Alamar exorciza un demonio
Por Verónica Vega
HAVANA TIMES — Terminó la 2da Edición del Festival de Invierno y deja a Alamar, ¡por fin!, con el sabor de haber alcanzado el derecho a iniciar su resurrección como “La Ciudad del Rap…”
En un anfiteatro donde una sencilla escenografía se sobreponía a las roídas paredes que ya asoman el esqueleto de metal, disfrutamos dos noches de espectáculo que denotaron balance en el diseño artístico y rigor organizativo.
El mérito de esto recae en Amaury Ricardo, que estaba al frente de la dirección artística y en opinión de Rodolfo Rensoli, coordinador del festival, “ha sido una gran adquisición, al igual que Minerva” (la animadora). Con gran carisma y valentía enfrentó el reto de mantener expectante a un público mayormente reguetonero.
De hecho, el público de rap suele ser bastante despiadado, y la actriz se movía con toda gracia y comodidad alternando los personajes de un rapero, una turista brasileña y un funcionario del municipio de cultura.
La presencia femenina se hizo sentir además con el dúo “Las Cálidas”, de Holguín, que tienen un gran potencial. El break dance matizó a tiempo la segunda noche y también el Spoken Word.
Si hubo alguna carencia no fue siquiera en el desenvolvimiento escénico de los noveles artistas, sino en la lírica de las canciones, en general superficiales y a veces con problemas de sintaxis. Este es el talón de Aquiles, en mi opinión, en el rap cubano: mucha explosión escénica pero mensajes repetitivos y hasta ingenuos en su autosuficiencia.
El rapero cubano estándar podría resumirse en una especie de mesías marginal que da lecciones al espectador sobre cómo resolver su vida. Esto es una caricatura para las posibilidades reales del rap. Otro problema serio es que se hacen coloquios paralelos al festival con candentes debates en los que jamás participan raperos.
Sin embargo, en esta ocasión la Galería Fayad Jamís se honró con la presencia de tres exponentes del Hip Hop: Elier Álvarez, “El Brujo”, que ha cubanizado el Spoken Word y habló sobre las diferentes formas de la poesía permormatizada. Roger Arencibia tocó una arista peliaguda: “Hip Hop, trascendencia o abandono” y Alcaid López, (Negro Criollo) habló sobre la visibilidad del rap cubano.
Un factor adverso para los conciertos fue el precio de las entradas: 10 pesos cubanos, desmedido para un local a la intemperie y con bancos sin espaldar en lugar de lunetas. Teniendo, además en cuenta la zaga de fatalidad acumulada en los festivales recientes, en opinión de muchos fue una política errada pero esta decisión dependía sólo de la administración del anfiteatro.
La clausura se realizó en el bulevar, otro espacio asaltado por la desidia que rebozaba colorido y público en los 90 con una popular feria de artesanía. A pesar de los imprevistos, se logró un cierre digno cuyo clímax fue una improvisación donde se unieron todos los participantes.
Según Rensoli, “el lado flaco del evento fue la promoción. Necesitamos cuajar un equipo, (porque esta es una obra colectiva), y articular una promoción alternativa. Pero vamos a aferrarnos al crédito que alcanzamos ahora, no dejaremos que se pierda”.
Con una notable mejoría en el transporte y sus guaguas Yutong salpicando de radiante amarillo el maltratado paisaje, Alamar, la ciudad fundada en los 70 como promesa (incumplida), una vez más, se labra su propio destino a fuerza de contracultura.