Cuba: De-bates y pelotas

Por Lázaro González

Con los play off se dispara la efervescencia popular y no hay escenario que escape al debate espontáneo. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 14 abril — “¿Tú crees que este sea el año de Villa Clara?,” me preguntó aquel desconocido con cara de angustia. Apenas habíamos cruzado un par de ideas sobre la postemporada de la Serie Nacional de Béisbol, cuando me lanzó aquella bola de fuego. En menos de lo que un mono se rasca un ojo el P-2 se convirtió en una esquina caliente sobre ruedas. Bullía. Y de qué manera.

Nuestro pasatiempo nacional tiene esa virtud: aviva, como ningún otro evento en el año, el espíritu polemista de los cubanos. Con los play off se dispara la efervescencia popular y no hay escenario que escape al debate espontáneo.

La discusión encendida de resultados, jugadas y pronósticos es contagiosa y aglutina a familiares, vecinos, compañeros de viaje, colegas de estudio o trabajo, amas de casa, cuentapropistas, jefes y subordinados, blancos y negras, cristianos y abakuás, intelectuales y obreros, citadinos y campesinos, jóvenes y viejos, humildes y adinerados…

Siempre que llega la etapa final del campeonato me pregunto lo mismo: ¿por qué los cubanos no discutimos de manera permanente, públicamente y con el mismo entusiasmo, acerca de otros temas trascendentales también para nuestras vidas? Tal vez algunos ya aventuren sus respuestas, pero no es pretensión de este redactor dictar sentencia, sino más bien atizar… ¡el debate!

Partamos de una realidad: nunca antes la coyuntura demandó más cohesión al pueblo cubano que ahora. La unidad de ideas y acciones, no de consigna, resulta la única alternativa para sobrevivir los efectos de la peor crisis global de la historia de la humanidad, más nefasta que la Gran Depresión de 1929 en cuanto alcanza nuevas dimensiones: ambiental, energética, alimentaria, cultural.

Los cambios sociológicos y  superestructurales producidos por el aún inconcluso Periodo Especial, la globalización, la incesante subversión imperialista y la agresión mediática contra Cuba, complejizan todavía más el panorama.

Pero unidad, en ningún caso, significa consenso pasivo. Tampoco asunción obediente de los mandatos que bajan los burócratas ineficientes, desconectados de las masas. Sin distinción de niveles, ámbitos o tramas, la verdadera unidad tiene que expresar la voluntad general del colectivo, construida a base de consenso activo e integración dialéctica de la diversidad de criterios. Lo mismo para determinar en una empresa dónde se invierte un presupuesto, que para implementar una nueva política migratoria nacional.

Dos (tres, cuatro, quince, cien…) cabezas piensan más que una, reza un añejo refrán. De la reflexión colectiva nacen las mejores soluciones, no solo por efectivas, también por beneficiar a la mayoría. De ahí las fuertes críticas que han recibido los remiendos a la crisis zurcidos por un puñado de países en espacios reducidos como el grupo del G-20.

La participación ciudadana consciente y protagónica es la columna vertebral del socialismo. Muchos lo han reiterado. Como eje del “neuroesqueleto” del sistema constituye su sostén, la vía a través de la cual se concreta la voluntad popular y, fundamental, el centro locomotor del socialismo en su tránsito hacia el futuro. Pues bien: el debate es la simiente regeneradora de la participación. Una especie de percutor de la acción.

En la polémica enriquecedora pueden encontrarse varios condimentos. No pueden faltar la capacidad de escuchar y el respeto a los criterios diversos, incluidos los opuestos. Ambas cualidades, al parecer desterradas de la idiosincrasia del cubano (basta visitar una peña deportiva para comprobarlo), generan al mezclarse un nuevo aliño: el clima de confianza.

Nadie se desgasta discutiendo un tema si no tiene la certeza de que sus opiniones serán consideradas y tendrán utilidad, un aporte, aunque sea mínimo, a la determinación grupal. Las personas precisan, además, que sus intervenciones en un debate constituyan un deber moral, justipreciado como tal, y no un acto de valentía a riesgo de una posible reacción hostil. Lo otro es la existencia efectiva de espacios deliberativos, que no por figurar garantizan su aprovechamiento adecuado.

Debate sobre pelota. foto: Caridad

Cuba posee quizá la red social más grande del mundo, con un tejido de organizaciones de masas amplio, abarcador, inclusivo, con escenarios propicios para la discusión abierta de importantes problemas locales, ramales y nacionales.

Sin embargo, hoy estos necesarios debates se producen poco, son muy formales o adquieren relevancia únicamente ante convocatorias emanadas de la alta dirección partidista y gubernamental, cuando debieran conformar una práctica común. Es un imperativo aceitar estos mecanismos participativos, atemperarlos. De ello depende impulsar carreras e impedirle al contrario que anote.

La premisa sería aprovechar los espacios actuales bajo principios respetuosos de la otredad y la crítica, promoviendo las iniciativas transformadoras en consecuencia con nuestro proyecto anticapitalista.

Los medios masivos de difusión, a tono con la circunstancias, no deben quedar al margen en esta reivindicación del debate. No existe otra agencia socializadora capaz de desbordar el limitado alcance de los circuitos académicos y ofrecer información fidedigna y argumentada sobre el proceso dialéctico de construcción del socialismo.

“Tenemos que sustentar el debate ideológico en una información de amplio horizonte, veraz y creíble,” afirmó la prestigiosa intelectual Graziella Pogolotti recientemente en un lúcido comentario publicado en Juventud Rebelde.

A los medios corresponde en buena medida cultivar, desde el diálogo (ajeno al dogmatismo, la papilla ideológica y el regaño autoritario), una genuina cultura del debate. La herencia práctica de la primera década de la prensa revolucionaria puede resultar un abrevadero inmejorable.

Luego restaría crear nuevos espacios, sin que el parangón de nuestro engranaje deliberativo lo constituyan, de ninguna manera, modelos pasados, importados o “improvisados.” Con la mirada fija en el horizonte próximo, vigilando la renovación de todos: de lo viejos y los nuevos espacios.

Consistencia y continuidad son las claves de un programa promotor de la polémica aportadora. Solamente evaluando los resultados se constata la utilidad del debate y el cumplimiento de la voluntad colectiva.

Desde la anunciada actualización del modelo económico cubano, hasta el perfeccionamiento de una pequeña empresa y la defensa ante agresiones internas y externas, muchísimos son los problemas que reclaman la atención de los cubanos, tanto y más que la postemporada beisbolera.

A diferencia de los estadios de béisbol, donde miramos los jonrones desde la barrera, muchos son los escenarios donde debiéramos ser cuarto bate todos los días. Pero nos pasamos con ficha, o nos acostumbramos a contemplar las rectas sin hacerle swing.

¿Hasta cuándo? ¿Estamos cogiendo el toro por los cuernos? ¿Vamos a resolver las dificultades halando cada uno por su lado?

Antes de bajarme del P-2 le dije al ya enardecido pasajero: “El terreno –y los peloteros- dirán la última palabra.”