El silencio de Cuba sobre en el conflicto del Esequibo
Por Eloy Viera Cañive (El Toque)
HAVANA TIMES – El 3 de diciembre de 2023 el régimen de Nicolás Maduro llevó a cabo un referéndum no vinculante sobre uno de los conflictos territoriales más antiguos de América Latina. El referéndum busca indagar, entre otros asuntos, si los venezolanos están de acuerdo con anexar al país la región del Esequibo, controlada hace años por Guyana y rica en recursos naturales.
Más allá de los detalles del conflicto y del referéndum, lo que pudiese resultar más interesante para los cubanos es la posición del Gobierno de Díaz-Canel en relación con el asunto.
El Gobierno cubano ha hecho silencio, un silencio que demuestra la incoherencia de la burocracia del Partido Comunista. Sobre todo porque los últimos reportes con respecto al diferendo entre Guyana y Venezuela indican el riesgo real futuro —no muy lejano— de una guerra entre ambas naciones. La guerra tendría lugar en América Latina, la región que fue declarada zona de paz por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) —con el impulso del chavismo y del castrismo—.
Cuba y el conflicto sobre el Esequibo
El conflicto sobre la región del Esequibo tiene una larga historia, en la cual la participación del régimen cubano ha sido especial, principalmente durante la Guerra Fría —período en el que Fidel Castro se convirtió en el principal baluarte de los intereses de los soviéticos y del comunismo en Latinoamérica—.
De acuerdo con palabras de Hugo Chávez en la XX Cumbre del Grupo de Río en marzo de 2008, en los años ochenta del siglo XX Estados Unidos pretendió utilizar las fuerzas armadas de Venezuela para derrocar al Gobierno del socialista guyanés Forbes Burnham. Para ese propósito utilizaron lo que Chávez denominó —en una muestra de lo que muchos consideran una renuncia al Esequibo— un «viejo conflicto» que quisieron desempolvar para justificar la agresión de Venezuela y el derrocamiento de Burnham.
El tema es que en 1981, durante la escalada anterior del conflicto sobre el Esequibo, Fidel Castro decidió tomar partido por su socio socialista y presidente de Guyana Forbes Burnham. En marzo de ese año, los Gobiernos de Cuba y Guyana firmaron un pacto conjunto en el que se expresaba con claridad el apoyo de Cuba a Guyana en su disputa territorial con Venezuela. En octubre, Fidel Castro reafirmó públicamente su apoyo a Guyana y acusó a Venezuela de ser «expansionista».
Según reportes de prensa de la época, existieron indicios de inteligencia que sugerían que el castrismo estaba dispuesto a mover tropas de Angola hacia Guyana para apoyar al Gobierno de ese país en caso de que una agresión militar se produjera.
Tiempo después, durante los años noventa, Cuba continuó su posición de apoyo a Guyana. En 1992, el entonces ministro de Relaciones Exteriores Ricardo Alarcón de Quesada, durante una visita oficial a Guyana, acusó a Venezuela de reclamar territorio que no le pertenecía y expresó solidaridad con Guyana y el respaldo a su derecho de desarrollar su territorio.
Los antecedentes y el silencio actual del castrismo ante una nueva escalada del conflicto sobre el Esequibo demuestran que los regímenes autoritarios —del signo que sean— no responden a los principios inamovibles que propugnan, sino a las necesidades puntuales de supervivencia de la clase política que los controla.
Ahora no es Fidel quien mueve los hilos del castrismo ni es Chávez quien mueve los del chavismo. La alianza entre ambos autoritarismos se mantiene, pero los intereses puntuales de quienes deciden cambian a diario.
La alianza autoritaria —que ha permitido que personal cubano participe de forma directa en actos de tortura y represión política en Venezuela— puede hoy mucho más que cualquier historia castrista de apoyo a Guyana.
Hasta hoy —incluso cuando el ejército de Guyana está en alerta máxima— la Cancillería cubana ha hecho mutis. Lo cual es contrastable con ocasiones anteriores en las que emitió declaraciones en defensa de Venezuela, que ahora presiona con todas sus fuerzas para imponer control sobre el Esequibo. En esta oportunidad, el castrismo no ha pedido —como sí lo hizo hace algunos días en relación con el conflicto de Israel y Palestina— respeto al derecho internacional y al diálogo como forma de resolución de conflictos.
Ni siquiera la prensa estatal cubana —que siguió con detenimiento y con equipo en el terreno la presencia de Miguel Díaz-Canel en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28)— reportó sobre la reunión que mantuvo el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista con el presidente de Guyana durante el evento.
Luego del encuentro entre ambos mandatarios —que según las imágenes trasmitidas parece haber sido muy informal—, el presidente guyanés Irfaan Ali reconoció en sus redes sociales que se reunió con Canel y que le expresó el compromiso de Guyana con la paz regional. Asimismo, anunció que le pidió al «presidente de Cuba» que se uniera al pedido de la Comunidad de Estados Caribeños (Caricom) que le exige a Venezuela que se comprometa a mantener la región latinoamericana como zona de paz y que no acometa acciones para ocupar o anexarse el Esequibo.
El presidente guyanés se refería al comunicado emitido por la Secretaría General de Caricom el 2 de diciembre de 2023 —en el que acepta el dictamen de la Corte Internacional de Justicia del día anterior—, en el cual se ordenó mediante una medida cautelar que Venezuela «se abstenga de cualquier acción» que pueda «modificar» la situación actual en el Esequibo. Cuba y San Vicente y las Granadinas —con cuyo primer ministro, Rafael Gosalves, también se reunió Irfaan Ali durante la COP28— son los países de Caricom que mantienen estrechas relaciones con Maduro y que no se han pronunciado ni tomado partido en el conflicto.
Después del referendo del 3 de diciembre, Maduro propuso la promulgación de una ley para crear un nuevo Estado que administre el Esequibo. La declaración incluye la impresión de nuevos mapas políticos de Venezuela que insertan el territorio en disputa y ha sido considerada por el Gobierno de Guyana una amenaza inminente contra su integridad territorial.
Sin embargo, el castrismo sigue en silencio.