Donaciones de sangre en Cuba: cada vez menos brazos

HAVANA TIMES – Entre 2002 y 2022 las donaciones voluntarias de plasma y sangre se redujeron a la mitad en Cuba. Comenzando el siglo las estadísticas oficiales compilaban 563.204 extracciones de ese tipo por año; dos décadas después su número cayó a 285.645.

A la par con esa tendencia, también ha cambiado el origen de las donaciones. Hasta mediados de la década 2010 Cuba se enorgullecía de contarse entre los pocos países del mundo que cubrían sus necesidades de sangre y hemoderivados solo a partir de donaciones voluntarias, mientras que las «donaciones directas» (destinadas a pacientes específicos) sumaban un porcentaje marginal. En los últimos años dicha proporción se invirtió.

Las estadísticas del Ministerio de Salud Pública (Minsap) no compilan la nueva realidad, aunque informaciones de medios locales la ponen de manifiesto.

En septiembre pasado el periódico Ahora reveló que casi dos tercios de las donaciones de sangre realizadas en Holguín durante 2024 son «directas». Entrevistada por ese rotativo, la directora del banco de sangre provincial, Maria Eugenia Castro Batista, intentaba quitarle importancia al hecho asegurando que el plan de donaciones se basaba «en el historial de las necesidades que ha tenido la provincia».

Sin embargo, los registros la desmentían: en 2022 el sistema de salud holguinero empleó 20 635 donaciones, un 25% más que todas las previstas para 2024. Y por entonces, tres de cada cuatro transfusiones procedían de donantes voluntarios.

Las donaciones voluntarias tienen la ventaja de que se pueden emplear discrecionalmente. Es posible destinarlas a pacientes que no cuentan con familiares o amistades en condiciones de brindárselas, o a otros que por su estado de salud necesitan de transfusiones frecuentes.

Un ejemplo son los niños sometidos a tratamientos contra el cáncer. En el propio reportaje del periódico local Ahora la especialista principal del servicio de transfusiones del hospital pediátrico Octavio de la Concepción y la Pedraja, Betty Suárez Turró, reconocía que la «disponibilidad [de sangre] se ve afectada porque no hay suficientes donaciones que respalden los pedidos de determinados grupos sanguíneos».

«Son muchos más los que necesitan»

La bayamesa Maydelis Solano conoce bien el hospital pediátrico de Holguín, al que ha viajado en innumerables ocasiones como parte de su activismo dentro del grupo de Facebook Donaciones de sangre en Cuba. Allí ha comprobado la creciente frecuencia con que «los bancos les piden a los familiares que busquen donantes, porque carecen de reservas».

Para muchos de esos pequeños transfundirse regularmente es asunto de vida o muerte.

A la falta de brazos solidarios en los últimos tiempos se ha sumado el descontrol. Maydelis siempre recuerda el caso de una niña que sufría problemas de coagulación a causa de un tratamiento de quimioterapia, y para la cual habían conseguido la donación requerida a través de las redes sociales. «Pero luego no la transfundieron, a pesar de que lo reclamamos. Fue preciso hacer otra publicación apelando al sentido de humanidad de las personas, que gracias a Dios volvieron a donar».

Según Alier Proenza Verdecia, uno de los administradores del ministerio cristiano Dar Esperanza y Alegría, también vinculado al activismo solidario en Holguín, el tema de las donaciones de sangre se ha complejizado.

«Cada día hay un aumento de las personas que nos piden ayuda. Nos escriben pacientes y familiares… hasta médicos, pero tenemos el problema de que son muchos más los que necesitan donaciones que quienes se ofrecen a hacerlas. En este tema incluso nos hemos topado con el inconveniente de las diferentes enfermedades que circulan en el país. Para hacer una donación la persona debe estar sana y no haber padecido enfermedades durante los meses previos, requisitos que resulta difícil cumplir en las localidades con fuerte infestación de oropouche o dengue».

A su juicio, una alternativa que contribuiría a paliar la crisis sería que las personas de una provincia pudieran donarle a otras de territorios distintos a los suyos.

Menos donantes, peor «atendidos»

Dos donantes camagüeyanos entrevistados para este reportaje a condición de anonimato coincidieron en apuntar contra las carencias materiales y la desorganización, como otras causas que inciden en la disminución de las donaciones voluntarias.

