Cuba: ¿De qué soberanía alimentaria habla Marrero?

Puestos vacíos en uno de los mercados de La Habana. (14ymedio)

La posición del régimen es muy brillante sobre el papel y en el discurso político, pero impracticable con el modelo económico que rige Cuba.

Por Elías Amor Bravo (14ymedio)

HAVANA TIMES – La soberanía alimentaria pasa por ser una de las nuevas quimeras del régimen comunista cubano. El primer ministro Marrero fue invitado a esbozar las líneas maestras de la política en este ámbito durante el foro virtual internacional “La asistencia del arroz híbrido y la seguridad alimentaria del mundo”. La verdad es que hay que tener cara dura para esto. 

Marrero es el primer ministro del régimen cubano, y por tanto se le supone cierta responsabilidad, en un país en el que la producción de arroz ha descendido de forma continua en los últimos años, hasta el extremo de depender de donaciones de Vietnam para atender las necesidades básicas, dando lecciones al mundo de cómo producir arroz híbrido. Por citar unos datos procedentes de los anuarios de la ONEI. En 2014 Cuba producía 584.800 toneladas de arroz, en 2021 (último dato) la producción fue de 225.786 toneladas. Un descenso espectacular del 61% en un producto que es básico en la alimentación diaria de los cubanos. Y Marrero dando lecciones al mundo de arroz híbrido. Insisto, no hay quien entienda nada.

Los comunistas cubanos carecen de miedo escénico, por su absoluta falta de responsabilidad. Al no tener que responder ante un electorado, en convocatorias periódicas y plurales, no entienden de dar cuentas de su gestión. Marrero habló ante el mundo, ni más ni menos, que, de soberanía alimentaria, diciendo que para los comunistas cubanos consiste en “disminuir la dependencia de las importaciones, potenciar la capacidad productiva, el uso de la ciencia, la tecnología y la innovación, y desarrollar sistemas alimentarios eficientes y sostenibles a nivel local”. En ningún momento, atribuyó soberanía alimentaria a comer todos los días, en cantidad suficiente. Eso no importa.

Desde luego, la posición del régimen es muy brillante sobre el papel y en el discurso político, pero impracticable con el modelo económico que rige Cuba. Ese plan nacional para la soberanía alimentaria y una mejor educación nutricional acabará en nada, bueno, como ahora, con la misma libreta de racionamiento y las eternas colas en las bodegas.

El discurso de Marrero ha sido un ejercicio de irresponsabilidad, se mire por donde se mire. Empezó, cómo no, culpando al embargo/bloqueo de Estados Unidos de las dificultades para lograr los objetivos de soberanía alimentaria en Cuba. En su intervención denunció que el bloqueo/embargo tiene como objetivo “provocar hambre y desesperación a nuestro pueblo», y que no solo “vulnera nuestro derecho al desarrollo, sino también nuestro derecho a la vida”. La misma cantaleta de siempre. Tal vez debió referirse a ese embargo/bloqueo interno, que es el que realmente impide, por las trabas, obstáculos y prohibiciones del modelo económico marxista, facilitar el desarrollo y prosperidad de los cubanos. Pero de eso, nada.

En realidad, la alimentación de los cubanos ha sido un instrumento de poder y control del régimen comunista desde que se puso en marcha la libreta de racionamiento. En aquel momento, en que en Cuba las tiendas se encontraban bien surtidas, se justificó por lo mismo que ahora existe la canasta normada: impedir la libre elección de los consumidores, la libertad de comprar y vender, el funcionamiento del mercado libre de oferta y demanda. 

Los comunistas reemplazaron esa estructura por la planificación central de la economía, que parte de la idea de que unos burócratas a los que se adjudica una prevalencia sobre el resto de la ciudadanía se supone que saben más, pueden planificar las grasas, calorías y proteínas que a diarios se deben comer por cada ciudadano o topar los precios a su antojo. Y aquí es donde está el origen del desastre. Porque nada de lo planificado puede salir bien, y de forma sistemática el sistema entra en crisis y surge la escasez, las colas, la miseria y la desesperación. Desde hace tiempo se sabe que el comunismo es incapaz de dar soluciones de este tipo.

