Católicos cubanos tras nueva beatificación

Por Patricia Grogg

Boy in Havana Park.  Photo: Caridad
Boy in Havana Park. Photo: Caridad

HAVANA TIMES, 27 nov (IPS) — Un sacerdote de la orden salesiana nacido en Hungría y que ejerció casi la totalidad de su ministerio en Cuba podría ser el segundo beato de la isla si fructifica la causa llevada ante el Vaticano por la diócesis de Santa Clara, distante 276 kilómetros de la capital del país.

José Vándor llegó a esa ciudad en 1954, donde permaneció hasta su fallecimiento en octubre de 1979. Su postulación fue aceptada por el Vaticano, que autorizó la apertura del proceso de beatificación y comenzó por reconocer las virtudes del religioso dándole categoría de Siervo de

Dios.

Ese es como el primer peldaño de un complejo proceso que en el caso de José Olallo, un fraile de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios que vivió entre 1820 y 1889, fue aprobado por el papa Benedicto XVI en 2008, dos décadas después de iniciados los trámites de su postulación.

Esa ceremonia de beatificación, en Camaguey, distante 534 kilómetros de La Habana, en noviembre de ese año, se convirtió en la primera de ese tipo realizada en Cuba. A Olallo, enfermero mayor de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se le atribuye el milagro de haber sanado a una niña que padecía de cáncer.

El proceso de Vándor, nacionalizado cubano, comenzó en febrero de 2002, cuando el Postulador Pascual Liberatore pidió oficialmente la introducción del caso al obispo de Santa Clara, Arturo González Amador. Un año después, la congregación de la Causa de los Santos de Roma respondió afirmativamente.

A partir de ahí se formó un tribunal en Santa Clara, otro en República Dominicana y un  tercero en Miami. “Roma los autorizó porque en todos esos lugares había personas que podían dar testimonio sobre este sacerdote que vivió heroicamente su fe”, explicó a IPS Juan Carlos Urquijo, director del Centro Diocesano de información de esa  ciudad de la región central de

Cuba.

En ese sentido, Urquijo considera a Vándor un símbolo de unidad y de reconciliación. “Cualquier persona de bien que lea sus escritos, verá que son muy válidos para una reconciliación que tiene que darse, entre creyentes y no creyentes e inclusive entre las propias religiones”, estimó.

La recopilación de los testimonios y otros documentos de interés para el proceso finalizó en agosto de este año y con ella se hicieron tres copias, una de las cuales fue enviada a la oficina de la Congregación de la Causa de los Santos, que luego de examinar el material preparará un

“positivo”.

Según la literatura religiosa consultada, se llama “positio” al volumen que contiene la síntesis elaborada de toda la documentación relativa a cada una de las fases del proceso y sirve de base para la discusión de los expertos, que de ser positiva se expone al Papa.

Si el Papa aprueba el documento sobre las virtudes, el Siervo de Dios pasa a llamarse Venerable y si hay un milagro, Beato. El paso siguiente sería la canonización, que lo convierte en Santo, pero para ello se requieren nuevos milagros. Según los testimonios, Vándor tuvo muchas virtudes, aunque aún no aparece el hecho milagroso.

“Hasta ahora, hay gracias particulares, pero que no son catalogadas como milagros”, dijo Urquijo, quien defiende al sacerdote como un  hombre de vida ejemplar, dedicado a la búsqueda del mejoramiento humano y el bien común. “Además, impregnaba de ese espíritu a todos los que le rodeaban”, indicó.

Este diácono permanente cree que la causa de beatificación de Vándor prosperará porque “tuvo una vida santa” y en él se reunieron cualidades que no son comunes de encontrar en una sola persona: extremadamente humilde, paciente, muy cercano a los seres humanos y de una fe muy profunda.

A su vez, monseñor José Pérez Pérez, secretario adjunto de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), destacó que este sacerdote vivió en esta isla en “tiempos muy difíciles”, y permaneció “fiel”, porque pudo marcharse del país y no lo hizo. “Fue un hombre muy bondadoso, a quien todos pedían consejo y consuelo”, señaló.

En las primeras décadas del proceso revolucionario iniciado en 1959, el Estado cubano se definió como ateo y el ser creyente era percibido como contradictorio con los ideales oficiales,  el clero se redujo a unos 200 sacerdotes de los 800 que había, en tanto con la estatización de la enseñanza desaparecieron las escuelas privadas, incluidas las religiosas.

Las tensiones comenzaron a ceder hacia los años 80. Una reforma constitucional de 1992 restableció el carácter laico del Estado y aseguró la igualdad de todas las manifestaciones religiosas ante la ley y el derecho de todos los ciudadanos del país a profesar el culto de su preferencia, a cambiar de creencia, a tener varias simultáneamente o a no tener ninguna.

Vándor nació el 29 de octubre de 1909 en la ciudad húngara de Dorog, en el seno de una familia católica de origen alemán.  Se llamó Wech József hasta 1936, cuando hungarizó su nombre de Wech a Vándor, que significa peregrino.

Ese mismo año se ordenó sacerdote en Turín, Italia, y fue enviado como misionero a Cuba, “realizando así un sueño cultivado en el secreto de su corazón desde pequeño; ese celo por hacer el bien y por la salvación de las almas, sería su única preocupación durante los 40 años de trabajo en suelo cubano”, se lee en su biografía.

Otro cubano con un proceso de beatificación pendiente ante la Santa Sede es el presbítero Félix Varela y Morales (1787-1853), considerado renovador de la pedagogía nacional, eminente profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio y un patriota cuyo pensamiento evolucionó del constitucionalismo liberal que reclamaba reformas para la isla al independentismo.

Perseguido por la monarquía absolutista de Fernando VII, Varela tuvo que refugiarse en Estados Unidos donde unió su quehacer pastoral con la prédica separatista, especialmente a través de la publicación del periódico El Habanero. Uno de sus pensamientos más célebres fue: “No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”.

La causa de Varela se ha retrasado por la falta de un milagro, un tema en el que la Iglesia es muy “exigente y meticulosa”, comentó monseñor Pérez. Pero, además, en el caso de los intelectuales, el Vaticano extrema su cautela y examina con rigor sus escritos en busca de detalles que puedan resultar heterodoxos.