Cuba sin remesas del extranjero: «Todo se nos va en comer”

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – A sus 62 años de edad, la profesora Mirta ni siquiera se plantea la posibilidad de jubilarse. Si lo hiciera, tendría que depender exclusivamente de su pensión, que al cabo de 44 años como maestra de primaria apenas superará los 4800 pesos mensuales (menos de 14 dólares al cambio del mercado informal, el único al que en realidad pueden acceder los ciudadanos de a pie).

Por eso, a comienzos de este año inició los trámites para «recontratarse». Esa fórmula administrativa permite a los trabajadores cubanos jubilarse y volverse a contratar en el mismo puesto que hasta entonces desempeñaban. Para muchas personas representa la oportunidad de cobrar dos «salarios», al sumar la pensión a su pago original. Y a las entidades empleadoras les permite mantener sus nóminas cubiertas con trabajadores de experiencia, algo cada vez más difícil de lograr debido a la crisis demográfica que vive el país (entre el 15 y el 20% de los cubanos emigraron durante los últimos cinco años, y alrededor del 25% de la población tiene 60 años o más).

Educación es uno de los sectores con mayor déficit de fuerza laboral. Hasta un tercio de las aulas no cuentan con un profesor a tiempo completo. Los «maestros de antes», como Mirta, son particularmente apreciados por los padres a causa de su ética y profesionalidad. Como compensación por sus bajos salarios, los padres suelen hacerles regalos o ayudarlos en trámites diversos. Fue así como Mirta consiguió una estomatóloga para el tratamiento de ortodoncia de su nieta, y un año atrás el padre de una alumna reparó su televisor.

«Esas ayudas son tan importantes como el propio salario, o incluso más», confesó. Pero Mirta sabe que se deben a su permanencia frente al aula. «Retirada, sería una de esas tantas viejitas de las que nadie se acuerda, empezando por el propio Ministerio de Educación», agregó.

Sus salarios y todo cuanto «resuelve» contribuyen al presupuesto familiar. Mirta comparte hogar con su hija, su yerno y su nieta de once años. Los tres adultos son profesionales: en la sala de su vivienda el título en pedagogía de Mirta es franqueado por los de arquitecta e ingeniero civil de su hija y el esposo de esta. Entre todos suelen ganar de 40 000 a 50 000 pesos mensuales (equivalentes en el mercado informal a unos 120-150 dólares), monto al que suman los ingresos obtenidos por su yerno haciendo ocasionales trabajos de albañilería.

«Y prácticamente todo se nos va en comer. Fuera de ahí, nuestros únicos gastos son los de la ropa que se compra para la niña y algún arreglo de mucha urgencia», aseguró Mirta.

Mirta vive en Camagüey, una capital de provincia en la que los alimentos no son tan caros como en el oriente de la Isla ni tan escasos como en los municipios más pequeños y aislados. También tiene la ventaja de contar con la casa «capitalista» que heredó de sus padres y que algún día cederá a su hija.

Se trata de un inmueble con tres habitaciones ubicado en un barrio relativamente céntrico de la ciudad. El haber sido levantado en la década de 1950 –de ahí el sobrenombre de capitalista»– es garantía de que en su edificación se emplearon materiales de calidad y participaron constructores de experiencia. De hecho, las «casas capitalistas» son las mejor cotizadas en el mercado inmobiliario cubano. Para Mirta representa, además, la ventaja de no tener que afrontar reparaciones virtualmente impagables en los tiempos que corren. «Si tuviéramos que resanar paredes y techos, o construir para ampliarnos, como le sucede a tanta gente, el dinero no nos alcanzaría para nada. Por suerte, estas casas las hicieron a conciencia, y les basta con una mano de pintura al año».

Más de la mitad de los cubanos adultos no tienen familiares que les envíen ayuda desde el extranjero. Foto: Juan Suárez

Cuentas que no dan

La familia de Mirta es una de las tantas que en Cuba afrontan sus gastos cotidianos sin remesas desde el extranjero. Aunque no existe una estadística definitiva al respecto, las estimaciones más creíbles apuntan a que entre el 50 y el 60% de las familias de la Isla no cuentan con personas cercanas residiendo en el exterior, a las que solicitar ayuda ante circunstancias excepcionales o con regularidad.

Se trata de un fenómeno marcado por las diferencias regionales. «En La Habana casi todo el mundo tiene un hijo o un nieto afuera, y también en ciudades como Matanzas y Cienfuegos, por la influencia del turismo. Pero a medida que uno se aleja de la capital las cosas cambian. En mi trabajo la gran mayoría de los envíos tienen como destino la zona occidental», comentó Aldo, un empleado de una agencia privada de paquetería con fllial en Camagüey. En esa ciudad centroriental a la empresa le basta con cinco triciclos eléctricos para sus entregas; la casa matriz en La Habana, en tanto, opera un parque de al menos 20 vehículos, entre ellos varias furgonetas.

