¿A dónde vamos en Cuba con estas pymes?

Foto: Sadiel Mederos

Para quienes apoyen la presencia y la necesidad de pymes también existe la opción de abogar por una apertura diferente para ellas

Por Miguel Alejandro Hayes Martinez (El Toque)

HAVANA TIMES – Los precios No he tenido la suerte de encontrarme una pyme privada cubana que venda a precios asequibles para quienes ganan, por ejemplo, 4 mil pesos cubanos. De existir algunas, ¿qué impacto tienen sobre el ahorro de esos consumidores? 

No es que las pymes tengan que vender a precios pensados para las personas de menos ingresos. Si no lo hace la «empresa estatal socialista», esa que según el discurso oficial es «del pueblo», pero que aplica márgenes de hasta el 300 %, ¿por qué tendría que hacerlo el, aún endeble, sector privado?

Ningún precio en Cuba está diseñado en función de un salario mínimo estatal. Por otro lado, las estructuras de costos de producción de las pymes y el nivel general de precios de la economía cubana —en espiral inflacionaria— tampoco les permiten vender más barato (estoy casi seguro de que en la mayoría de los casos es así). Sus precios responden a la necesidad de apuntar a un sector de demanda que les permita reponer costos y rentabilizar. Pero el asunto no es ese.

El déjà vu de las pymes

Lo tangible es que el ciudadano que vive de un salario medio no puede comprarle a una pyme ni cerveza importada ni productos hechos en Cuba. Y si lo intenta habrá un hueco en su alma y en su cartera, porque esta vende a precios similares a las tiendas en moneda libremente convertible (MLC). Tampoco ese cubano se beneficia porque otro de más ingresos sí pueda. A los efectos, la pyme es tan «buena» para el consumidor como las tiendas en MLC.

Quien no se beneficia con las pymes no puede entusiasmarse con ellas porque carece de razones reales y directas para celebrar la creación de una riqueza de la que no disfruta. Esperar tal entusiasmo ante estos nuevos actores económicos es hacer un llamado a la enajenación de los más pobres, tal como hace el Gobierno cuando nos dice que sus hoteles son nuestros. ¿Déjà vu?

A pesar de lo anterior, cabe la «esperanza» de que los precios altos que paga un consumidor con ingresos suficientes para ello se revertirán en bienestar para todos. Solo que ese argumento el pueblo lo vive, todos los días, con el Gobierno, que le clava sus precios supuestamente para «invertir» en obras sociales. ¿Cómo lo harán las pymes? ¿Crearán pequeñas obras de caridad en la comunidad, pero que no cambien (no pueden) las condiciones estructurales que reproducen la pobreza?

Te arranco un brazo para subsidiarte un pedacito del otro.

Bien podría decirse que con la redistribución de la riqueza vía impuestos es posible que las pymes sí sirvan para beneficiar a todos. Pero, ¿cuántas pymes hacen falta para tener, vía impuestos, el dinero para financiar los cambios que el país necesita? y ¿cuánto deben facturar estas para lograrlo? ¿Las tenemos? Se le añade que Cuba no cuenta con un sistema tributario para ello ni con una administración pública brillante a la hora de manejar los recursos de todos; más bien, se cuenta con lo contrario.

Además, todos no se montarán en el carro del emprendimiento, no se puede. Pocos tienen el capital o el acceso a él para iniciar un negocio. Es probable que tampoco ocupen el mejor puesto laboral —dueño o trabajadores mejor pagados—. Esto no sucederá porque el Gobierno tiene una política de «goteo» para la entrada al sector privado, incluido un filtro político (los disidentes no podrán tener pymes).

Sin embargo, se puede decir que las pymes, al menos, «hacen algo».

Pero los cambios cuantitativos no se convierten en saltos cualitativos, menos si el contexto es hostil. En el caso cubano, la sumatoria de todas las pymes posibles hoy, y las que aparezcan mañana, no llevarán el país hacia la prosperidad, porque para eso haría falta el entorno propicio (que no es el actual); lo que incluye tener un sistema de grandes empresas eficientes y eficaces. En resumen: con las actuales condiciones y reglas del juego las pymes no podrán hacer ni aportar más de lo que ahora hacen.

Entonces, ¿quiénes se benefician con la existencia de las pymes cubanas?

-La clase media y alta que puede pagar los «precios pyme». El de los 4 mil CUP no pinta nada en esta ecuación.

-Los dueños de pymes y sus trabajadores, que son pocos, por cierto (3.9 % del total de empleados, según datos oficiales).

-El Gobierno, que ofrece ciertos privilegios a cambio de apoyo y que gana aliados. También es una forma de controlar. Nadie quiere perder su negocio o que no le permitan abrirlo por cuestiones políticas. 

Con las pymes los gobernantes han creado una especie de «sueño cubano». La venta de esta imagen de desarrollo y prosperidad inyecta esperanza en las masas y les consolida un día más en el poder. 

