituyó un aprendizaje desde lo personal. El tema migratorio suele verse en Cuba como “un conflicto entre la juventud”, profundiza. Sin embargo, ahora se le revela como “un proceso natural que ha existido siempre”.

Desde la década del 30 del siglo XX, esta isla caribeña cambió su patrón migratorio y se convirtió en un país expulsor de población, según Martín.

Esa tendencia se mantiene con puntos álgidos como el éxodo por el puerto habanero de El Mariel en 1980 y la crisis de los balseros en 1994, estas dos últimas hacia Estados Unidos, que favorece la entrada de cubanos.

La inmigración española a Cuba “se engarza con la actual emigración cubana”. “Hijos y nietos de esos ancianos españoles ya nacieron aquí y están, de alguna manera, insertándose en un ciclo migratorio”, insiste.

De “lógico y natural” califica el hecho de que “esa descendencia busque salidas y proyectos de vida en el lugar de nacimiento de antecesores”.

En 2009, unos 17.000 cubanos y cubanas obtuvieron la ciudadanía española por la Ley de Memoria Histórica, conocida como ley de nietos, que reconoce la injusticia del exilio por la guerra civil y el franquismo. Se espera que la cifra aumente a 200.000 por esta vía a fines de este año, cuando pierde vigencia ese estatuto.