Debido a la escasez de alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad, en los últimos años ha crecido exponencialmente el envío de bultos por parte de los emigrados, a sus familiares en la Isla. En diciembre, el director de Cargas del Ministerio de Transporte, Pablo Cuellar González, anticipó que las empresas estatales encargadas de ese servicio cerrarían 2024 habiendo procesado unos tres millones de bultos, 700 000 más que en 2023, y casi el doble que un par de años atrás.

Las perspectivas apuntan a que el fenómeno seguirá creciendo, lo que ha motivado el desarrollo de emprendimientos privados como el de Aldo. Entre los envíos más singulares que ha transportado recuerda un kit quirúrgico que debió llevar con urgencia al mayor hospital de su provincia, donde esperaban por él para operar a una persona. «El verdadero problema lo tienen quienes no cuentan con familia o amigos fuera, que los ayuden en una circunstancia así», lamentó.

Salir adelante sin ayudas externas implica un esfuerzo notable en el contexto de la Isla. Lo mismo en temas de salud que aspectos tan básicos como la alimentación. Solo de 2023 a 2024 el costo de la canasta básica de alimentos se incrementó en un 18%, reveló a comienzos de este mes el doctor Omar Everleny Pérez Villanueva, el exdirector del Centro para el Estudio de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana. 

Apelando a estadísticas oficiales, el investigador determinó que al cierre de 2024 hacían falta 24 351 pesos al mes para cubrir las necesidades nutricionales básicas de un núcleo familiar de dos personas. En contraste, el salario medio mensual había sido fijado en 4 648 pesos, mucho menos de la mitad.

«Es un cálculo muy conservador, que solo incluye el mínimo necesario para la subsistencia», reconoció Pérez Villanueva en una entrevista posterior con la agencia de noticias EFE. «Si a la cuenta se suman otros gastos, como los relativos a transporte, internet, ropa y aseo personal, el presupuesto mensual mínimo necesario para dos personas asciende a 45 401 pesos», agregó. Prácticamente diez veces el salario medio oficial.

Según reconoce el propio académico, sus estimaciones se basan en datos incompletos y sesgados. La Oficina Nacional de Estadísticas e Información, el ente que los provee, sigue sin registrar todos los procesos económicos que ocurren en el país y basa sus análisis en la tasa de cambio oficial (de 120 pesos por 1 dólar), que apenas representa un tercio de la verdadera cotización de la moneda estadounidense en el mercado informal.

En el «mundo real», para la mayoría de las familias cubanas la conciliación de sus presupuestos mensuales constituye un ejercicio de prestidigitación que cada día más personas no consiguen completar.

Uno de ellos es Mariano, exmecánico ferroviario de 82 años que depende de un comedor social «para al menos seguir vivo». Él es uno de los 59 000 beneficiarios del Sistema de Atención a la Familia (SAF), una red nacional de cafeterías y pequeños restaurantes de barrio que todos los mediodías abre sus puertas para vender a precios módicos almuerzos y comidas a ancianos, discapacitados y otras personas en condición de vulnerabilidad. De otra forma, la mayoría no podrían hacer al menos una comida al día.

Un comedor del Sistema de Atención a la Familia (SAF). Foto: cibercuba

Tal es la condición de Mariano y su esposa, quienes no tuvieron hijos, y se cuentan entre los más de 700 000 jubilados que cobran la pensión mínima de 1 528 pesos mensuales (40% del total de los pensionistas reciben esa nómina). Si bien el Gobierno asegura estar «enfocado en mejorar sus condiciones de vida», lo cierto es que las políticas más recientes se orientan a reducir el déficit presupuestario recortando subsidios y otras ayudas sociales: las plazas en los comedores del SAF, por ejemplo, se redujeron un 22% desde 2021.

Para incorporarse a un SAF, Mariano y su esposa debieron esperar casi un año, hasta que se desocuparon plazas. Mientras lo lograban, debió dedicarse a recoger materiales para reciclaje y a realizar trabajos de jardinería. Otros, sin tanta salud como él, apelan a pequeñas ventas callejeras o a la mendicidad simple y llana. Los jóvenes lo tienen más fácil… aunque solo hasta cierto punto.

Cuando no se cuenta con ingresos suficientes, o familiares o amigos en el exterior las tres comidas del día pueden convertirse en un lujo, y la merecida jubilación al cabo de una vida de trabajo, en un proyecto aplazado indefinidamente. Da igual cuánto se haya aportado en la vida.

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One thought on “Cuba sin remesas del extranjero: «Todo se nos va en comer”

  • Saludos, llevo aquí más de 12 años, siempre ha existido sistemas de remesas además del Western. Son quizás más eficientes ya que la llevan a la casa, por lo general al día siguiente. También puedes escoger en q tipo de moneda. Por lo general utilizan el cambio utilizado en la calle no el oficial. Así q la Western pudiera no regresar que su espacio ya está ocupado. Por otro lado es normal q unos pocos reciben remesas además de recargas o facturas de comida. En este último caso el servicio es muy profesional y lo llevan hasta donde el cepillo no toca. Pero este segmento de la poblacion aumenta con cada ola de emigrantes.

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