Aumentan fallecidos y desaparecidos en las rutas migratorias

Por Loraine Morales Pino (El Toque)

HAVANA TIMES – Apenas había pasado una hora desde el lanzamiento del especial “Migrar: una decisión de vida y muerte” cuando la primera denuncia llegaba al correo de elTOQUE ([email protected]). Eran las 9:20 a. m. del 28 de febrero de 2023 y una línea me heló la sangre: “Tengo dos primos desaparecidos”. Yo estaba preparada para el momento, pero la sororidad pega fuerte.

A un mes de la publicación, el proyecto periodístico ha demostrado ser de utilidad y brindar esperanzas a familias que permanecen en la incertidumbre y la falta de apoyo por parte del Gobierno en la búsqueda de los desaparecidos. 

Las cifras de cubanos que fallecieron o están desaparecidos desde que salieron del archipiélago rumbo a Estados Unidos han aumentado.  

Cuando se publicó el especial había registros de 733 sucesos migratorios ocurridos en las distintas rutas desde Cuba hasta EE. UU.; entre ellos intercepciones, desapariciones, muertes, rescates, transferencias, repatriaciones y expulsiones. Entre todos ellos se contabilizaban, al menos, 98 fallecidos y 340 desaparecidos, de los cuales se conocía solo la identidad de 60 y 184 personas, respectivamente.

Ahora suman 772 eventos migratorios, 119 fallecidos y 393 desaparecidos. En total se les ha puesto rostro y nombre a 79 víctimas mortales y a 248 personas cuyo paradero aún se desconoce.

“Gracias. Cualquier ayuda se las voy a agradecer siempre, ya que no he podido contar con las autoridades de este país ni mucho menos con el Ministerio de Interior que es el encargado de buscar. Le vale gorro el caso. Como soy una simple maestra y no una dirigente, eso para ellos no es importante”, me dice una madre que busca a su hijo desde el 26 de julio de 2020.

El joven salió de su hogar en la noche de ese día y nunca regresó. Aunque admitía que le daba miedo emprender la travesía marítima hacia Estados Unidos, su madre afirma que él estaba loco por salir del país. La anécdota se multiplica. Son muchas las madres que sufren porque no conocen el destino de sus hijos e hijas, y hay decenas de familias divididas.

“Mi hijito salió el 25 de mayo de 2021 y el 27 hubo un naufragio. Rescataron a ocho, encontraron dos cuerpos y hay diez desaparecidos. Desde ese entonces busco noticias de él y los demás jóvenes”, me dice una madre a través de la plataforma. Siento su dolor y su impotencia. Le digo que no está sola. Que comparto su nostalgia. Que es nuestra intención es acompañarla en el desasosiego y facilitar información hasta donde alcancen nuestras posibilidades.

Apenas habían pasado tres días desde el 28 de febrero y en mi correo personal había una notificación de un remitente desconocido. Otra madre buscó la forma de contactarme.

La madre explica que su hijo salió de Cuba en una embarcación el 23 de diciembre de 2022. Una fuente, sin precisar, le informó a los familiares que los migrantes se entregaron el 26 de enero de 2023 y fueron trasladados a las Bahamas. Desde entonces no se sabe dónde están ni detalles de su situación. Gracias a esta cubana pudo identificarse la identidad de 16 migrantes cuyos nombres no habían podido registrarse.

Días más tarde, la directora ejecutiva de Cuba Archive, María C. Werlau, nos entregó su listado de migrantes cubanos fallecidos, cuyas identidades fueron recopiladas por el proyecto de forma meticulosa. Gracias a la colaboración, incorporamos a nuestros registros 14 eventos migratorios y 15 víctimas.

Las estrategias de rastreo de información no solo han supuesto que los familiares nos contacten a través de la plataforma. También hemos publicado en diferentes grupos de Facebook, contactado a los familiares que comentan en redes sociales que buscan a alguien o que lamentan su pérdida. Nos esforzamos para que el especial periodístico se conozca y los familiares de las víctimas se apropien de él.

“Hola ¿cómo estás? Disculpa que te escriba”, me dice una conocida a través de Messenger.

Siempre dejo lo que estoy haciendo cuando recibo un mensaje. Quienes me escriben son mi prioridad. Nunca me sentí tan útil ni llevé una carga tan pesada. Recuerdo a mi directora de tesis cuando me enfatizaba hace dos años en el doctorado: “No son números Loraine, son vidas”.

“Vi una publicación de una página en la que se puede poner personas desaparecidas en travesía… Yo agregué los datos de un primo de mi esposo y puse mi correo y mi teléfono, pero no sé si lo hice bien”, explica en el chat.

Todos los casos duelen, pero el temor siempre crece cuando los rostros empiezan a ser familiares. Siento que un día alguien de mi familia o mis amigos pudiera estar en las listas. De pensarlo, tiemblo. Aunque sé que la sensación es poco comparada con lo que sienten las familias de las víctimas. 

Uno a uno solicito los datos para completar el registro. La historia se repite: jóvenes que buscaban futuro. “Solo nos queda esperar y tener fe”, me dice antes de despedirse.

Momentos más tarde, la hermana de dos desaparecidos me confiesa: “es muy difícil pasar por esta situación y no saber qué se puede hacer”. Siempre les recuerdo que no están solos, que queremos apoyarlos y que estamos buscando la forma de hacerlo. “Es bueno saber eso”, me dice y siento otra vez cómo mi piel se eriza desde el cráneo hasta los pies. Siento orfandad en sus palabras.

Los familiares de las víctimas han sufrido mucho. A la ausencia y el desasosiego se suman los intentos de extorsión ―sobre todo desde México―. Los criminales intentan lucrar a cambio de información falsa sobre el paradero de las personas desaparecidas. Esto dificulta más nuestro diálogo cuando, en un intento de autopreservación, las personas preguntan mi lugar de residencia, que es México. Afortunadamente, me dan la oportunidad de validar mi identidad y acceden al registro de los datos. 

Otros canales (como Messenger y WhatsApp) han permitido sumar nuevos casos y actualizar o corregir los registros preexistentes. Por eso, necesitamos que los usuarios nos ayuden a compartir, visibilizar y amplificar el alcance del especial. 

La travesía, como también se le ha llamado al proyecto periodístico, es el primer registro de sucesos trágicos en las trayectorias migratorias de cubanas y cubanos. De ahí la importancia de que persista y crezca, porque constituye una herramienta de memoria social y tiene información que permite ejercer presión colectiva en un asunto medular para la sociedad cubana actual. Es, también, un padrón actualizado para cuando la voluntad política decida ceder, actuar y sumarse a la búsqueda de los desaparecidos; y es un memorial que intenta impedir que quienes no están, sean olvidados.

Los éxodos son siempre políticos. Por eso, es responsabilidad del Estado cubano la sangre de quienes se convirtieron en víctimas por salir a buscar en otras tierras, lo que en su país les fue negado.

*No he mencionado nombres porque el servicio que El Toque pone a disposición de los usuarios garantiza la protección de la identidad de quienes reportan.

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