Fiesta Beisbolera en la Barcelona Olímpica

Ramón Andujar

Cuba-Puerto Rico game at 2009 World Cup Baseball Championships in Barcelona, Spain. That was why as soon as I learned that Cuba would play in Barcelona as part of group B of the World Baseball Cup, I didn’t doubt for a second to tell my wife “honey, we have to get tickets for a ball game”
Juego Cuba -Puerto Rico de la Copa Mundial de Beisbol 2009 en Barcelona, España

Confieso que no soy un aficionado al béisbol como mi amigo Robinson, ni como los colegas del barrio. Pero cuando uno vive lejos de Cuba no  puede pasar por alto nada que tenga que ver con la isla.

Fue así que cuando me enteré que Cuba jugaría en Barcelona, en el grupo B de la Copa Mundial de Béisbol, no dudé ni un segundo en decirle a mi mujer: “Mami, tenemos que comprar entradas pa la pelota.”

En España no hay tradición beisbolera, el fútbol acapara la atención de los aficionados al deporte, durante casi todo el año; es por eso que no debíamos esperar un estadio lleno de españoles.

Incluso la palabra estadio parece demasiado grande para este deporte que ahora comienza a ganar terreno por este lado del mundo. Aquí se le llama campo y el de Montjuïc, en Barcelona, situado muy cerca del estadio olímpico donde se inauguraron los juegos de 1992, apenas tiene una grada.

Llegar al campo resultó un poco complicado, primero porque nunca habíamos ido y segundo porque el tráfico en Barcelona es una odisea a determinadas horas y por determinadas zonas.

Con un poco de suerte, y la pericia de mi mujer al  volante, llegamos justo cuando comenzaba el juego entre Cuba y Puerto Rico. Para sorpresa nuestra había mucha gente- cubanos, españoles y puertorriqueños- que se habían quedado sin entradas para ver el juego. La grada estaba repleta y  la conga que animaba a los peloteros ya empezaba a sonar.

Las banderas de ambos países flotaban entre el público. Y para los que no se hayan dado cuenta del detalle, ambas enseñas tienen la mismas formas y colores, sólo las diferencian el orden de éstos.

Durante dos horas y media me olvidé que estaba lejos de Cuba. Dos tercios del público eran cubanos que habían venido animar a su equipo o a exhibir  banderas y carteles para que las cámaras de la televisión les captasen y su familia les viera en Cuba, unas horas más tarde.

“Laura te quiero” decía un cartel que me hizo pensar en lo románticos que somos los cubanos, que ni en la pelota nos olvidamos de la gente que queremos, mucho más si están lejos.

El juego no fue especialmente atractivo, pues vimos ganar al equipo de casa sin mucha dificultad. Vera estuvo imbatible en el montículo, mientras que el equipo de Puerto Rico tuvo que cambiar varias veces a sus lanzadores.

Cuba 10, Puerto Rico 0 fue el marcador final del juego que terminó por knock-out en el séptimo inning.

Y a la hora de la despedida, el público deseoso de compartir con sus peloteros se quejaba de que no podían hacerlo ya que, según alguno de mis compatriotas,  los jugadores de Cuba tienen prohibido acercarse al público e incluso hacer llamadas telefónicas.

Esa es una medida preventiva para evitar el asedio de los scouts, que ofrecen sumas de dinero y promesas alucinantes a los deportistas cubanos. Aún está fresca en la memoria la deserción de Aroldis Chapman, en el pasado Torneo de Puertos, en Rótterdam, o los cuatro jugadores de baloncesto que abandonaron el equipo Cuba, en Islas Canarias, en el mes de agosto.

Al marcharnos, rumbo a casa, pasamos con el carro por las inmediaciones del Estadio Olímpico de Montjuïc. “¡Qué ironías tiene la vida!” me dije, “¿cómo es posible que un deporte tan sano como el béisbol haya sido excluido de las Olimpiadas?”