El caleidoscopio del “reencuentro” entre cubanos y africanos en Sierra Leona

Vicente Morín Aguado

Alfredo Duquesne, Emma Christopher y Sergio Leyva en la Casa de Africa.
Alfredo Duquesne, Emma Christopher y Sergio Leyva en la Casa de Africa.

HAVANA TIMES — El pasado dos de noviembre, invitado por el fotógrafo Sergio Leyva Seiglie, asistí a la apertura de una interesante exposición titulada Reencuentro, con gráficas del artista mencionado y esculturas de otro cubano, Alfredo “El Duque” Duquesne.

Ambos mostraron desde sus respectivos ojos, un apasionante episodio de las relaciones históricas entre Cuba y Sierra Leona, reseñado por una de mis colegas en esta revista digital.

La Casa de África, cita en Obrapía y Mercaderes, Habana Vieja, acogió las fotografías y esculturas,  aprovechando la ocasión para conversar con los autores de la muestra, además de intercambiar ideas con otra protagonista de tan impactante trabajo, Emma Christopher, historiadora de la Universidad de Sidney en Australia.

No es cortés preguntar a las mujeres su edad, pero me llamó la atención conocer, gracias a las estadísticas, que de haber nacido en Sierra Leona, probablemente la investigadora australiana no estaría entre nosotros porque este país africano califica entre los más pobres del mundo, con una esperanza de vida al nacer de sólo 36 años.

Otra razón puede agregarse, reflejada además por “El Duque” en sus maderos, son las secuelas de una guerra civil que asoló al país africano durante diez años, dejando miles de muertos y otros tantos mutilados, especialmente a causa de las minas antipersonales, armamento cuyo uso está condenado internacionalmente.

A pesar de tantas calamidades, la dialéctica de la historia nos legó el feliz regalo de un reencuentro entre los Gangá Longobá, familia de la etnia Yorubá, cuyas tradiciones orales, reflejadas en los cantos, bailes y demás rituales de su religión, se preservaron a ambos lados del atlántico, venciendo al tiempo, la geografía, las veleidades de la política y el racismo.

Fue precisamente la llamada “Trata”, es decir, el comercio de esclavos negros traídos de África, el origen de la familia Diago, localizada en el poblado de Perico, Matanzas, donde antaño existiera una fábrica de azúcar llamada Ingenio Santa Elena, cuyos dueños dieron por obligación su apellido a los esclavos.

Después de vivir entre los sierraleoneses, la señora Christopher conoció en Cuba a la agrupación artística Gangá Longobá, fiel en su manera de preservar esa parte “negra” de nuestra cultura que desde la colonia intentaron ocultarnos, salvada por el esfuerzo pionero de  investigadores y artistas como Fernando Ortiz, Alejandro García Caturla y Nicolás Guillén, entre otros.

Desde Los Negros Brujos de Don Fernando, arribamos a La Santería del poeta y Babalao Rómulo Latachañeré, reafirmando el complejo universo religioso de la cultura Yorubá, asiento del arte que permitió finalmente el milagro de este Reencuentro.

Hoy el pequeño país africano parece encaminarse definitivamente hacia la paz, dejando a un lado los conflictos étnicos de la década anterior.

Ojalá sus cuantiosos recursos naturales, especialmente El Rutilo y los Diamantes de su tierra, sirvan a la prosperidad anhelada por un pueblo saqueado sistemáticamente por las potencias occidentales que durante siglos asolaron al África, continente como ningún otro, víctima de ese Capital, que al buen decir de Carlos Marx, vino al mundo chorreando sangre y lodo por todas partes.

Le pedí a la Dra. Emma Christopher su autorizada opinión y esto escribió, de su puño y letra, en mi agenda: Sierra Leone is a beatiful, wonderful country with fantastic people. It is calm and totally safe. Anybody with Sierra Leonean heritage should be extremely proud to be from such a great place.

El infame comercio de esclavos nos legó, en su contrapartida, esa impronta de la cultura africana que para siempre nos marcó como pueblo. Que siga girando, en su multitud de colores, este maravilloso caleidoscopio.

Vicente Morín Aguado: [email protected]