Y claro, ante tener que dar respuestas, y no saber cómo hacerlo, Marrero hizo lo que hacen siempre los comunistas, lanzar balones fuera del campo y perder tiempo, como, por ejemplo, cuando se puso a decir “que en el mundo se producen alimentos suficientes para abastecer a todos, pero se derrochen de forma insostenible y su distribución no sea equitativa”. Tal vez debería entender por qué ocurre este fenómeno, detrás del que las subvenciones y subsidios de muchos gobiernos a sus productores agropecuarios acaban provocando estos resultados ineficientes.

Es decir, las inadecuadas políticas públicas de los estados para el mantenimiento del sector agrícola y ganadero acaban provocando estos excesos, que, a la larga, no son otra cosa que derroches de dinero público. El problema es que, en Cuba, ni con ese derroche, el sector agropecuario funciona. Aquí la cuestión reside en los derechos de propiedad que impide a los productores apropiarse de las rentas generadas por sus explotaciones.

No contento con quedar mal en su exposición, al desconocer los mecanismos de la sobre oferta agropecuaria, Marrero se volvió a meter en el lodazal, al lamentar “que también se esté retrocediendo en los esfuerzos por acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas, así como en el cumplimiento del objetivo de desarrollo sostenible sobre el hambre cero, para 2030”. Pero ¿qué sabe Marrero de esos esfuerzos? ¿Es que acaso tiene algún dato de emigrantes que pidan año tras año radicarse en el paraíso comunista que él dirige? 

Muy bien todo en el papel de los discursos, pero ¿qué está haciendo Marrero para acabar con el hambre en Cuba, cada vez peor? Ya no es solo una cuestión de escasez, sino de precios. La tasa de inflación en los precios de la alimentación se situó en septiembre cerca del 60%, 20 puntos más que la media. Los cubanos ya no solo no encuentran los alimentos que quieren consumir en las tiendas, es que por los pocos que hay deben pagar precios excesivos. Marrero debería dar respuesta de ello. Es su responsabilidad.

Luego llegó el capítulo de agradecimientos, básicamente referido a China. Lo mismo de siempre, “donaciones de maquinarias y materiales de producción agrícola para la mejora del sistema productivo, así como el intercambio académico sobre temas como el cultivo del arroz híbrido en suelos salinos, de especial relevancia para enfrentar los efectos adversos del cambio climático”. Y ya se sabe cómo acaba todo esto.

Y cómo no, dedicó parte de su discurso a exaltar “las contribuciones positivas de China en materia de seguridad alimentaria a escala global, atendiendo a que solo con el 9% de las tierras cultivables del planeta, alimenta a cerca del 20% de la población mundial, así como el éxito alcanzado en la lucha por la erradicación de la pobreza extrema”. Debería copiar la receta china y dejarse de reflexiones poco prácticas. Los chinos entregaron los derechos de propiedad de la tierra a los productores agropecuarios, y gracias a ello dejaron atrás hace décadas un escenario de hambre como el de Cuba. 

Da igual. Ahora toca alabar al nuevo socio, una vez que Rusia se ha quedado aparcada por la cruenta guerra en Ucrania. Marrero hizo de relaciones públicas de China ante los oyentes de América Latina, al lanzar todo tipo de alabanzas al Centro de Innovación de Agricultura Sostenible China-América Latina, un organismo dedicado a dar dinero chino a las instituciones de industria, universidad e investigación, dentro de la estrategia china de penetración en el continente. Cuidado.

Finalmente, Marrero aprovechó para dar lecciones de cosas que él no sabe hacer, como, por ejemplo, superar el doloroso drama humano del hambre que, según él, exige “transformar, de manera urgente, radical y sostenida, los irracionales e insostenibles patrones de producción y consumo del capitalismo, para que la humanidad pueda salvarse a sí misma”. 

Un chiste de mal gusto, que alguien que ha mostrado su absoluta incapacidad para resolver el problema del hambre en su país con el modelo comunista, se dirija contra el capitalismo para culparlo de lo mismo. Debería saber Marrero que las “mulas” cubanas que se surten de mercancías en los bien abastecidos mercados del vecino Haití, se sorprenden de comprobar cómo en ese país hay relativa abundancia de alimentos, y lo que es mejor, a precios muy baratos, incluso para los cubanos.  

La FAO hace años que erró el tiro, al dejar que personajes como Marrero hablen ante el mundo y digan barbaridades sobre soberanía alimentaria como las que expuso en su discurso. De asumir responsabilidades, nada. Empecinarse en las mismas ideas comunistas inservibles, todo. Eso sí, incapaces de ver la viga en el ojo propio. 

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