¿Víctimas o victimarios?

Erasmo Calzadilla

Pescando por el malecon habanera. Foto: Caridad

De costumbre llego tarde a casa, cuando ya hace rato mi familia se acostó, pero el sábado 21 de noviembre una sorpresa me llevé al abrir la puerta: con la luz apagada, sentada en el sofá y la cabeza recostada entre las manos estaba mi abuelita esperándome despierta.

Mi abuela, como supongo les pase a casi todas, pierde el sueño si presiente que algo malo le ha pasado a su nieto, es decir a mí. Esta vez la tenía angustiada algo que había escuchado en el noticiero de las 8.00 pm, algo que había pasado en la Habana, y que de alguna manera ella asociaba conmigo.

Calmado su nerviosismo al verme entrar sano y salvo, la madre de mi padre pasó a contarme lo que había pasado: “resulta que estaban unos jóvenes reunidos en una fiesta pública en el Vedado, cantando y bailando, cuando de pronto se dieron cuenta que entre ellos había un grupo gritando cosas que nada tenían que ver con la fiesta: consignas contrarrevolucionarias.

Al ver aquello los jóvenes comenzaron a empujar y a golpear a aquellos que no habían sido invitados y no eran bienvenidos.” Eso me contó mi abuela, pero su historia no me pareció creíble.

Esperé esa noche hasta bien tarde a ver si en el noticiero del cierre repetían la noticia, pero por gusto, los locutores solo hablaron de cosechas en un trabajo voluntario y cosas por el estilo.

Fue al otro día que logré ir tejiendo una historia menos fantástica, con pedazos que escuchaba por aquí y por allá: el esposo de Yoani Sanchez, Reinaldo Escobar, había retado en su blog a un duelo verbal al policía que maltrató unas semanas antes a su cónyuge.

Pero en lugar del agente del orden se encontró con personas muy excitadas que lo empujaron y zarandearon mientras gritaban enérgicamente las viejas consignas de los 80 empleadas en los mítines de repudio.

Horas después pude ver el video que apareció en los medios extranjeros, y no me lució para nada que aquella respuesta enérgica fuera propinada por el pueblo  espontáneamente congregado y furioso, como quisieron hacer ver los medios.

Luego confirmé mis sospechas cuando alguien del INSTEC, (una Universidad del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente donde antes trabajaba) me contó que en acto público un Decano de la Institución había reconocido y felicitado a varios estudiantes “por su valiente participación en el llamado a combatir en plena calle a un grupúsculo de contrarrevolucionarios.”

Y sobre esto discutía recientemente con unos amigos: ¿Son esos héroes del INSTEC víctimas o victimarios? Yo creo que ambas cosas a la vez.

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