El gobierno de Cuba apuesta por maíz transgénico

La capacidad desarrollada por el país en ingeniería genética y la biotecnología ha permitido obtener semillas modificadas genéticamente.

Por IPS-Cuba

De 2014 a 2018 Cuba importó 700.000 toneladas de maíz por año.

HAVANA TIMES – Una peculiaridad diferencia a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Juan Darias, en la zona de Jarahueca, en la central provincial de Sancti Spíritus, de sus similares del resto del país: es la única con licencia de seguridad biológica para la siembra de soya y maíz transgénicos.

En 12 hectáreas de esta cooperativa del municipio de Yaguajay se cosecharon en diciembre pasado las primeras toneladas de maíz transgénico para semillas. Esto es parte de un programa dirigido a reducir las importaciones de costosas simientes, se dio a conocer este lunes en el programa televisivo Mesa Redonda.

De 2014 a 2018 Cuba importó 700.000 toneladas de maíz por año, más de 1.500 millones de dólares en alimentos importados. “Ese es un gasto que nuestro país no puede darse el gusto de tener todos los años, dijo Mario Pablo Estrada, director de Investigaciones agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), que desarrolló los híbridos cubanos.

“El maíz híbrido transgénico que estamos impulsando trata de buscar las semillas que mayor rendimiento tienen hoy a nivel mundial, que son los híbridos simples modificados genéticamente”, describió el científico.

Una semilla híbrida (o F1) es el resultado de la polinización cruzada de dos variedades, ya sea de forma natural o artificial (es decir, por acción del hombre).

“Esta semilla es nuestra, es una semilla generada por la ciencia cubana”, enfatizó Estrada, quien valoró positivamente la labor de varios centros de investigación que han obtenido variedades reconocidas internacionalmente.

“Esas variedades han sido utilizadas para ser modificadas genéticamente y somos los dueños de estas semillas, una diferencia muy importante con lo que existe internacionalmente”, consideró.

Según dijo, una variedad de maíz seco convencional tiene un rendimiento de una a tres toneladas, mientras que el híbrido simple está por encima de las 12 toneladas.

Entre las características de este producto de la biotecnología agropecuaria cubana es que es resistente a la palomilla del maíz, la plaga que mayormente afecta los campos de este cultivo y al herbicida más empleado para controlar la maleza.

Cuba se propone sembrar en este invierno 500 hectáreas de semilla del híbrido transgénico CIGB que permitiría plantar en 2020 un total de 25.000 hectáreas. Con un rendimiento medio de cinco toneladas por hectárea, estas permitirían obtener 125.000 toneladas, destinadas a maíz seco para la elaboración de pienso animal, indicaron medios de noticias a inicios de febrero.

Argumentos en contra

La introducción de este tipo de agricultura tiene sus detractores, fundamentalmente, entre defensores de un movimiento agroecológico de casi tres décadas que optó por prácticas como la autogestión de semillas por campesinos y campesinas, y el rescate y mejoramiento de variedades autóctonas mediante técnicas ecológicas.

Especialistas también han alertado preocupación por los riesgos ambientales y para la salud humana. Al respecto, Eulogio Pimentel, vicepresidente de BioCubaFarma, destacó que los productos obtenidos a partir de organismo genéticamente modificados (OGM) para la obtención de mejores semillas y más rendimientos tienen que demostrar su valor alimenticio y que ‘no son ni tóxicos ni ecotóxicos’.

El científico agregó que son varios los factores que llevan a Cuba a apostar por la utilización de los transgénicos, entre ellos, al cambio climático y su efecto en el incremento de la temperatura, que se estima provoque una reducción de 50 por ciento en los rendimientos agrícolas.

En tanto, el director de Investigaciones agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología reiteró que en Cuba esta práctica se realiza dentro del marco legal existente, contempla la seguridad biológica, el registro sanitario y el control por varias entidades reguladoras.

El Decreto Ley no. 4 que ampara su empleo integra un grupo de políticas asociadas a las capacidades científico-tecnológicas del país y a la búsqueda de producción de semillas mediante métodos biotecnológicos.

Desde julio pasado, en la nación caribeña existe una Comisión Nacional para el Uso de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), que tiene como función el control y la utilización ordenada de esa técnica biotecnológica, como alternativa para el desarrollo agrícola nacional.

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