Fidel Castro, un joven líder dispuesto a todo

Por Isaac Risco

Cuban leader Fidel Castro, left, and Soviet Premier Nikita Khrushchev. Foto: tampabay.com

HAVANA TIMES (dpa) — Joven, impulsivo y en la cima de su popularidad tras el triunfo sobre la invasión estadounidense en Bahía de Cochinos un año antes, el líder cubano Fidel Castro no vaciló en los días de la peor crisis de la Guerra Fría en octubre de 1962.

“Puede estar seguro de que resistiremos firme y decididamente el ataque sea cual fuere”, escribía el entonces primer ministro cubano -y el único mandatario vivo de los tres implicados- al líder soviético Nikita Jruschov en los días más álgidos de la Crisis de los Misiles.

Estados Unidos y la Unión Soviética se movían entonces al borde de la guerra nuclear.

Castro se sentía lo suficientemente fuerte para plantar cara al “imperialismo” en el escenario mundial. Mientras el presidente estadounidense, John F. Kennedy, y Jruschov maniobraban para evitar que la crisis se les fuera definitivamente de las manos, el joven líder guerrillero de 36 años reafirmaba su resolución a llegar a las últimas consecuencias.

Para él se trataba también de evitar a toda costa un futuro ataque estadounidense tras la frustrada invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961.

“El estado moral del pueblo cubano es sumamente alto y se enfrentará al agresor heroicamente”, escribió Castro a Jruschov el 26 de octubre, en el epicentro del conflicto. Al mismo tiempo, pedía al Kremlin ser los primeros en lanzar un ataque nuclear contra el enemigo en caso de una invasión a Cuba.

Jruschov intentaba apaciguar los ánimos. En su respuesta del 30 de octubre, el veterano político soviético de 68 años explicaba a Castro su negativa: “No hubiera sido un simple golpe, sino el comienzo de una guerra mundial termonuclear”.

“Estimado camarada Fidel Castro, encuentro su propuesta equivocada, aunque comprendo sus razones”, intentó tranquilizar al joven líder cubano.

Tanto Kennedy como Jruschov parecían vislumbrar a esas alturas las posibles consecuencias de una guerra atómica. Poco después de que Washington evitara responder al derribo de un avión de espionaje que le costó la vida al piloto norteamericano, Moscú cedió y accedió a retirar los misiles de Cuba.

El acuerdo entre ambas superpotencias, alcanzado finalmente sin consultar a La Habana, enfureció a Castro. El líder cubano aspiraba a conseguir el levantamiento del embargo estadounidense sobre la isla, así como la retirada norteamericana de la base naval de Guantánamo.

Su indignación se dejó notar sobre todo en las semanas posteriores, cuando se negó a permitir la inspección de los misiles soviéticos en suelo cubano, acordada por Washington y Moscú.

“Se llegó a un punto en el que Jruschov estaba realmente frustrado con él”, recuerda en conversación con dpa Philipp Brenner, un experto estadounidense que se reunió varias veces con el líder cubano en años posteriores. Hubo “cartas en la que Jrushov decía que no podía hacer nada con Castro”, añade.

Castro siempre subrayó su interés por preservar la paz durante la crisis. En los días más críticos, sin embargo, el joven guerrillero mostró también las características del liderazgo que lo habían llevado al poder: un optimismo desbordante y la determinación de jugarse el todo por el todo.

“No nos pasaba por la mente la idea de ceder ante las amenazas del adversario”, recordó décadas más tarde en sus largas conversaciones biográficas con el periodista francés Ignacio Ramonet.

Era la actitud con la que había derrotado al régimen de Fulgencio Batista en tres años tras el catastrófico desembarco del yate “Granma” en 1956.

“¡Ahora sí ganamos la guerra!”, cita hasta hoy la historiografía cubana a Castro tras sobrevivir con sólo un puñado de hombres al devastador primer ataque de Batista, que diezmó a las filas rebeldes.

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