Las justificaciones 

El único responsable de ese impacto altamente clasista (sobre la desigualdad) es el Gobierno, porque el sector privado es lo que puede y lo que le han dejado ser. Mañana podría dejar de existir por decisión del mismo Gobierno, si le da por lanzar otra Ofensiva Revolucionaria o crimen de lesa economía.

Pero, que las pymes sean también vulnerables al poder, que sean lo que han podido o las han dejado ser, que los costos y niveles de precios de la economía las obliguen a vender caro, que las pymes por lo menos hagan algo (que no llega a los pobres) y que las «empresas del pueblo» vendan caro no es razón para que todos los que no se benefician directamente con estas nieguen que sus precios son caros, así como su impacto negativo sobre el consumo, que renuncien a sus propias demandas (oferta suficiente y asequible, por ejemplo), que callen todo aquello que las pymes no hacen ni pueden hacer, con la ilusión de que el alcance de estas terminará por resolver los problemas esenciales. ¿Los defensores de las pymes van a pedir a los que no pueden pagar o a los que les pesa mucho pagar los altos precios de estas que se sacrifiquen para que esas empresas puedan seguir existiendo? Una vez más, ¿déjà vu?

La coherencia 

Apostar por el esquema actual de implementación de pymes, que con sus condicionados precios de venta son esencialmente parte —no causa ni causa única— de la generación y formalización de la desigualdad no es defender un proyecto de país mejor, que genere prosperidad, bienestar, etcétera, y lo socialice. Es defender un modelo clasista que beneficia a unos grupos sociales por encima de otros y que formaliza la desigualdad entre los cubanos. 

Este modelo no está enfocado en mejorar la vida de las clases bajas, sino en velar por la creación de un procedimiento selectivo para llegar, mediante negocios, a mejores condiciones de vida. Un mecanismo que será beneficioso, sobre todo, para personas con acceso a determinados recursos y que reservará los mejores espacios económicos para aquellos que sean confiables para el sistema, como parte de una estrategia de implementación de cambios económicos —que urgen— sin remover las bases del poder.

Las pymes no son la solución a los males de fondo de la economía cubana. El modelo que se está aplicando con estas no resolverá o frenará la pobreza en Cuba. Y no tiene que hacerlo, sobre todo, porque es un modelo de negocio, no una estrategia ni proyecto de desarrollo del país. 

Llama la atención que, en medio de la aguda crisis económica, la única medida que ha implementado el Gobierno, que quizá impacta de manera favorable sobre la producción, no protege ni ayuda a los desfavorecidos, sino que concentra los beneficios. ¿Por qué? 

Para quienes apoyen la presencia y la necesidad de pymes también existe la opción de abogar por una apertura diferente para ellas, con reglas que sí fomenten emprendimientos y negocios de mayor alcance y asequibles también para sectores de menos ingresos. 

Desde la ciudadanía se podría promover un grupo de ideas que apuesten por exigirle al Gobierno transformaciones y no más paciencia al conciudadano; entre ellas, que:

-La apertura a las pymes no se subordine a métodos del Gobierno para raspar divisas (la apertura a la importación permite unos porcentajes de divisas para el Estado), que este proceso no se haga cuando la incapacidad estatal sea crítica y que responda a la búsqueda de resultados para resolver la crisis estructural de la economía: sector agrícola, infraestructura, servicios profesionales, etcétera.

-La creación de mecanismos para que los recursos privados, incluidas asociaciones privadas de capital, se inviertan en financiar emprendimientos cubanos con alto potencial, como los hay ahora mismo, en vez de en importar bienes terminados.

-Se eliminen los intermediarios en el proceso de importación/exportación privada.

-Se promuevan facilidades para que las instituciones extranjeras con capital disponible para invertir en Cuba, como agencias para el desarrollo con sede en el país, puedan otorgar financiamiento sin intermediación innecesaria del Estado.

-Se ofrezca libertad económica y operativa de los actores privados, lo que incluye quitar las trabas burocráticas y la discrecionalidad en la aprobación de licencias.

-se potencie la creación de mecanismos como el subsidio de costos para incentivar la creación de pymes orientadas a resolver problemas sociales.

-Se impulse el fomento de otras formas de producción como las cooperativas.

-Se gestione, con ayuda internacional si es necesario, una solución al problema cambiario y de la falta de acceso a divisas.

Las acciones, junto a otras que no escribo por cuestiones de espacio y que especialistas, actores privados y ciudadanos en general conocen muy bien, llevarían a tener un sector privado cuya distribución sectorial se haga sentir en el plato. Además, con pymes que vendan para todos los bolsillos, al convertirlas en una mayor fuente de bienestar. 

Esta es una alternativa, al menos realizable desde el punto de vista productivo, porque con la “empresa estatal socialista” no se puede contar para salir adelante. Pero sin los cambios necesarios en el entorno de las pymes, el país está ante otro caso de lo que pudo ser y no será.

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