Elquim: espada de Damocles sobre el cuello de Sagua

Por Gisselle Morales Rodríguez  (Progreso Semanal)

Foto: Sadiel Mederos Bermúdez
Foto: Sadiel Mederos Bermúdez

HAVANA TIMES — Para ilustrar hasta qué punto la Empresa Electroquímica de Sagua la Grande se viene colando desde 1936 en la cartografía emocional de la región, en la identidad misma de sus ciudadanos, basta con visitar cualquier aula de cualquier escuela primaria de la ciudad: en un rincón, junto a las jabas de la merienda o los juguetes del recreo, descansan tranquilamente las caretas antigás.

Y tranquilamente los más pequeños aprenden a manipularlas, picados por la curiosidad, primero; después, convencidos del credo que le repiten los maestros desde el mismísimo preescolar: que viven cerca de una fábrica peligrosa y, por tanto, tienen que aprender a protegerse de un posible accidente químico, en cuyo caso no deben correr ni a favor ni en contra del viento; una recomendación que los sagüeros llaman con desenfado la táctica del por si acaso.

Ni la remota probabilidad de un escape de gas, ni la certeza del daño medioambiental que el proceso fabril provoca han conseguido, sin embargo, opacar la imagen de industria exitosa que la electroquímica se ha venido labrando bajo el nombre comercial de Elquim y que sus operarios defienden con una frase categórica: “Este es el lugar donde mejor se trabaja en Sagua”.

La inversión ya rebasó la etapa de movimiento de tierra.
La inversión ya rebasó la etapa de movimiento de tierra.

Única de su tipo en Cuba, la electroquímica villaclareña elabora todo el cloro, hipoclorito de sodio, ácido clorhídrico, la sosa cáustica y un larguísimo etcétera de sustancias que, a lo largo y ancho de la geografía nacional, se emplean en las ramas azucarera y farmacéutica, en la Salud Pública, en la potabilización del agua y hasta en la generación de electricidad, lo cual justifica en buena medida la prioridad con que el Ministerio de Industrias atiende y controla cada eslabón de la cadena productiva y, desde hace algunos meses, el proceso de reconversión tecnológica al que asiste la entidad.

Según declaró recientemente a la prensa Sergio Díaz Arredondo, director general de Elquim, la inversión, que ya rebasó la etapa del movimiento de tierra, supera los 100 millones de pesos y debe concluir en junio de 2017, fecha prevista, al menos en papeles, para la puesta en marcha de la nueva tecnología de procedencia alemana.

Con el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente pisándole los talones, la electroquímica se enrola en esta suerte de cruzada no solo para dejar atrás la maquinaria obsoleta, sino sobre todo para eliminar de una buena vez el mercurio de su proceso fabril, un metal altamente tóxico.

Elquim es la única industria de su tipo en Cuba. Foto: Sadiel Mederos Bermúdez.
Elquim es la única industria de su tipo en Cuba. Foto: Sadiel Mederos Bermúdez.

De ello da fe Carmen Rosa Socarrás Ojeda, jefa de grupo de gestión y control de la Dirección Integrada de proyectos de Elquim, quien describió recientemente al periódico local Vanguardia el panorama actual, signado por una tecnología de celdas con cátodos de mercurio, y el que se avecina, luego de la sustitución por celdas de membrana de cuarta generación.

“El proyecto incluye además la cimentación de una planta nueva que eliminará el uso del material nocivo y ahorrará un aproximado anual de 12 GW de corriente eléctrica”, precisó la experta.

Eufóricos andan por estos días en la fábrica con la tecnología alemana, cuyos beneficios parecen estar a la vuelta de la esquina: disminución de los costos de producción, monitoreo ambiental oportuno y rebaja de los gastos —hasta ahora elevadísimos— para el tratamiento de residuales; ventajas que aguardan con expectación los directivos, empeñados en mejorar los indicadores de eficiencia, y los operarios, cansados ya de lidiar con una mole de hierros viejos que, según el tornero Manuel Jiménez, es casi un museo.

El manejo de sustancias químicas impone protocolos rigurosos. Foto: Sadiel Mederos Bermúdez.
El manejo de sustancias químicas impone protocolos rigurosos. Foto: Sadiel Mederos Bermúdez.

A la inventiva de los trabajadores, que remiendan una y otra vez las antiquísimas piezas con paciencia de orfebre, y a la diversificación productiva atribuyen los sagüeros la supervivencia de una industria que, además de garantizar sustancias imprescindibles para buena parte de la infraestructura estatal cubana, también abarrota de detergentes, lejías, desinfectantes, desincrustantes, pegamentos y ambientadores el mercado minorista nacional y se expande con energías renovadas fuera de fronteras.

“Y la alegría que me da ir a Santiago o a La Habana y ver en las vidrieras de las tiendas los pomos que pasan por mis manos”, remata un joven que comenzó a laborar en Elquim hace apenas unos meses, justo cuando la tecnología alemana aterrizó en los talleres.

Ya le advierten los operarios de toda la vida a Progreso Semanal desde que asoma las narices en la fábrica: aunque no figura en el escudo de la ciudad, junto al río, la línea del ferrocarril y los mogotes de Jumagua, la Empresa Electroquímica es desde hace casi 80 años una bendición providencial que pende, eso sí, como espada de Damocles sobre el cuello de Sagua.