«A pesar de que repiten que es un programa priorizado, en los últimos tiempos se ha vuelto común que nos citen y luego no traigan suficientes bolsas, o que el personal del banco llegue tarde o simplemente no venga. Ahora, incluso anda el rumor de que las donaciones habrá que ir a hacerlas al banco provincial, que está a las afueras de la ciudad, porque ellos no tienen transporte para venir a los policlínicos. A nadie parece importarle que quienes donamos no vivimos de esto», dijo uno.

Precisamente las limitaciones de recursos determinaron que al cierre de julio Holguín incumpliera en un 9% su ya magro plan de donaciones. Lo que allí implicó 599 transfusiones menos, a nivel de país podría representar una cifra hasta 14 veces mayor, atendiendo al «peso» de esa provincia dentro de la estadística nacional. Siguiendo esa proporción, hasta 8 000 donaciones habrían dejado de realizarse en Cuba durante los siete primeros meses de 2024.

Uno de los entrevistados también alertó sobre el hecho de que el número de donantes voluntarios decrece a medida que muchos de ellos rebasan la edad límite de 65 años y no son relevados por jóvenes. «En estos trajines uno va coincidiendo con gente que está en el mismo ‘ciclo’ (los hombres pueden donar cada tres meses; las mujeres, cada cuatro) y tiene margen para comparación. Y la impresión es que cada vez somos menos».

Ambos coincidieron en varias causas probables para dicha tendencia. La primera de todas, «que nadie garantiza que uno vaya a contar con sangre en un momento de necesidad.

Imagínese que usted dona voluntariamente tres o cuatro veces por año y que un día se le presenta una urgencia médica a uno de sus familiares. En esa situación es muy probable que usted no pueda donarle porque no esté en tiempo para hacerlo, pero tampoco tiene cómo solicitar que le den una transfusión en base a todas las que antes realizó. Conozco a donantes que me han dicho: ‘yo no vuelvo a donar voluntario porque tengo viejos y enfermos en la familia, y no quiero arriesgarme a no poder ayudarlos cuando me necesiten», explicó uno.

Otro rosario de dificultades enfrentan quienes buscan transfusiones de grupos poco comunes.

Una funcionaria vinculada al programa de donaciones en Ciego de Ávila, que también pidió reservar su nombre, recordó cómo «en otros tiempos el Ministerio de Salud Pública ejercía un control más efectivo sobre los donantes; en particular, sobre los de plasma y grupos sanguíneos poco comunes. Ahora, les toca a los pacientes y a sus familiares asumir una responsabilidad que debería desempeñar la institución». Coincidiendo con los otros entrevistados, la funcionaria apuntó que en los últimos años disminuyó la «atención» que recibían los donantes voluntarios, la cual iba desde reconocimientos morales hasta ventas de alimentos y otros artículos a precios subsidiados. «En varias provincias ni siquiera hemos tenido carnés de identificación para darles», lamentó.

En manos de los oportunistas

Mientras espera por una cirugía en un hospital de La Habana, la santiaguera Bricella Hernández divide su tiempo entre los tratamientos para sus dolencias y su activismo en grupos solidarios.

Así conoció sobre las dificultades que inciden en el tema de las transfusiones y decidió, junto a varios de sus hermanos de fe, crear el grupo Donaciones de sangre en Cuba. La misión de ese espacio digital es poner en contacto a pacientes y donantes, bajo una única premisa: sus vínculos no pueden ser mediatizados por el dinero. «Este grupo es para donar, no vender», ha tenido que aclararle Bricella a más de un oportunista.

Por desgracia, las circunstancias actuales favorecen a los interesados en medrar con la necesidad ajena.

En un contexto de acelerado envejecimiento poblacional y con un sistema de salud lleno de carencias, como las que afectan al programa transfusiones, a muchas personas no les ha quedado más remedio que pagar hasta 10 000 pesos por una transfusión.

«¿Pero ¿cómo puede un anciano solo o una madre soltera hacer frente a una situación así?», se preguntó la funcionaria del Minsap consultada. Muchos adultos mayores tienen pensiones por debajo de 2.000 pesos al mes.

Para colmo de males, algunos hospitales suelen exigirle a los pacientes y sus familiares que las donaciones que repongan sean del mismo grupo sanguíneo a transfundir, «algo que va contra lo establecido y es sencillamente un abuso», acotó la misma fuente. «Conseguir un donante de grupos como AB, que se encuentran entre menos del 10% de la población, puede resultar una odisea y no debería recaer sobre los hombros de los enfermos. Es de las responsabilidades que antes quedaban a cargo del Estado y de las que un día se desentendió, sin dar explicaciones».

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