Donde las chapas de botellas valen más que la medicina

Vicente Morín Aguado

Padre e hijo.

HAVANA TIMES — “Mi hijo se graduó de médico hace veinte años”, cuenta Rogelio, “ahora gana 1460 pesos (70 usd), bueno le descuentan un 5 % de contribución a la salud y los 63 pesos del refrigerador chino que nos cambió Fidel por el que nosotros teníamos hace años, pero su tarjeta de banco donde le ubican el salario, la vacía un carnicero con o tres cuchilladas, nosotros sobrevivimos de las chapas.”

Padre e Hijo conversan con el periodista, no es posible sustraerse al asombro: ¿Viven de las chapas?

“Lo bueno-dice el padre- es que todas las chapas sirven, tienen la misma medida, aunque las mejores, ¡claro! son las de afuera, Heineken, Presidente, Bavaria…”

¿Te refieres a cervezas embotelladas importadas?

“Exacto, resisten más luego del primer doblez, cierran mejor cuando las aplican por segunda ocasión a una botella con puré de tomate o tal vez cerveza de contrabando.”

Aun así, es difícil creer que estamos conversando sobre un auténtico negocio, el hijo médico aclara al ofrecer algunos datos:

“Mire, en La Habana una libra de chapas vale 10 pesos cubanos, mi papá se las lleva a Santa Clara y allí las compran a 30 centavos cada una”.

Es evidente una explicación adicional y la tenemos:

“Lo bueno-dice el padre- es que todas las chapas sirven, tienen la misma medida, aunque las mejores, ¡claro! son las de afuera, Heineken, Presidente, Bavaria…”

“Se trata de una libra en La Habana, aproximadamente 200 chapas de botellas, en la provincia las compran por unidades, entonces 200 por 30 centavos= 60, la cuenta nos da. A cada libra le sacamos 50 de ventaja, claro descontando el viaje, pero no vamos a viajar con tres o cuatro libras encima.”

Padre e Hijo asumen la tarea de buscar vendedores del preciado artículo en restaurantes, bares, especialmente los supermercados que venden en moneda convertible porque aunque el precio final no cambia, la aceptación del producto importado garantiza el negocio. La carga mayor es para Rogelio, su hijo asume la obligada tarea de pesquisar los barrios en busca de enfermedades trasmisibles de repente comunes en Cuba: Cólera, Tuberculosis, VIH SIDA, bueno, cómo el mismo dice “las diarreas repentinas, sospechosas, son mi especialidad”.

Sigue contando Rogelito: “Cuando el viejo se va con su cargamento, nunca menos de 20 libras, yo asumo la tarea para no perder a nuestros suministradores. Casi siempre es al caer la noche, es posible para mi hacerlo, ellos están resumiendo un día de ventas.”

Los compradores en Santa Clara, igual puede ser cualquier otra localidad del interior, son campesinos individuales, sus familias o algunas cooperativas, en general da lo mismo, elaboran pulpas de tomates, mangos, guayabas, en fin, conservas envasadas en botellas de cristal, así lo exigen las reglas sanitarias, lo curioso es que las preciadas chapas regresarán a la capital porque sus dos millones de ansiosos habitantes constituyen el mayor mercado del país.

Como le sucede a los niños de siete años, están los por qué listos a desafiar al mismísimo Aristóteles: ¿Y no pueden vivir ustedes dos del salario de un médico?

“Mi hijo se graduó de médico hace veinte años… pero nosotros sobrevivimos de las chapas.”

“Ojalá, pero mi hijo se queda en menos de 1300 con los descuentos, más o menos 50 dólares, no pasan de un buen par de zapatos para un médico. Imagínese mantener la computadora o el teléfono, ¿a dónde vamos a parar?, como dice la canción.”

Cada Viaje, mínimo de 20 libras de chapas, representa 4000 unidades, igual a 1200 pesos, vendidas a 30 centavos. Calculando 200 de gastos personales, quedan 1000 libres a la semana. Un mes de chapitas multiplica tres veces el salario del hijo doctor.

Siguen las preguntas irresistibles de la llamada “edad de la peseta”: ¿Pero la universidad de tu hijo, todos sus estudios fueron gratuitos?

“Ah, gratuitos, bueno, no nos cobraron la matrícula, los profesores, pero mantener estudiando a un muchachón durante tantos años, la ropa, los zapatos, los viajes, agregue que a su edad hasta las amistades, las muchachas, se trataba de un futuro médico, un profesional, libros especializados, repito, una Lap Top que a dios gracias le mandó la Tía desde España, ¿quién paga todo eso a los precios de Cuba contra el salario y las dos monedas?

Rogelito, el hijo pródigo, orgullo de la familia, termina por decir: “Los frascos de medicina no admiten chapas, no están permitidas en las regulaciones propias de la fabricación de medicamentos:”

Terminamos con chocar de manos deportivo: ¡Salud para todos y que vivan las chapas!

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