Claman en la Isla de la Juventud por una definición de su estatus político administrativo

En la Isla de la Juventud (Isla de Pinos)

HAVANA TIMES – Con la Carta Magna que hoy se debate bajo la vigilancia del Partido Comunista de Cuba (PCC), sumarán 4 Constituciones en 118 años, sin una clara definición sobre el estatuto administrativo y territorial de la Isla de la Juventud (antes Isla de Pinos) como parte del Archipiélago cubano. Los bien nombrados pineros están preocupados, tal y como alega desde la segunda Isla en importancia de toda Cuba, el abogado Miguel Ángel Palencia Hernández:

“Se debe dar rango constitucional al estatus especial de la Isla de la Juventud, ya que no es provincia, pero tampoco es un municipio como tal. De esa manera se evita cualquier intento de subordinarla a otro territorio provincial, con las consecuencias que eso genere. Actualmente muchas entidades radicadas en el territorio se les ha subordinado principalmente a la provincia de Mayabeque y sufrimos las consecuencias negativas que tal decisión nos ha acarreado. Según el Proyecto, la Isla de la Juventud, al ser un municipio sin provincia y no tener la figura del Gobernador, queda excluida de toda conexión directa con los órganos centrales del poder ejecutivo, legislativo y de la presidencia”.

El letrado, experto en derecho internacional, graduado en la universidad Lomonosov, de Moscú, hace una propuesta concreta:

“Hay que otorgarle personalidad jurídica propia, autonomía y demás facultades como si se tratara de una provincia”.

El origen de tal anormalidad jurídica queda precisado por el jurista opinante:

“En ese sentido pesa la historia accidentada del territorio, especialmente desde la instauración de la república”.

¿Qué dice la historia?

En 1901, la primera Constitución republicana nació mediada por una Ley del Congreso de los Estados Unidos, adjunta y parte obligada de la Carta Magna cubana, conocida como Enmienda Platt.  El engendro intervencionista es harto conocido, pero no tanto su Artículo # 6 que  decía: “La Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución, dejándose para su futuro arreglo por Tratado la propiedad de esta.”

Se omitían la geografía y la historia, pues Cuba no es una Isla, es un archipiélago del cual forma parte la Isla de Pinos, además la historia de sus 2200 kilómetros cuadrados está directamente vinculada a la mayor insularidad del Caribe.

Isla de la Juventud en rojo.

Sin embargo, de facto Isla de Pinos se administraba en calidad de municipio subordinado a la provincia de La Habana. De derecho, la soberanía sobre las tierras pineras terminó refrendada a favor de Cuba en 1925.

La condición municipal se mantuvo hasta bien entrada la etapa revolucionaria, cuando en 1976 se determinó por ley una nueva división político administrativa y junto a las recién creadas 14 provincias, surgió el Municipio Especial Isla de la Juventud, nombre adquirido por la ínsula en 1978.

Nuevos azares vendrían al proponerse Fidel Castro convertir la singularidad de aquella porción de tierra cubana en Primera Región Comunista de Cuba. De hecho, sin legislar, surgía la condición no bien definida de “región”, una administración especial más bien subordinada a la voluntad del Jefe Supremo, con escasa intervención de las autoridades provinciales.

El sueño comunista se basaba en 64 escuelas en el campo de la Enseñanza Media-Superior, con unos 22  mil estudiantes de una treintena de países del tercer mundo. Salvo alguna excepción, todos los Jefes de Estado o Gobierno que visitaron entonces Cuba, terminaron admirando los prolegómenos del futuro comunista diseñado por Fidel Castro…

Hasta que llegó Gorbachov con sus maletas repletas de papeles que decían Glasnost y Perestroika, noticia nada agradable en la Plaza de la Revolución habanera. Cayó el muro de Berlín, en el bosque de Belavezha tres líderes eslavos determinaron la disolución de la Unión Soviética; en Cuba la Isla de la Juventud perdía su otrora protagonismo al desaparecer progresivamente el plan internacional de becados, económicamente sustentado por las subvenciones del campo socialista que se desmoronaba.

Sin perder su estatuto legal, la segunda ínsula del Archipiélago cubano regresó a la marginalidad de siglos anteriores, desde el descubrimiento colombino. Al dejar de ser prioridad, los pineros temen por su incierto destino. Ya no aparecerá el Jefe supremo con su caprichosa voluntad que durante una breve década otorgara a estos pobladores un nivel de vida superior a la media nacional.

Al menos depositan esperanzas en un artículo constitucional que fije el derecho a un trato diferenciado, especial, sin el cual la precariedad actual les llevaría hasta el olvido de su pomposo nombre, aplaudido una mañana entusiasta hace cuarenta años.

¿Será la cuarta Constitución de Cuba republicana lluvia fina sobre suelo empapado o será el vendaval que no solo los pineros necesitan?

La esperanza es lo último que se pierde.

Vicente Morín Aguado: [email protected]